En busca de un nuevo Robert Badinter: de la abolici¨®n de la pena de muerte a la paz universal
Hoy, en el siglo XXI, no es moralmente aceptable justificar la p¨¦rdida de vida humanas porque es inevitable en la guerra o porque se trata simplemente de ¡°da?os colaterales¡±
El 15 de septiembre de 1848, Victor Hugo pronunciaba su famoso discurso sobre la pena de muerte en la Asamblea Nacional francesa. Apuntaba entonces que: ¡°La pena de muerte es la se?al especial y eterna de la barbarie. All¨ª donde la pena de muerte se prodiga, la barbarie predomina¡±. Casi un siglo y medio m¨¢s tarde correspond¨ªa a Robert Badinter, otra ilustre personalidad francesa, subir al estrado de la misma Asamblea Nacional para proponer con ¨¦xito la abolici¨®n definitiva de la pena de muerte.
Un ¨¦xito pol¨ªtico y moral que dar¨ªa un empuje decisivo a los esfuerzos para poner fin a la pena de muerte en el mundo. En aquel discurso de 1981, Badinter declar¨® con firmeza: ¡°En los pa¨ªses de libertad, la abolici¨®n es pr¨¢cticamente la regla en todos ellos; en los pa¨ªses donde reina la dictadura, la pena de muerte es practicada regularmente¡±.
Debemos celebrar el progreso claro hacia la abolici¨®n de la pena de muerte en todo el mundo porque, aunque el n¨²mero de ejecuciones sigue creciendo, hay una clara tendencia positiva. Hoy m¨¢s de dos terceras partes de los pa¨ªses del mundo han abolido la pena capital de facto o de iure.
Este avance positivo en el desarrollo humano contrasta sin embargo con la dram¨¢tica e inaceptable realidad que supone la muerte cada a?o de cientos de miles de ni?os, mujeres y hombres en conflictos armados. V¨ªctimas civiles que perdieron sus vidas sin participar en el conflicto, sin haber sido juzgados, sin cometer delito alguno.
Desde el nacimiento de la Cruz Roja por iniciativa de un hombre, Henry Dunant, quien socorri¨® a los soldados heridos en la batalla de Solferino en 1859, se ha tratado de limitar con cierto ¨¦xito los efectos de las guerras y conflictos mediante la codificaci¨®n de un sistema de normas recogidas en el denominado derecho internacional humanitario. Sin embargo, estos avances palidecen ante la siniestra persistencia de los conflictos armados.
Lo que est¨¢ ocurriendo en Ucrania, en Oriente Pr¨®ximo y en los m¨¢s de 100 conflictos armados activos en el mundo, no hace sino confirmar la insoportable incapacidad de la comunidad internacional para evitar la muerte de miles y miles de personas que no combaten o han dejado de combatir en esos conflictos. Hoy, en el siglo XXI, no es moralmente aceptable justificar la p¨¦rdida de vida humanas porque es inevitable en la guerra o porque se trata simplemente de ¡°da?os colaterales¡±.
El n¨²mero de v¨ªctimas inocentes sigue aumentando. No son meros datos estad¨ªsticos, son personas con familias, con amigos, con sue?os y anhelos. La sofisticaci¨®n del armamento, el uso de la inteligencia artificial, las armas aut¨®nomas y los ataques ¡°quir¨²rgicos¡± con drones y misiles teledirigidos reducen sin duda el peligro para los soldados y permiten una mejor selecci¨®n de objetivos militares, pero claramente no parece que distingan entre combatientes y civiles.
Precisamente fue Victor Hugo, quien un a?o despu¨¦s de pronunciar su discurso sobre la abolici¨®n de la pena de muerte, se dirigi¨® al Congreso Mundial de la Paz de 1849 para hacer un ¡°llamamiento a la paz mundial entre todas las naciones y promover la mediaci¨®n en lugar de la guerra¡± porque en sus propias palabras ¡°la paz no es un objetivo irrealizable, la paz es un objetivo inevitable¡±. Su pensamiento fue fuente de inspiraci¨®n para la creaci¨®n a?os m¨¢s tarde de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas.
Quiz¨¢s ha llegado el momento de convocar un nuevo Congreso Mundial de la Paz, como el que se reuni¨® en Par¨ªs en agosto de 1849.
El pr¨®ximo mes de septiembre, la comunidad internacional se ha dado cita en Nueva York convocada por las Naciones Unidas para adoptar Un Pacto para el Futuro, y este ser¨ªa un momento id¨®neo para empujar por la paz. Es prioritario, justo y necesario. Sin paz, no hay seguridad. Sin paz, no hay agenda de futuro. Sin paz, el mundo se deshumaniza.
No dudo que ser¨¢n muchos los analistas y responsables pol¨ªticos que, en su habitual despliegue de pragmatismo c¨ªnico, aducir¨¢n que un llamamiento por la paz es irrealista o cuando menos ut¨®pico. Esa fue tambi¨¦n la poci¨®n que adoptaron aquellos que en su momento tambi¨¦n criticaron a Victor Hugo y a Robert Badinter, Sin embargo, el nacimiento de las Naciones Unidas y los avances hacia la abolici¨®n de la pena muerte deben mucho a la visi¨®n, compromiso y empe?o de aquellos dos grandes hombres.
No cabe el abatimiento. Urge encontrar un nuevo Badinter que nos muestre el camino para avanzar con paso firme hacia la paz.
He dedicado mi vida a la diplomacia y s¨¦ muy bien que lograr que un movimiento de este tipo pueda traducirse en una reuni¨®n, un texto, un acuerdo no ser¨¢ tarea f¨¢cil, pero tambi¨¦n s¨¦ que no es imposible. Hay que empujar con ah¨ªnco y determinaci¨®n. Hay que hacer uso de todas las oportunidades. Depende de todos y cada uno de nosotros y de nuestra voluntad de combatir la deshumanizaci¨®n. Como sabiamente expres¨® el poeta John Donne, ¡°la muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad¡±.
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