¡®La commedia ¨¨ finita¡¯
Decenas de ministros y diputados socialistas que se ufanaron de la inconstitucionalidad de la amnist¨ªa, hoy la suscriben sin empacho y sin argumento alguno
Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Espa?ol, confes¨® al final de su vida que su pasi¨®n oculta era el teatro. ¡°Hasta tuve mis ilusiones de ser actor¡ Y como de muchacho era muy ingenuo, tomaba en serio cuanto ve¨ªa en la escena, como si fuese cosa real¨ªsima¡±, coment¨® a?os antes de su muerte a su bi¨®grafo Gonz¨¢lez Fiol. Iglesias fue un activista obrero de convicciones marxistas que censur¨® repetidas veces el uso de la violencia en la lucha de clases, convencido de que los movimientos de masas y las huelgas bastar¨ªan para cambiar el sistema social de su ¨¦poca. Apeado el partido del marxismo, a propuesta de Felipe Gonz¨¢lez al comienzo de la Transici¨®n pol¨ªtica, y de la revoluci¨®n armada que protagoniz¨® en los proleg¨®menos de la Guerra Civil, se convirti¨® en un exitoso ejemplo de la socialdemocracia europea, hoy en trance de desaparici¨®n. Escribo estas l¨ªneas antes de conocer los resultados de las elecciones portuguesas celebradas ayer, aunque las encuestas auguraban un descenso del socialismo, coherente con la tendencia general en gran parte de las democracias consolidadas. La misma que explica la derrota de Pedro S¨¢nchez en los comicios de julio del a?o pasado y su debacle electoral en las elecciones gallegas. Nuestro primer ministro y su equipo pretenden recuperar, por eso, la olvidada pasi¨®n esc¨¦nica del fundador de su partido. De modo que la incontinencia verbal de quienes nos gobiernan ha deparado la semana pasada un interminable espect¨¢culo bufo. Aunque sus demediados l¨ªderes apenas logren un aplauso que no sea remunerado.
El entrem¨¦s estuvo a cargo del triministro de Justicia, cuya autosatisfacci¨®n le llev¨® a felicitarse a s¨ª mismo por la aprobaci¨®n de la amnist¨ªa en la Comisi¨®n parlamentaria. El triunfo se debi¨® gracias al voto, entre otros, de los representantes de los futuros amnistiados, y de sus c¨®mplices en La Moncloa. El se?or Bola?os reconoci¨® que una amplia mayor¨ªa social del pa¨ªs no apoyaba la medida, pero asegur¨® que con el tiempo se ver¨ªan las virtudes de la ley. O sea, como la gobernaci¨®n del presente se les resiste, se aprestan en cambio a resolver los problemas de nuestro incierto futuro.
El primer acto comenz¨® con los mon¨®logos de Jos¨¦ Luis ?balos. Aprendiz aventajado de su antiguo jefe, en apenas una semana fue capaz de interpretar distintos personajes y decir una cosa y su contraria sin soluci¨®n de continuidad para negar su responsabilidad pol¨ªtica, al no hab¨¦rsele reclamado la penal, en el putiferio organizado por su amigo y guardaespaldas Koldo Garc¨ªa. Las primeras noticias dan pie para una serie televisiva de indudable ¨¦xito: los garantes del partido del Gobierno ¡°m¨¢s feminista del mundo¡±, en manos del portero de un puticlub y custodio de los avales electorales para las primarias de nuestro presidente; un aizcolari ejemplar que manejaba dinero negro, de a quinientos euros el billete, para no dejar rastro de sus alegres vigilias nocturnas. Y a tenor de cuya investigaci¨®n judicial ya hay 12 empapelados. El guardi¨¢n de los secretos todav¨ªa no ha dicho pr¨¢cticamente nada que permita ampliar la n¨®mina. Sin embargo, para animar la intriga de repente aparece entre bastidores el mismo alcahuete del caso de las mascarillas como mediador de Air Europa, mientras el Gobierno rescataba por cientos de millones esa empresa de aviaci¨®n. Y por ¨²ltimo, como no pod¨ªa faltar, Rodr¨ªguez Zapatero, embajador sentimental de la Venezuela de Maduro, de quien todav¨ªa esperamos explicaciones sobre el viaje de la vicepresidenta de ese pa¨ªs que ¨¦l organiz¨® y del que tuvieron que sacar las casta?as del fuego el mismo Koldo y el conseguidor de turno. Por aficionado que fuera al arte esc¨¦nico, Pablo Iglesias, el original y no la copia, nunca podr¨ªa haber imaginado tragicomedia semejante.
Pero faltaba la apoteosis final. Una ley de amnist¨ªa que el propio S¨¢nchez ha definido ya como absolutamente constitucional, acorde con el derecho europeo y un verdadero regalo para la convivencia de los espa?oles. En realidad se trata de un intercambio de favores con un grupo de delincuentes huidos de la justicia que atentaron contra la Constituci¨®n, la soberan¨ªa de la naci¨®n y su unidad territorial. Se pacta el olvido y se otorga el perd¨®n a los sediciosos, que prometen volver a delinquir. Todo eso a cambio de siete votos para que el eg¨®latra de turno pudiera ser investido con el cetro del poder y desplegara la audacia, nunca la sabidur¨ªa, a la hora de su manejo. Las leyes llaman cohecho impropio al acto en que una autoridad o funcionario p¨²blico, en provecho propio, obtuviere o solicitare, por s¨ª o persona interpuesta, d¨¢diva o favor de cualquier clase a cambio de cualquier ofrecimiento o promesa inherente a su cargo. Lejos de mi intenci¨®n sugerir que esa consideraci¨®n sea aplicable al intercambio de la ley de amnist¨ªa y la sumisi¨®n a los deseos de los delincuentes, por los siete votos regalados al perdedor de las elecciones. Ya se ocuparon los expertos de proclamar que todo responde a un proyecto pol¨ªtico, a un pacto para mejorar la convivencia ciudadana, aunque haya quedado hecha a?icos antes incluso de ponerse en pr¨¢ctica. La RAE en su definici¨®n de cohecho se limita a recoger su car¨¢cter delictivo. Pero hace tres siglos el primer diccionario de la instituci¨®n, llamado de Autoridades, aseguraba que cohechar es corromper con d¨¢divas a cualquier persona para que diga o haga lo que se desea o est¨¢ bien; aunque sea contra raz¨®n y justicia.
A estas alturas a nadie le cabe la menor duda de que la amnist¨ªa ha sido un verdadero intercambio de favores pactado en secreto y en el extranjero, en condiciones humillantes para el Estado y, aunque no lo reconozcan as¨ª, para el propio S¨¢nchez y el partido socialista. Por lo dem¨¢s, como dice Manuel Arag¨®n, magistrado em¨¦rito del Tribunal Constitucional, maestro de muchos de los grandes constitucionalistas en activo en nuestro pa¨ªs y fuera de ¨¦l, ¡°es comprensible que un partido intente acceder al gobierno, pero ser¨ªa ileg¨ªtimo que para conseguirlo prometa adoptar decisiones contrarias a la Constituci¨®n y vejatorias para el conjunto de los ciudadanos¡±. Son decenas, quiz¨¢ centenares, de expertos, catedr¨¢ticos, estudiosos y polit¨®logos los que coinciden con las observaciones del maestro y es simplemente hilarante que el Gobierno pretenda ser juez y parte de sus propias felon¨ªas.
Los partidarios de la constitucionalidad del aberrante pacto con Puigdemont dicen con acierto que en derecho todo es discutible. Pero la inmoralidad del pacto, el desprecio flagrante a las instituciones, singularmente al Parlamento, las agresiones contra el Poder Judicial, el descaro frente al jefe del Estado, el primero en salir en defensa de la naci¨®n contra el ataque de los sediciosos, no tienen nada que ver con trucos leguleyos. Lo de menos son ya las mentiras recalcitrantes de un presidente de Gobierno incapaz de ser leal a sus propias palabras. Su pol¨ªtica de contenci¨®n de la pandemia ha logrado por fin hacer realidad la inmunidad del reba?o. Decenas de ministros y diputados que se ufanaron de la inconstitucionalidad de la norma, hoy la suscriben sin empacho y sin argumento alguno, falsifican las afirmaciones de la Comisi¨®n de Venecia y tratan a los electores socialistas como si fueran ignorantes. En este acto final la tragicomedia se convierte en drama, la bufonada en insulto y la audacia en ofensa a quienes defienden el sentido com¨²n y el inter¨¦s general de la sociedad. Pedro S¨¢nchez y sus socios amenazan con convertir nuestra democracia en una democracia iliberal. Ya sufrimos la democracia org¨¢nica franquista y las democracias populares del estalinismo. La socialdemocracia espa?ola no puede seguir chapoteando en esta miseria moral. La commedia ¨¨ finita.
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