Melchor Rodr¨ªguez, una medalla para ¡®El ¨¢ngel rojo¡¯, defensor de la vida de sus enemigos en la Guerra Civil
La figura m¨¢s representativa de la corriente anarquista humanista salv¨® a cientos de presos en Madrid durante el conflicto, lo que no impidi¨® que le encarcelasen tras la victoria de Franco
La concesi¨®n de la medalla de honor del Ayuntamiento de Madrid a t¨ªtulo p¨®stumo al anarcosindicalista Melchor Rodr¨ªguez Garc¨ªa, el llamado ?ngel Rojo, es una reparaci¨®n y un homenaje a una persona injustamente olvidada de nuestra historia m¨¢s reciente. La historia de este libertario que en plena Guerra Civil espa?ola se empe?¨® en salvar a sus enemigos, parece una historia de ficci¨®n.
Melchor Rodr¨ªguez es la figura m¨¢s representativa de una corriente anarquista humanista que tuvo en la Guerra Civil la prueba m¨¢s dura a la que se puede enfrentar un libertario: defender la vida de sus enemigos, aquellos que no dudaron en liquidar sin remordimientos a sus oponentes obreros. Exnovillero, oficial chapista y activo sindicalista, fue el responsable de las prisiones republicanas entre noviembre de 1936 y marzo de 1937, y posteriormente, hasta el final de la contienda, concejal de cementerios de Madrid.
Es cierto que no solo fue Rodr¨ªguez el que salv¨® la vida a miles de personas en el Madrid asediado por las tropas franquistas. Su labor fue propiciada por muchos dentro del anarquismo y fuera de ¨¦l ¡ªColegio de Abogados, Tribunal Supremo, Cuerpo Diplom¨¢tico¡ª, pero sin su decidido car¨¢cter, sin su voluntad, su desprecio del peligro y sin unas firmes ideas en las que asentarse, Melchor no hubiera podido salvar a m¨¢s de 11.200 personas ¡ªn¨²mero de presos en las c¨¢rceles madrile?as¡ª, adem¨¢s de haber refugiado en su casa a casi medio centenar y pasar a otras a Francia.
Hab¨ªa nacido en Triana, Sevilla, en 1893. Hu¨¦rfano de padre, a los 10 a?os se emple¨® como calderero y ebanista, lo que le impidi¨® estudiar, tal y como me recordaba su hija Amapola. Trabaj¨® de chapista, pero su deseo era triunfar en el mundo de los toros. Tore¨® en plazas de Andaluc¨ªa y Madrid, pero varias cogidas le retiraron de los ruedos. Ingres¨® en la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT) por influencia del m¨¦dico ¨¢crata Pedro Vallina, que le atendi¨® de una cogida como espont¨¢neo en la plaza de Sevilla, y que le ense?¨® el anarquismo. En 1920, huyendo de la polic¨ªa sevillana por impulsar una huelga contra los patronos como secretario del sindicato de la madera, lleg¨® a Madrid.
En la capital se cas¨® con Francisca Mu?oz, una bailaora que actuaba con Pastora Imperio. Como chapista trabaj¨® en los mejores garajes y comenz¨® a fajarse en los combates sindicales, convirti¨¦ndose en un referente. Durante la dictadura de Primo de Rivera, entr¨® en la c¨¢rcel Modelo en m¨¢s de 20 ocasiones, por organizar huelgas o escribir art¨ªculos.
Lleg¨® la Rep¨²blica, celebrada con j¨²bilo, pero pronto defraud¨® las expectativas de los sindicatos obreros. Tras las elecciones de febrero del 36, que gana el Frente Popular, lleg¨® la Guerra Civil tras el fracaso del golpe de Estado de parte del Ej¨¦rcito y los sectores m¨¢s reaccionarios. Melchor apoy¨® la resistencia contra los golpistas, pero rechazaba los excesos que se empezaban a producir. Cuatro d¨ªas despu¨¦s del 18 de julio de 1936, se dedic¨® a proteger a personas perseguidas. En aquellos primeros meses, de julio a octubre, salv¨® a centenares de una muerte segura en el caos mortal.
Fue nombrado delegado especial de prisiones en noviembre de 1936 por el ministro anarquista Juan Garc¨ªa Oliver en el Gobierno de Francisco Largo Caballero. Desde ese puesto detuvo las sacas y los fusilamientos en la retaguardia madrile?a, salvando a miles de personas entre sus adversarios ideol¨®gicos. Hasta marzo de 1937 ech¨® un pulso a los responsables de orden p¨²blico de la Junta de Defensa de Madrid, Santiago Carrillo, primero, y Jos¨¦ Cazorla despu¨¦s, que obedec¨ªan los consejos de los asesores sovi¨¦ticos de limpieza de la retaguardia. Esta actuaci¨®n le vali¨® muchas acusaciones de ayudar a la quinta columna por parte de los comunistas y algunos de sus compa?eros.
En su labor, Melchor se apoy¨® en el grupo al que hab¨ªa pertenecido desde sus inicios, Los libertos de la Federaci¨®n Anarquistas Ib¨¦rica (FAI), con los que se incaut¨® del palacio del Marqu¨¦s de Viana, en la calle del Duque de Rivas, donde se refugiaron curas, militares, falangistas, due?os de los garajes donde hab¨ªa trabajado, funcionarios de prisiones y sus familias.
El 8 de diciembre de 1936 tiene lugar un hecho por el que Melchor pasar¨¢ a la historia. Ese d¨ªa, y durante horas, lucha solo y armado de su palabra contra una multitud furiosa que en la c¨¢rcel de Alcal¨¢ pretende tomarse la justicia por su mano tras un bombardeo de los rebeldes, que ha producido varios muertos y heridos. Gracias a su actuaci¨®n consigue salvar a los 1.532 presos, entre los cuales est¨¢n importantes personalidades del futuro r¨¦gimen franquista, como Mu?oz Grandes, Fern¨¢ndez Cuesta, Mart¨ªn Artajo, los hermanos Luca de Tena, S¨¢nchez Mazas, Serrano Su?er o el locutor Bobby Deglan¨¦.
Melchor Rodr¨ªguez devolvi¨® a la Rep¨²blica el control del orden p¨²blico y las prisiones. Bajo su mandato mejoraron las condiciones de los reclusos de Madrid, que comenzaron a llamarle El ?ngel Rojo, calificativo que ¨¦l rechazaba. Cre¨® una oficina de informaci¨®n, el hospital penitenciario y mejor¨® el rancho de los detenidos. Asimismo, acompa?¨® a cientos de detenidos en los traslados a c¨¢rceles de Valencia y Alicante.
Tuvo que sortear un sinf¨ªn de peligros y sufri¨® varios atentados en los que estuvo a punto de morir, como me contaba su hija, Amapola. Cesado de su puesto, en marzo de 1937 fue nombrado concejal de cementerios del Ayuntamiento madrile?o. Desde ese puesto auxili¨® a las familias de los fallecidos para que los enterraran con dignidad y ampli¨® las zonas de sepulturas. Ayud¨® a escritores y artistas y autoriz¨® que su amigo Seraf¨ªn ?lvarez Quintero pudiera ser enterrado con una cruz, en la primavera de 1938. En aquel final ag¨®nico de la Rep¨²blica, rechaz¨® integrar el Consejo Nacional de Defensa cuando se lo ofreci¨® el coronel Segismundo Casado, aunque como el resto de la CNT, lo apoy¨® despu¨¦s. Pudo ir al exilio, pero con su hija se qued¨® en Madrid. Fueron precisamente Casado y Juli¨¢n Besteiro los que el 28 de marzo de 1939 le encargaron la triste tarea de entregar pac¨ªficamente la ciudad a los vencedores, convirti¨¦ndose en el ¨²ltimo alcalde de facto de Madrid y la ¨²ltima autoridad de la Rep¨²blica.
Finalizada la guerra, el franquismo le someti¨® a la misma represi¨®n de todos los derrotados. Fue detenido y juzgado en dos ocasiones. Absuelto en el primer consejo de guerra, le condenaron en el segundo a 20 a?os. El general Agust¨ªn Mu?oz Grandes, al que Melchor hab¨ªa salvado en la guerra, abog¨® por ¨¦l ante el tribunal militar. Pas¨® casi cinco a?os de c¨¢rcel entre Porlier (Madrid) y El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz).
Cuando sali¨® en libertad provisional, en 1944, sigui¨® militando en la CNT, lo que le cost¨® entrar varias veces m¨¢s en la c¨¢rcel. En lo material, vivi¨® austeramente de varias carteras de seguros. Escribi¨® letras de pasodobles y cupl¨¦s con el maestro Padilla y otros autores y de vez en cuando public¨® art¨ªculos y poemas.
Continu¨® actuando a favor de los presos pol¨ªticos, utilizando los amigos que ten¨ªa en la dictadura. Su muerte, el 14 de febrero de 1972, fue una muestra de su vida. No ten¨ªa dinero ni para pagar el entierro. En el cementerio, ante su f¨¦retro, se dieron cita cientos de personas, entre las que se encontraban personalidades de la dictadura y compa?eros anarquistas. Fue el ¨²nico caso en Espa?a en el que una persona fue enterrada con una bandera rojinegra durante el r¨¦gimen del general Franco. Se cant¨® ¡°?A las barricadas!¡±, unos rezaron un padrenuestro y al final, Javier Mart¨ªn Artajo ley¨® unos p¨¢rrafos de un poema de Melchor sobre la anarqu¨ªa.
Este hombre admirable, tambi¨¦n con sus defectos, nos dignifica como seres humanos. Su honradez, su coherencia, son un ejemplo en la Espa?a convulsa de hoy.
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