?Alucinaci¨®n o realidad?
A un ni?o que no com¨ªa bien se le apareci¨® la amnist¨ªa y le dio un susto de muerte. De s¨²bito, empezaron a gustarle las acelgas y las espinacas rehogadas
A un ni?o que no com¨ªa bien se le apareci¨® la amnist¨ªa y le dio un susto de muerte, pobre. De s¨²bito, empezaron a gustarle las acelgas y las espinacas rehogadas. A preguntas de los psic¨®logos, el cr¨ªo confes¨® que la amnist¨ªa tiene la cara redonda y blanca, como la Luna, y dos bolas de algod¨®n en el lugar de los ojos. Parpadea bastante. El peque?o no fue capaz de proporcionar m¨¢s detalles, pero cientos de criaturas que com¨ªan mal o que sacaban malas notas empezaron a recibir, despu¨¦s de que saltara la noticia, la visita de la amnist¨ªa y no hab¨ªa forma de calmar su ansiedad. Solo quer¨ªan comer jud¨ªas verdes y aprenderse la tabla del siete para espantarla. Hay coincidencia en el asunto de las bolas de algod¨®n, que produce una dentera considerable.
La historia, ya fuera real o producto de la imaginaci¨®n infantil, satisfizo en principio a padres y educadores que vieron en estas manifestaciones del monstruo informativo un modo eficaz de corregir la conducta de ni?os a los que no hac¨ªa ya efecto alguno la amenaza del coco, del hombre del saco o del sacamantecas, seres quim¨¦ricos de eficacia probada en ¨¦pocas pret¨¦ritas. Pero pasado el tiempo y como las alucinaciones (o realidades, no podemos saberlo) adquirieran un car¨¢cter verdaderamente epid¨¦mico, las autoridades sanitarias, preocupadas por la salud mental de la ciudadan¨ªa, decidieron intervenir.
Se aconsej¨® en principio, no encender la radio del coche mientras se llevaba a los hijos desde el domicilio particular al colegio o desde el colegio al domicilio particular, as¨ª como sustituir los telediarios por fragmentos de pel¨ªculas basadas en historias de Stephen King, que para los d¨ªas que corren es un flojo, un flojo. Justo en el momento de redactar estas l¨ªneas, nos dicen que la amnist¨ªa ha empezado a aparec¨¦rseles tambi¨¦n a los adultos, que por lo visto se hacen fuertes, junto a su aterrorizada prole, debajo de las camas de sus domicilios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.