Vencer la inacci¨®n democr¨¢tica
Para conseguir superarla quiz¨¢s lo importante sea adquirir conciencia acerca de que tambi¨¦n las instituciones democr¨¢ticas pueden cambiar. Que no est¨¢n grabadas sobre roca. Que nunca lo estuvieron. Que nuestras teor¨ªas m¨¢s adoradas pueden necesitar revisi¨®n
Bolsonaro, Kirchner, Maduro, Trump. Individuos. Estamos todo el tiempo hablando de ellos, refiri¨¦ndonos a ellos, atribuyendo a ellos la crisis democr¨¢tica. Como si la democracia no fuera, m¨¢s bien, una arquitectura dentro de la cual funcionamos (o no) las personas.
Cualquier resultado pol¨ªtico, ...
Bolsonaro, Kirchner, Maduro, Trump. Individuos. Estamos todo el tiempo hablando de ellos, refiri¨¦ndonos a ellos, atribuyendo a ellos la crisis democr¨¢tica. Como si la democracia no fuera, m¨¢s bien, una arquitectura dentro de la cual funcionamos (o no) las personas.
Cualquier resultado pol¨ªtico, cualquier elecci¨®n de un Milei o un Bukele, es el resultado conjunto de dos cosas, la voluntad expresada en las urnas y los dise?os institucionales, formales e informales, que transforman en resultados institucionales dicha voluntad. Cambia una regla de elecci¨®n, por ejemplo, o una condici¨®n importante de la deliberaci¨®n p¨²blica, y cambiar¨¢ el resultado. Si no existiera el colegio electoral, Clinton y Gore, y no Trump y Bush, habr¨ªan sido presidentes de Estados Unidos, y si los algoritmos fueran regulados, los incentivos estar¨ªan dados para otro tipo de opini¨®n p¨²blica.
Pero a la democracia liberal le ha salido costra, una incapacidad de autorreforma alucinante.
La inacci¨®n democr¨¢tica es la creencia equivocada de que las instituciones democr¨¢ticas liberales ¨Clos parlamentos, los sistemas de elecci¨®n, la aplicaci¨®n de las reglas mayoritarias, la Constituci¨®n de los gobiernos, las reglas de la deliberaci¨®n p¨²blica, la interpretaci¨®n de los derechos fundamentales¨C tienen que quedarse igual a como fueron hace dos siglos fabricadas.
No siempre fue as¨ª. En los siglos XVIII y XIX, se hablaba de pol¨ªticos, claro, pero no menos que de los grandes arreglos constitucionales. Es de lo que discut¨ªan Bentham y Mill, y ni que decir los fundadores norteamericanos. Pero ahora este sistema que crearon ellos vuela a altura crucero, como si nada lo afectara.
Los dem¨®cratas de hoy rechazan las amenazas de afuera ¨Cel populismo, la polarizaci¨®n, las noticias falsas¨C, de los que no quieren democracia, pero olvidan o subestiman los problemas a su lado de la cancha.
Olvidan que, por su dise?o pesado, la democracia es incapaz de proporcionar resultados r¨¢pidos. Con sus m¨²ltiples instancias, negociaciones, intereses, es lenta con la injusticia. Es recalcitrante y elitista. Omiten que a veces resulta que las libertades ¨Cde expresi¨®n, de asociaci¨®n, de propiedad, de creaci¨®n intelectual¨C tambi¨¦n se usan para oprimir.
No es de sorprender que no puedan dialogar con quienes amenazan a la democracia ¡°desde fuera¡±. Se trata, afirman, de gente que ha perdido la raz¨®n. Lo inquietante es que casi nadie ha perdido la raz¨®n. Lo perturbador es que casi siempre la gente hace las cosas porque tiene razones. A un joven de hoy sin ning¨²n chance real en la vida, la democracia tiene que prometerle algo diferente a que tendr¨¢ muchas libertades que de todos modos no podr¨¢ usar. Solo que es m¨¢s llevadero pensar que hay un mundo ¨Cel mundo de Trump, Milei y Bolsonaro¨C que solt¨® los estribos, y que nosotros estamos a salvo del otro lado.
La democracia necesita autocr¨ªtica. Para conseguir superar la inacci¨®n democr¨¢tica, quiz¨¢s lo importante sea adquirir conciencia acerca de que tambi¨¦n las instituciones democr¨¢ticas pueden cambiar. Que no est¨¢n grabadas sobre roca. Que nunca lo estuvieron. Que nuestras teor¨ªas m¨¢s adoradas pueden necesitar revisi¨®n.
Lo contrario a la inacci¨®n democr¨¢tica es la innovaci¨®n democr¨¢tica. La innovaci¨®n democr¨¢tica es una nueva disciplina con sus autores, practicantes y literatura propia. La innovaci¨®n democr¨¢tica es un nuevo campo de la acci¨®n pol¨ªtica que aboga por la reforma de algunos aspectos, incluso estructurales, de nuestros edificios democr¨¢ticos contempor¨¢neos. Cuestiona, por ejemplo, que nuestros representantes deban siempre ser elegidos. ?Por qu¨¦ no elegirlos de manera aleatoria? Disputa que siempre debamos votar por un candidato o por un partido. ?Por qu¨¦ no otras opciones que nos permitan jerarquizar nuestras preferencias, o graduarlas? Critica las jefaturas unipersonales de nuestros gobiernos actuales. ?Por qu¨¦ no delegar algunas administraciones en cuerpo plurales? Replica a que en Sillicon Valley sean decididas las reglas principales de nuestro debate p¨²blico. ?Por qu¨¦ no tomarnos en serio los algoritmos de las redes sociales y regularlos por nuestra cuenta, como hacemos con cualquier otro servicio p¨²blico?
El nuevo cat¨¢logo institucional de la democracia deliberativa presenta buenas oportunidades.
La democracia deliberativa es una teor¨ªa acerca de la legitimidad pol¨ªtica. Lo que legitima la pol¨ªtica, nos dice, son las razones, no los votos ni las mayor¨ªas. A falta de razones, y aun en presencia de votos y mayor¨ªas, no tenemos sistemas leg¨ªtimos. Ni siquiera el respeto por las minor¨ªas puede alcanzar estas demandas de legitimidad. Tambi¨¦n las mayor¨ªas requieren y merecen razones.
La consecuencia institucional de todo esto es que tenemos que mejorar las razones y, sobre todo, nuestra capacidad de razonar en una democracia. El uso creciente del sorteo pol¨ªtico en el mundo para que grupos de ciudadanos aleatoriamente elegidos puedan dedicar tiempo a razonar y a escuchar las razones de los otros, es un ejemplo. De las asambleas aleatorias y deliberativas que nacieron en British Columbia hace veinte a?os, se han realizado con ¨¦xito en pa¨ªses europeos como Francia, B¨¦lgica e Irlanda, y comienzan a formalizarse en otras partes del mundo, se pueden decir muchas cosas buenas. Se puede decir que son representativas. Se puede decir que dignifican a la ciudadan¨ªa al llamarla a cumplir un papel pol¨ªtico significativo. Se puede decir que alcanzan acuerdos mejor que los pol¨ªticos. Se puede decir que recuperan el ideal ateniense de que quien puede ser mandado, puede tambi¨¦n mandar.
Pero hoy quisi¨¦ramos decir que son un freno a la inacci¨®n democr¨¢tica, porque permiten abordar asuntos que los pol¨ªticos no quieren tratar, y abordarlos mejor, con una mejor deliberaci¨®n. Deber¨ªamos darles una oportunidad.