A veces la vida es hermosa
Al buscar informaci¨®n sobre el monje y sacerdote Lloren? Sagal¨¦s Cisquella me sent¨ª abrumada porque la realidad no encajara en los estrechos cajones en los que me empe?aba en constre?irla
El viernes pasado volv¨ª al que fue mi instituto, el Alpaj¨¦s de Aranjuez, para charlar con algunos alumnos de bachillerato. En un momento de la conversaci¨®n me preguntaron qu¨¦ estaba leyendo y saqu¨¦ del bolso Demasiada libertad sexual os convertir¨¢ en terroristas, una recopilaci¨®n de textos de Pasolini.
Un pu?ado de ellos fruncieron el ce?o al ver la portada y el t¨ªtulo, as¨ª que intent¨¦ resumirles qui¨¦n fue su autor. Glos¨¦ algunas de sus obras e inquietudes y les habl¨¦ de su asesinato, les cont¨¦ que era comunista y antiabortista, homosexual y autor de una de las pel¨ªculas m¨¢s bellas que se han hecho sobre la vida de Jesucristo. Algunos de ellos abrieron los ojos como platos, y yo los mir¨¦ entonces con una condescendencia est¨²pida: la de quien, desde la mesa del profesor y no del alumno, se piensa exento de prejuicios.
Esa misma tarde asist¨ª a unas jornadas sobre la virtud de la justicia en el cristianismo que impart¨ªa el monje y sacerdote Lloren? Sagal¨¦s Cisquella. Entr¨¦ al aula en la que se celebraban esperando una catequesis llena de moralinas y sal¨ª habiendo recibido una lecci¨®n extremadamente erudita y bella de historia, teolog¨ªa y vida. Lo primero que me sorprendi¨® al llegar fue que Lloren? no llevaba ni h¨¢bito ni cogulla, algo que seguramente sea evidente para otros, pero no para m¨ª, que la ¨²ltima vez que me encontr¨¦ con un monje debi¨® ser a los seis a?os y en mi biblioteca infantil con Fray Perico y su borrico. La segunda cosa que me rompi¨® los esquemas fue que lo mismo citaba a Arist¨®teles que a Santo Tom¨¢s, a Marx que a Kant, a su abuela Genoveva que a los feligreses de La Mina, donde hab¨ªa sido p¨¢rroco.
La presencia y las palabras de Lloren? me impactaron tanto que lo primero que hice al llegar a casa fue meter su nombre en Google. Descubr¨ª entonces que hab¨ªa escrito sobre patr¨ªstica y sobre Manuel Sacrist¨¢n, que le interesaba la f¨ªsica y que antes de teolog¨ªa estudi¨® econom¨ªa. Y me sent¨ª como los alumnos que hab¨ªan abierto unos ojos como platos al o¨ªr hablar de Pasolini ¡ªal que por cierto tambi¨¦n referenci¨® Lloren? esa tarde¡ª: abrumada porque la realidad no encajara en los estrechos cajones en los que me empe?aba en constre?irla.
Despu¨¦s busqu¨¦ un libro que hab¨ªa mencionado y, leyendo la biograf¨ªa de su autor, el abogado y diputado de la CEDA Javier Mart¨ªn-Artajo, llegu¨¦ a esta bonita an¨¦cdota: resulta que Mart¨ªn-Artajo hab¨ªa sido uno de los nacionales salvados de la ejecuci¨®n por el anarquista Melchor Rodr¨ªguez, El ¨¢ngel rojo. En su lecho de muerte, el anarcosindicalista recibi¨® la visita de Mart¨ªn-Artajo que, aun a sabiendas de que era ateo, le insisti¨® en que besara un crucifijo. ¡°El d¨ªa que t¨² te pongas una corbata con la bandera anarquista¡±, le respondi¨® Melchor Rodr¨ªguez. A la ma?ana siguiente, Artajo apareci¨® en el hospital de la Beneficencia con una corbata con los colores de la CNT, y Melchor Rodr¨ªguez bes¨® la cruz que le tra¨ªa uno de los hombres a los que salv¨® la vida. En su entierro, por lo visto, se cant¨® A las barricadas y se rez¨® un Padre Nuestro.
Y yo, que antes de dormir les tarareo a mis hijos Por all¨ª viene Durruti y les rezo Jesusito de mi vida, me fui a la cama con la certeza de que a veces la vida es hermosa, como canta mi buen amigo Pablo Und Destruktion. Tambi¨¦n con la intuici¨®n de que hay que buscar con esfuerzo la verdad, lo cual implica a veces una lucha contra el mundo. Pero, sobre todo, hay que dejarse encontrar por ella. Y ah¨ª el combate es con uno mismo.
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