El ¨²ltimo h¨¦roe de la retirada
El reencuentro en Catalu?a reclama saber dar marcha atr¨¢s mucho m¨¢s que el empecinamiento en aquello que no conduce a ning¨²n lugar
El escritor alem¨¢n Hans Magnus Enzensberger acu?¨® en 1989 una de las m¨¢s precisas y elegantes definiciones del sujeto hist¨®rico providencial: el h¨¦roe de la retirada. El hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y su mundo le proporcion¨® material m¨¢s que suficiente para elaborar aquella magn¨ªfica muestra de trabajo de escritor e intelectual capaz de acercarse a la realidad con ojos nuevos. Y, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, encontrar c¨®mo formularla con elegancia para entregarla a un p¨²blico inquieto pero falto de la...
El escritor alem¨¢n Hans Magnus Enzensberger acu?¨® en 1989 una de las m¨¢s precisas y elegantes definiciones del sujeto hist¨®rico providencial: el h¨¦roe de la retirada. El hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y su mundo le proporcion¨® material m¨¢s que suficiente para elaborar aquella magn¨ªfica muestra de trabajo de escritor e intelectual capaz de acercarse a la realidad con ojos nuevos. Y, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, encontrar c¨®mo formularla con elegancia para entregarla a un p¨²blico inquieto pero falto de la perspectiva suficiente para definir lo que estaba sucediendo. De Jruschov a Gorbachov y Jaruzelski no fueron los militares ni los grandes dirigentes a caballo los que permitieron desmantelar un sistema fallido, acabado y nefasto para sus poblaciones y el mundo en general. No por casualidad Adolfo Su¨¢rez figur¨® en la lista que el alem¨¢n present¨® en su brillante texto. Todos los h¨¦roes de la retirada citados fueron personajes grises, poco motivadores de grandes movimientos de masas, pero claves en una coyuntura precisa. Lo ¨²nico que un h¨¦roe de la retirada ten¨ªa garantizado era la ingratitud de los suyos una vez culminada la tarea. Eso s¨ª, con decisiones inciertas, expresadas en un lenguaje falto de ¨¦pica y gran estilo, facilitaron la transici¨®n a una situaci¨®n nueva, y ahorraron en muchos casos el ba?o de sangre que muchos tem¨ªan. De sus decisiones no necesariamente esplendorosas no naci¨® el hombre nuevo que el r¨¦gimen que contribuyeron a desmantelar hab¨ªa prometido en su principio. Apelando a lecciones del pasado de su pa¨ªs, el escritor alem¨¢n se acord¨® hasta de Federico el Grande, el emperador prusiano tan admirado por Napole¨®n, que quiso visitar la modesta l¨¢pida de cementerio que lo recordaba. Se acord¨® tambi¨¦n del famoso te¨®rico de la guerra Carl von Clausewitz, que trat¨® de extraer lecciones de la indiscutible capacidad del emperador explicando que la operaci¨®n m¨¢s ardua del gran estratega no es lanzarse a la batalla, sino ser capaz de retirarse cuando las cosas van mal, de replegarse para recomponer la capacidad y moral de los suyos. Los personajes que Enzensberger hace desfilar ante nuestros ojos y memoria (y que el lector puede recordar porque el art¨ªculo se public¨®, en traducci¨®n de Tom¨¢s Romera Sanz, en este mismo peri¨®dico el 26 de diciembre de 1989) no resultan en su propia descripci¨®n individuos con el brillo que la historia convencional o encargada como propaganda desde arriba concede a las grandes figuras, los h¨¦roes a pie o a caballo con quienes urdir la trama que da forma a la narraci¨®n m¨¢s propia de las historias nacionales. No parece que esta fuese la motivaci¨®n de un escritor que en m¨¢s de una ocasi¨®n se atrevi¨® a desafiar opiniones bien establecidas, las de los suyos en particular.
No es casual que la afortunada met¨¢fora de Enzensberger fuese utilizada poco despu¨¦s en Espa?a para referirse a sucesos ocurridos en uno de los momentos m¨¢s delicados del posfranquismo. Dio t¨ªtulo nada menos que a un excelente libro colectivo sobre la disoluci¨®n de ETA pol¨ªtico-militar en el a?o 1982, un momento pleno de dramatismo cuyas reminiscencias benefactoras han sido rememoradas en las recientes elecciones vascas. Que algunos de los que entonces estaban en aquella senda no se atrevan o duden todav¨ªa de c¨®mo verbalizar la brutalidad de un pasado que por fortuna termin¨®, no obsta para reconocer la valent¨ªa moral de Mario Onaindia y los suyos en el momento que decidieron dejar para siempre las armas. El camino por ellos abierto permiti¨® que otros se sumasen poco a poco a la senda de una dolorosa y deseable reconciliaci¨®n.
Ocurre en ocasiones que los h¨¦roes de la retirada no son conscientes de su lugar en la historia o no son capaces de rectificar mientras los suyos se mantienen todav¨ªa a la espera del ¨²ltimo gran gesto. No es ninguna novedad. Algunos de los personajes citados por el escritor alem¨¢n guardaron un herm¨¦tico silencio mientras meditaban qu¨¦ hacer y se aprestaban a imaginar de qu¨¦ forma el muro en mala hora construido deber¨ªa ser demolido. Es el caso del h¨²ngaro Janos Kadar, figura clave en la composici¨®n del significado profundo e inquietante de aquel art¨ªculo inspirador. Puede que tardasen tiempo en percibir la naturaleza de su error, que no encontrasen la caja de las herramientas para rectificarlo, hasta pasado un tiempo de ahondar en su fuero interno buscando unos miligramos de fuerza moral, aquel rescoldo que no se hab¨ªa apagado del todo frente al fracaso completo de la causa que en el pasado defendieron y de los errores que cometieron mientras la serv¨ªan con la obediencia debida.
Salvando todas las distancias, las elecciones catalanas perfilan en el horizonte la imagen de un futuro h¨¦roe de la retirada. Quien en un momento dado, quiz¨¢s menos por obcecaci¨®n que por el halago de los suyos, quien por una percepci¨®n limitada de las complejidades de las sociedades contempor¨¢neas tom¨® decisiones err¨®neas debe contemplar mirando el horizonte el destrozo de momentos pasados. Uno de aquellos destrozos ser¨ªa m¨¢s que suficiente para situar a cualquiera de nosotros en la posici¨®n de h¨¦roe de la retirada. Para muchos de los personajes citados por Enzensberger en un contexto bien preciso la necesidad de una retirada clausewitziana era aconsejable ante la falta de consenso social acerca de los caminos que sus sociedades deber¨ªan seguir. De no haber encontrado aquella reserva de valor moral para ordenar una retirada para la que ciertamente no hab¨ªan sido educados, el momento que la hac¨ªa posible se hubiese desvanecido, y la verg¨¹enza ca¨ªdo tarde o temprano sobre sus hombros.
El h¨¦roe de la retirada es por definici¨®n el de un momento preciso antes de regresar al paso gris de los d¨ªas. El valor que define al h¨¦roe de la retirada vale para ese momento, de ah¨ª su grandeza. En un momento concreto puede aspirar a levantar la moral de la tropa una vez esta se repone de aquellos esfuerzos que no condujeron a ning¨²n lugar. Quiz¨¢s el di¨¢logo franco de los que se situaron a ambos lados de la divisoria en 2017 podr¨ªa bastar. El reencuentro en la plaza p¨²blica exige mucho m¨¢s que el empecinamiento en sostener aquello que sabemos que no conduce a parte alguna porque no apela a todos, sino solo a una parte. No parece que el objetivo conciliador sea, sin embargo, inalcanzable. Como sucedi¨® en la d¨¦cada de 1980, el contexto plantea exigencias pol¨ªticas y morales que situar¨¢n a todos y cada uno en su lugar. Europa vuelve a soportar vientos huracanados a los que ella misma ha contribuido en el ¨²ltimo cuarto de siglo. Algunos de los conflictos presentes que seguimos en los noticiarios son insoportables para la sensibilidad que se forj¨® entonces entre tantas retiradas y muros derribados. Tambi¨¦n la supuesta imposibilidad de resolver ciertos problemas en el gallinero hisp¨¢nico resulta irritante e incomprensible para aquel que se atreve a un cierto distanciamiento. Enzensberger retrat¨® un momento preciso, el del fracaso del mundo de la Guerra Fr¨ªa, y propuso una l¨²cida manera de verlo. Aquellos que tienen en su mano tomar nota est¨¢n a tiempo de una rectificaci¨®n deseable. El h¨¦roe de la retirada debe dar ejemplo a los suyos. Los dem¨¢s, los del granito de arena, estamos moralmente preparados para bajar a la plaza com si fos un dia de festa major.
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