Vida fren¨¦tica en la ciudad
Los lectores escriben sobre la soledad en las grandes urbes, las v¨ªctimas palestinas de la guerra en Gaza, la situaci¨®n de la pobreza en Espa?a, la adicci¨®n al m¨®vil, y los valores que transmiten los padres a sus hijos en el deporte
Miro a la calle por la ventana. Capta mi atenci¨®n una se?ora que les dice a sus hijos: ¡°Venga, que perdemos el bus¡±. Una frase habitual que, sin saber por qu¨¦, me despierta recuerdos de mi vida en Madrid, la vida de un chico de pueblo en la gran ciudad: el se?or que me empuja corriendo en las escaleras del metro, caras angustiadas por la calle que me obvian cuando paso a su lado, ancianos sentados en el parque que no reciben un ¡°buenos d¨ªas¡±. Con raz¨®n la gente que vive en grandes ciudades es la que m¨¢s soledad siente. El entorno que generan es fren¨¦tico. Todo debe ser instant¨¢neo. Sin ser conscientes, estamos rompiendo lazos fundamentales que nos unen a los unos con los otros. Si esta es la libertad de la que habla Ayuso, creo que tengo que aprender a ser libre.
Francisco Jos¨¦ Jim¨¦nez P¨¦rez. Madrid
El valor de la vida
Algunos diarios comentan c¨®mo la muerte de siete cooperantes internacionales de la ONG World Central Kitchen, del chef Jos¨¦ Andr¨¦s, supone un giro de guion en la guerra en Palestina, especialmente respecto al posicionamiento de Occidente. Han muerto m¨¢s de 30.000 palestinos desde hace seis meses; por tanto, es f¨¢cil calcular cu¨¢nto vales a nivel medi¨¢tico en funci¨®n de d¨®nde has nacido. En el caso que nos ocupa, una vida palestina tiene el valor medi¨¢tico equivalente a 0,000233 respecto a una vida occidental.
Jaume Enciso. Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)
Al tirar la basura
¡°Disculpa¡±, le digo asombrada e incr¨¦dula, y el chico da un ligero salto hacia atr¨¢s, sacando la cabeza del interior del contenedor, para dejarme echar la bolsa de basura que llevo en la mano. Ha pasado m¨¢s de una d¨¦cada de aquella escena que presenci¨¦ por primera vez y que hoy resulta habitual. Ya no sorprende que alguien hurgue entre los desperdicios de la ciudad. Pero que una acci¨®n sea frecuente no implica normalidad.
Inma S¨¢nchez Lluch. Valencia
Mejor sin m¨®vil
En un tren, no importa d¨®nde, levanto la cabeza del m¨®vil y me percato. Todos los viajeros enganchados al m¨®vil como si de un ap¨¦ndice o soporte vital de nuestros cuerpos se tratara. Pienso en lo que nos perdemos: observar el paisaje que nos regala la primavera, pensar sobre la vida, sin mediaci¨®n de pantallas o imaginar una mejor. La adicci¨®n y la sobreestimulaci¨®n constante que producen los smartphones deber¨ªa preocuparnos m¨¢s. Volvamos a disfrutar de lo simple, del entorno y de la mejor compa?¨ªa posible: la propia.
Eduardo Rojo Revenga. Valladolid
?Padres o monstruos?
No s¨¦ c¨®mo se debe sentir aquel ni?o que est¨¢ jugando al f¨²tbol cuando tiene el bal¨®n y, por error, toca a su contrincante y hace una falta. Parece ser que el f¨²tbol ya no es un deporte de contacto. Un ni?o, adem¨¢s, al que le tocar¨¢ escuchar c¨®mo la tribuna se le viene encima; como monstruos que salen de la oscuridad, sacando de su ser frases incomprensibles, con una lengua tan larga que pareciera que echase veneno y fuego a la vez. Quiz¨¢s esa sea la forma de desahogarse (con el equipo contrario) de sus vidas de mierda.
Angelina L¨®pez. La Garriga (Barcelona)
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