Hambre de inmortalidad
Lo de apasionarse con el deseo de durar para siempre, no importa si en forma carnal o espiritual, o simplemente en la memoria fr¨¢gil de la especie, est¨¢ muy bien
Aprovechar¨¦ para revelar que profeso una disposici¨®n suspicaz, de una suspicacia a la guipuzcoana, envuelta en silencio y disimulo, frente a los hombres temperamentales, de presunto car¨¢cter fuerte, a la manera de Unamuno, a cuyos libros, no obstante, vuelvo de vez en cuando. Me he acordado estos d¨ªas del ¡°hambre de inmortalidad¡± a que ¨¦l se refiere en el cap¨ªtulo III de Del sentimiento tr¨¢gico de la vida, un libro que, sin ¨¢nimo de ofender (y si ofendo, me da igual), a m¨ª siempre me ha parecido bastante c¨®mico. ?Lo tendr¨¦ por eso tan subrayado y rele¨ªdo? Lo de apasionarse con el deseo de durar para siempre, no importa si en forma carnal o espiritual, o simplemente en la memoria fr¨¢gil de la especie, est¨¢ muy bien. Es innegable la evidencia de su provecho civilizatorio. El apetito de eternidad estimula la acci¨®n creativa; por eso, aunque estoy lejos de padecerlo, lo perdono f¨¢cilmente a condici¨®n de que conduzca a resultados de inter¨¦s cient¨ªfico y cultural. No ignoro el m¨¦rito de eludir el efecto corrosivo del tiempo de quienes se perpetuaron unos cuantos siglos en una pir¨¢mide de Egipto, en un arco de triunfo o en 32 sonatas para piano. La mayor¨ªa habr¨¢ de conformarse con un nombre y unas fechas grabados en una l¨¢pida funeraria. Claro que figurar en la antolog¨ªa del mundo supone una inmortalidad precaria de la que no suele enterarse el beneficiario. ?Qui¨¦n fue Homero, c¨®mo era la cara de Cervantes, c¨®mo sonaba la voz de Louise Farrenc? Y luego est¨¢ la parte ruin de la inmortalidad, el denominado erostratismo, por Er¨®strato, que peg¨® fuego al templo de Artemisa para que la posteridad hablase de ¨¦l. Hay muchos de su cala?a: el que mat¨® a Lennon, el que desat¨® la Shoah y tantos otros cuya crueldad se estudia en los colegios. Uno prefiere vivir exento del apetito aquel que dec¨ªa Unamuno, disfrutar de lo disfrutable, no hacer da?o a nadie y salir de escena con elegante aceptaci¨®n cuando llegue la hora.
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