La ideolog¨ªa de videojuego de Elon Musk
El due?o de la red social X reduce su ataque a la democracia brasile?a a una disputa entre avatares
La embestida de Elon Musk contra el magistrado del Tribunal Supremo brasile?o Alexandre de Moraes apunta a un mundo espantoso. Tenemos lo obvio, un multimillonario interviniendo en el Poder Judicial de otro pa¨ªs. Pero esto, aunque repugnante, no es nuevo. Desde que existe el capitalismo, personas como Elon Musk han tenido un enorme poder sobre gobiernos, parlamentos y judicaturas. Esta vez, Musk ha acusado a un juez de ser un ¡°dictador¡± y ha pedido su ¡°destituci¨®n¡± por ¡°censurar¡± perfiles en Twitter. La acci¨®n ha movilizado a la extrema derecha internacional en torno a la causa del expresidente Jair Bolsonaro, cada vez m¨¢s cerca de la c¨¢rcel. El magistrado, por su parte, ha respondido p¨²blicamente a la provocaci¨®n. Tanto, que la prensa se refiere al episodio como ¡°el enfrentamiento entre Musk y Moraes¡±, como si se tratara de un duelo entre ambos. Pero la democracia no deber¨ªa tratar de individuos, que es exactamente lo que exigen las redes sociales. Al embestir personalmente contra un magistrado brasile?o, Musk reduce su ataque a la democracia a una disputa entre avatares. Es aterrador que nuestro presente y nuestro futuro est¨¦n en manos de una trama de videojuego y que quienes nos representan no est¨¦n preparados para afrontarlos.
La estrategia de Elon Musk de comprar Twitter para tener su propia realidad ¡ªdonde (casi) todos jugamos¡ª es lo que mejor muestra su visi¨®n del mundo. Si nos fijamos en los que podr¨ªamos llamar multimillonarios cl¨¢sicos, la generaci¨®n anterior a la del Silicon Valley, eran unos c¨ªnicos. Sab¨ªan qui¨¦nes eran y por qu¨¦ hac¨ªan lo que hac¨ªan. La novedad de una figura como Elon Musk es que representa esta ¨¦poca particular. Musk cree que es un visionario, que es m¨¢s listo que todos, que hace m¨¢s que cualquiera y, sobre todo, que es un h¨¦roe. En la lucha del bien contra el mal, sin duda cree que es el bien. Muchos afirman que solo lo mueve el beneficio. Es peor: lo mueve creerse un dios humano en medio de una especie en peligro que ¨²nicamente ¨¦l y su visi¨®n superior pueden salvar.
Solo se puede entender la trayectoria de Elon Musk, sus bravuconadas y su errancia con la l¨®gica de los videojuegos. En la biograf¨ªa escrita por Walter Isaacson hay aspectos estremecedores. Las personas son jugadores desechables y, excepto su familia, cualquier ser humano no es m¨¢s que un insecto que, si zumba fuera de tono, es aplastado. Pero el episodio m¨¢s emblem¨¢tico es que, en plena pandemia de covid-19, se negara a cerrar su f¨¢brica de Tesla en Fremont, California, y consiguiera un acuerdo con el Gobierno local para mantenerla abierta. Eso en un pa¨ªs que se enorgullece de ser la democracia m¨¢s s¨®lida del mundo (o se enorgullec¨ªa, hasta el episodio del asalto al Capitolio).
Es posible que Elon Musk piense que Donald Trump y Jair Bolsonaro son basura, pero basura que sirve temporalmente a sus prop¨®sitos: la ¡°libertad¡± de hacer lo que quiera, sin importarle los l¨ªmites impuestos por gobiernos o instituciones. La diferencia con sus predecesores es que no hay un toma y daca, solo superaci¨®n y eliminaci¨®n. El videojuego es diferente de los juegos cl¨¢sicos de poder.
Elon Musk no es de extrema derecha, Elon Musk solo es del partido de Elon Musk. Si es peor que un Rothschild o un Rockefeller, dif¨ªcil saberlo. Pero el poder de destrucci¨®n del hombre que planea salvar a la humanidad llev¨¢ndosela ¡ªuna peque?¨ªsima parte¡ª a Marte en sus cohetes es mucho mayor. La ¨²nica manera de plantarle cara es hacer lo contrario de lo que hizo el magistrado del Supremo brasile?o. Personificar la democracia, erigirse en justiciero para enfrentarse al malvado multimillonario, es hacerle el juego a Musk. Y en este juego es imbatible. En un mundo de avatares, la ¨²nica forma de resistir es haciendo algo que los avatares no entienden: comunidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.