El comod¨ªn de Franco
Algunos dibujantes de c¨®mic han encontrado en las historias de sus abuelos un tesoro argumental y sus libros est¨¢n conquistando a lectores insospechados. No son panfletarios, ni partidistas, no est¨¢n haciendo campa?a sino justicia
A Domingo, el abuelo de la artista Mar¨ªa Herreros, le gustaba ir al campo con peladuras de fruta para ech¨¢rselas a los animales, que le sal¨ªan al paso porque lo conoc¨ªan. Luego regresaba trayendo hierbas para las vecinas, lavanda, espliego, manzanilla. A la nieta, ese abuelo que prefer¨ªa la libertad de los paseos solitarios al gregarismo del bar le provocaba fascinaci¨®n. Con los a?os ha podido desentra?ar el misterio: la madre de la ilustradora puso en sus manos el diario que el abuelo escribi¨® en guerra, el relato de un muchacho todav¨ªa adolescente al que el 36 sorprendi¨® haciendo la mili en Valencia. Durante los siguientes cinco a?os ya no pudo soltar el fusil: despu¨¦s de la guerra, el castigo por haber luchado en el bando republicano. El diario ilustrado, Un barbero en la guerra, es el testimonio ¨²nico de un joven al que la contienda y la represi¨®n le arrebatan la juventud, tambi¨¦n la narraci¨®n del compa?erismo, de la conciencia del chico de pueblo por las cosechas sin recoger y del cari?o que siente hacia los animales que acompa?aban al batall¨®n. El relato de un soldado pacifista. Mar¨ªa ha descubierto al joven que escrib¨ªa cartas de amor a su novia, al muchacho que tras presenciar el horror ya no pudo volver a ser el mismo. Dice Herreros que por momentos llor¨® al ilustrar estas palabras, y no extra?a: el coraz¨®n de dos generaciones late acompasado en el relato del joven soldado y en los dibujos de Mar¨ªa, que traduce con arte unas palabras que suenan a riguroso presente.
Otro ejercicio ejemplar de memoria ha sido el que ha surgido de la colaboraci¨®n entre el dibujante Paco Roca y el periodista Rodrigo Terrasa. El abismo del olvido sigue los pasos de Pepica, una anciana que lucha contra las rocosas barreras burocr¨¢ticas para que se exhumen los restos de su padre, fusilado tras la guerra y arrojado a una fosa com¨²n en el cementerio de Paterna, poblaci¨®n valenciana en la que se fusil¨® a 2.238 personas; el lugar, despu¨¦s de Madrid, con m¨¢s ejecuciones de Espa?a. Esta novela gr¨¢fica es la historia de Pepica, de tantas otras, y del sepulturero que trata, jug¨¢ndose la vida, de ordenar los cad¨¢veres y rescatar objetos de los muertos, un bot¨®n, un cord¨®n, un sonajero, que se han de convertir en talismanes del dolor para las familias. El dibujante cuenta con maestr¨ªa por qu¨¦ saber d¨®nde est¨¢n los restos de nuestros seres queridos apacigua nuestro dolor. La crueldad con la que fueron tratados los familiares de los derrotados debiera ser el principal motivo por el que la derecha espa?ola tratara de compensar tanto escarnio. No es as¨ª. Se comportan como dignos herederos de unos vencedores sin piedad.
Hay un tercer c¨®mic, Contrapaso. Los hijos de los otros, de la autora Teresa Valero, que nos sit¨²a en el Madrid de los cincuenta en el que dos periodistas, un hijo de republicano y otro de falangista, investigan sucesos y nos introducen en las miserias de la dictadura: de la psiquiatr¨ªa como instrumento de control a la construcci¨®n clandestina de chabolas en la periferia, de seguir el rastro a un asesino de mujeres a las primeras publicaciones prohibidas que sal¨ªan de las c¨¢rceles. Si quieren visitar ese Madrid de posguerra pi¨¦rdanse en estas p¨¢ginas tan bien documentadas.
Estos y otros dibujantes han encontrado en las historias de sus abuelos un tesoro argumental y sus libros est¨¢n conquistando a lectores insospechados. No son panfletarios, ni partidistas, no est¨¢n haciendo campa?a sino justicia. ?Por qu¨¦ la derecha espa?ola es tan reacia a recompensar a los vencidos? No perciben que hay ahora una generaci¨®n que desea rescatar del olvido a sus antepasados, sacarlos, aunque sea a trav¨¦s de sus dibujos, de la fosa com¨²n de la historia. Pero c¨®mo esperar sensibilidad en quien dice (el inefable Garc¨ªa-Gallardo) que el Gobierno para tapar sus miserias ¡°recurre al comod¨ªn de Franco¡±. No es S¨¢nchez, amigo, es una parte del pueblo.
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