Reino animal
Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que sal¨ªan a recibirte en la traves¨ªa a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y tambi¨¦n los del circo
Me gustan los grillos y el croar de las ranas en una charca en las noches de verano y tambi¨¦n a la hora de la siesta el sonido fren¨¦tico de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los mosquitos aplastados en la pared de la habitaci¨®n de un motel abandonado, pero no al escarabajo pelotero que se gu¨ªa por la V¨ªa L¨¢ctea al arrastrar su bola de esti¨¦rcol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el grito de los vencejos rec...
Me gustan los grillos y el croar de las ranas en una charca en las noches de verano y tambi¨¦n a la hora de la siesta el sonido fren¨¦tico de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los mosquitos aplastados en la pared de la habitaci¨®n de un motel abandonado, pero no al escarabajo pelotero que se gu¨ªa por la V¨ªa L¨¢ctea al arrastrar su bola de esti¨¦rcol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el grito de los vencejos reci¨¦n llegados y el paso de un bando de torcaces que nadie sabe de d¨®nde viene ni ad¨®nde va. Odio los p¨¢jaros enjaulados y los acuarios donde los tiburones dan vueltas y vueltas buscando la presa y al final se conforman con comer su propia harina de pescado. Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que sal¨ªan a flor de agua a recibirte en la traves¨ªa a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y tambi¨¦n los que, en el circo, lejos de devorar al domador, despu¨¦s de tantos rugidos y zarpazos acaban por pasar por el aro y sentarse en un taburete y tambi¨¦n al guepardo que al final de la belleza de su espl¨¦ndida y el¨¢stica arrancada se come a la gacela que comparte con las hienas. Me gustan los toros en el campo, los caballos montados por jinetes elegantes, los perros que mueven el rabo con alegr¨ªa aunque llegues derrotado a casa, los que acompa?an a los mendigos que duermen en la calle, los que juegan con los ni?os y persiguen a las mariposas en el parque, los que tienen en brazos las ancianas como ¨²nico consuelo de su soledad, los que descubren los muertos y heridos bajo los escombros, los que llevan a los ciegos a un concierto y conocen todos los movimientos de una sinfon¨ªa de Mozart, los que lo saben todo de tu vida con solo mirarte a los ojos. Hubo un tiempo en que los animales eran dioses. En esas estamos hoy, animal o dios, esa es la cuesti¨®n.