Tiempos para el peligroso pacifismo
Como ha sucedido otras veces a lo largo de la historia, hoy es preciso un liderazgo fuerte que cuestione seguir alimentando el ciclo de la guerra y busque alternativas
El exdiplom¨¢tico estadounidense Philip Marshall Brown se quejaba en 1915 en la prestigiosa revista The North American Review de que su pa¨ªs estaba siendo ¡°bombardeado por panfletos, discursos, sermones y art¨ªculos en la prensa que tratan de demostrar que la presente guerra es el resultado del militarismo¡±. Brown quer¨ªa denunciar los peligros del pacifismo, esencialmente su ingenuidad y falta de realismo a la hora de analizar las razones de la Gran Guerra, predicar el internacionalismo y oponerse a la intervenci¨®n de Estados Unidos en ella. A juzgar por la suerte de algunos de sus coet¨¢neos que terminaron en la c¨¢rcel por defender la paz, el pacifismo genera algo m¨¢s que incomodidad en tiempos de guerra, percibi¨¦ndose como un peligro por parte de los gobiernos. La historia se repiti¨® durante la II Guerra Mundial, la guerra de Vietnam y otros conflictos m¨¢s recientes y de nuevo hoy, en una Europa que varios l¨ªderes pol¨ªticos definen como ¡°preb¨¦lica¡±, merced al expansionismo ruso y las reverberaciones del conflicto en Oriente Pr¨®ximo. Quienes plantean la necesidad de encontrar una soluci¨®n diplom¨¢tica al conflicto entre Rusia y Ucrania ya no son calificados solamente de ingenuos, sino de estar a favor del enemigo, en este caso el Gobierno ruso. De un modo similar, en muchos pa¨ªses quienes se han manifestado por la paz en Gaza han sido percibidos como c¨®mplices del terrorismo de Ham¨¢s.
Un somero repaso a la historia contempor¨¢nea del pacifismo muestra c¨®mo la efervescencia pacifista que vivieron Europa y Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX fue sustituida por la ¡°glorificaci¨®n¡± de la guerra, ¡°sola higiene del mundo¡±, que declaraba la vanguardia futurista en la d¨¦cada de los 1910, en los albores de la Primera Guerra Mundial. Los esfuerzos de las numerosas sociedades y peri¨®dicos pacifistas fundados en las d¨¦cadas anteriores por librepensadores y hombres de negocios, motivados por el hartazgo tras las guerras napole¨®nicas, la de Crimea, la guerra civil norteamericana y otros conflictos, sirvieron de poco. La intensa labor de personalidades como la austr¨ªaca Bertha von Suttner tampoco logr¨® detener la en¨¦sima deriva belicista que iniciaron las potencias europeas. Von Suttner, activista pacifista y autora de la influyente novela ?Abajo las armas!, se cruz¨® con el inventor sueco Alfred Nobel en Par¨ªs, iniciando con ¨¦l una correspondencia que muy probablemente le anim¨® a legar una parte de su patrimonio a premiar anualmente la labor pacifista. Las llamadas a los trabajadores a abrazar la causa internacionalista y no alinearse con los proyectos imperialistas de sus respectivos gobiernos nacionales fracasaron. El pacifismo, muy asociado a la causa obrera y el feminismo, pas¨® a ser perseguido por los gobiernos. Sirva de ejemplo la popular anarquista y feminista estadounidense Emma Goldman, que fue enviada a prisi¨®n por conspirar contra el servicio militar obligatorio en 1917 en su pa¨ªs. O la militante feminista y pacifista francesa H¨¦l¨¨ne Brion, encarcelada ese mismo a?o por distribuir ¡°propaganda derrotista¡± en el suyo.
Por otra parte, el mismo a?o en que Marshall Brown firmaba su art¨ªculo y decenas de miles de j¨®venes se desangraban en las trincheras europeas, Mohandas Karamchand Gandhi regresaba a la India junto a su esposa, Kasturba Makhanji, tras una larga estancia en Sud¨¢frica. All¨ª emprender¨ªa la mayor campa?a de resistencia pac¨ªfica de la historia moderna y contempor¨¢nea. Paso a paso, a lo largo de tres d¨¦cadas y sin utilizar la violencia, condujo a la naci¨®n asi¨¢tica hacia la independencia del Imperio brit¨¢nico. Inspirado en el primer cristianismo que conoci¨® a trav¨¦s de los escritos de autores pacifistas como el ruso L¨¦on Tolst¨®i, pero igualmente en el concepto hind¨² de ahimsa o no violencia y respeto a la vida, supo convencer a millones de indios para poner en pr¨¢ctica los principios de lo que denomin¨® satyagraha o ¡®fuerza de la verdad¡¯. Bajo la premisa de que la enemistad termina desvaneci¨¦ndose ante la justicia y la no violencia, el movimiento implement¨® un conjunto de acciones de desobediencia civil: desde la negativa a acatar el monopolio de las autoridades brit¨¢nicas sobre la sal, recogiendo sal ilegalmente, hasta el boicot de los textiles importados de la metr¨®polis, tejiendo sus propias telas.
La victoria de Gandhi y su movimiento sobre la ocupaci¨®n brit¨¢nica suele considerarse una victoria del pacifismo. Durante d¨¦cadas, esta proeza, con todas sus posibles sombras, sirvi¨® de ejemplo a otras naciones oprimidas e inspir¨® a otros l¨ªderes emancipadores del siglo XX como Martin Luther King Jr., Th¨ªch Nh?t H?nh o Nelson Mandela. Teniendo en cuenta el resurgir del nacionalismo y el belicismo que experimentamos, no s¨®lo en Europa, sino en otras regiones del mundo, no debe sorprender que el actual Gobierno indio trate de restar protagonismo a Gandhi para d¨¢rselo a figuras como Subhas Chandra Bose. Fundador del Ej¨¦rcito Nacional Indio, Bose solicit¨® la ayuda de las potencias del Eje para liberar a la India por la v¨ªa militar, aunque no logr¨® materializar esta intervenci¨®n.
Desde determinada perspectiva nacionalista, y todav¨ªa m¨¢s en un contexto preb¨¦lico o b¨¦lico, el pacifismo poco tiene de noble o loable y se asocia m¨¢s bien a la cobard¨ªa y la traici¨®n a la patria. As¨ª lo vivi¨® tambi¨¦n el monje vietnamita Th¨ªch Nh?t H?nh, fundador del budismo comprometido, que ejerci¨® su activismo pacifista durante la guerra de Vietnam. La negativa de Nh?t H?nh a tomar partido por uno u otro bando mientras realizaba labores humanitarias en ambos, le vali¨® la condena tanto del r¨¦gimen pro-estadounidense de Vietnam del Sur como de los comunistas del Norte, oblig¨¢ndolo eventualmente a refugiarse en Francia. En Sintiendo la paz, escribe: ¡°Debe haber personas que puedan relacionarse con ambas partes, comprender el sufrimiento de cada una, y contarle a cada parte sobre la otra [¡ y as¨ª] ayudar a promover el entendimiento, la meditaci¨®n y la reconciliaci¨®n entre naciones en conflicto¡±.
El reverendo y activista Martin Luther King Jr., a quien Nh?t H?nh dirigi¨® una carta conmin¨¢ndole a denunciar abiertamente la guerra en Vietnam, vio su popularidad seriamente mermada cuando expres¨® su condena de la intervenci¨®n estadounidense en su famoso discurso en la iglesia Riverside de Nueva York en 1967. Diarios como The New York Times y The Washington Post, que lo hab¨ªan apoyado hasta ese momento en su lucha por los derechos civiles de la poblaci¨®n afroamericana, lo criticaron por ligar dos causas presuntamente distintas: los derechos civiles y la guerra en Vietnam. Para King, el racismo, el militarismo y la pobreza se hab¨ªan convertido en parte del problema. Al igual que Gandhi, que muri¨® asesinado a manos de un nacionalista hind¨² en 1948, King pag¨® con su vida por sus ideales pacifistas y universalistas. Su asesino confeso, James Earl Ray, un exconvicto supremacista blanco, reivindic¨® posteriormente su inocencia, dando lugar a todo tipo de especulaciones sobre la implicaci¨®n del gobierno de Estados Unidos en el magnicidio. Una controversia similar a la que sigue generando el asesinato del pacifista y primer ministro sueco Olof Palme en 1986, a pesar de su resoluci¨®n formal.
Buscar la paz es una actividad tan arriesgada como indispensable. Urge en estos momentos un liderazgo pacifista fuerte que cuestione la necesidad de seguir alimentando el interminable ciclo de la guerra y evoque, por lo menos, la posibilidad de encontrar otros cauces para resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania y el que atenaza a Oriente Pr¨®ximo.
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