Rigor, verdad y emoci¨®n
Cualquier estupidez nos anima a la gresca, con lo cual, las grandes causas quedan diluidas en un ambiente miserable. Si vistes los colores de un equipo, has de asumir el pack entero sin que haya espacio para la m¨¢s m¨ªnima disidencia
Lo escrib¨ªa el novelista Richard Ford esta semana, que no cree que su pa¨ªs, a pesar del delirante estado de polarizaci¨®n, llegue a un enfrentamiento civil. Y eso no quiere decir que no se respire violencia, al contrario, la mala pol¨ªtica contribuy¨® a crear monstruos que a su vez han alimentado la mente de los conspiranoicos. Pero, se preguntaba Ford, ?qui¨¦n est¨¢ dispuesto hoy a tomar las armas que cuelgan en el trastero para marchar al frente? Se asume, de tanto en tanto, una matanza en un instituto o un asalto al Congreso (tal vez no sea el ¨²ltimo), pero hoy las batallas se libran rumiando la rabia delante de una pantalla. Hace m¨¢s de siglo y medio de la guerra civil americana, hace mucho tiempo que a los gobiernos, sean del signo que sean, les renta m¨¢s externalizar las guerras alistando a inmigrantes como soldados, una especie de integraci¨®n violenta en la patria so?ada. En ocasiones, la guerra entra en las campa?as electorales, pero no as¨ª en las casas de la poblaci¨®n, aunque algunas guerras, como entonces la del Vietnam o ahora la de Gaza, puedan convertirse en decisivas al animar a una juventud, ya de por s¨ª desencantada, a negarle el voto a Biden y, por tanto, regalarle el apoyo al grotesco payaso. Un viejo agresivo contra un viejo de mente err¨¢tica. Todo emana un aire a comedia shakesperiana, carente, eso s¨ª, de la m¨¢s m¨ªnima nobleza.
Es resbaladizo extrapolar la pol¨ªtica americana a la nuestra, pero en algo tiene raz¨®n Ford: es dif¨ªcil hoy imaginar un enfrentamiento civil en pa¨ªses como el nuestro, aunque eso no quiera decir que la imposibilidad de un debate civilizado en las instituciones no haya arrastrado a la poblaci¨®n a la simpleza partidista: desde algo tan bobo como una canci¨®n eurovisiva al reconocimiento del Estado palestino. Ya no hay causas peque?as, y cualquier estupidez nos anima a la gresca, con lo cual, las grandes causas quedan diluidas en este ambiente miserable. Si vistes los colores de un equipo, has de asumir el pack entero sin que haya espacio para la m¨¢s m¨ªnima disidencia.
Escribo esta columna sin saber qu¨¦ suceder¨¢ este domingo, pero segura de que no se puede reprochar al ciudadano que no le interese Europa, porque Europa ha sido la gran ausente del debate. La derecha, ahormada ya por la ultraderecha, ha decidido ahorrarse el trabajazo de presentar ideas acordes con la complejidad del proyecto europeo y, perezosamente, ha resumido su programa en dos patadas o en dos palabras: Bego?a G¨®mez. Que lo m¨¢s grave que ha ocurrido en Espa?a en materia de corruptelas haya sido la firma de la mujer del presidente en dos cartas de recomendaci¨®n da una idea del nivel de bajeza que se ha instalado en el h¨¢bitat pol¨ªtico.
Pero este sainete no es un g¨¦nero exclusivamente espa?ol, no nos martiricemos. Toda Europa se enfrenta a esta estrategia: la rentabilidad de alimentar el odio. La astucia del c¨ªnico que, libre ya del cors¨¦ de la moderaci¨®n, deja que el mat¨®n haga el trabajo sucio. Pero no acabo de ver claro c¨®mo la izquierda responde a esta amenaza. Con tantos asesores que rodean al presidente me pregunto si ante tal desaf¨ªo no deber¨ªa pronunciarse un discurso m¨¢s solvente. No puede ser que se repitan con machaconer¨ªa frases modeladas para que arrecien los aplausos de los ya convencidos. En alg¨²n lado debe esconderse una mente brillante, un consejero o consejera que m¨¢s que producir esl¨®ganes carentes de sustancia, escriba el discurso que la ciudadan¨ªa necesita; una persona que, lejos de engolfarse en cansinos avisos de que viene el lobo, nos explique por qu¨¦ es urgente que la ultraderecha no avance como as¨ª ha ocurrido en Italia o en Francia, por qu¨¦ Espa?a, que siempre se escuda en un t¨®pico pesimismo hist¨®rico, no puede liderar, junto con otros pa¨ªses que han jugado un papel segund¨®n, el rescate de esa Europa herida. Una mente que lejos de engolfarse en maniobras defensivas escriba discursos con rigor, verdad y emoci¨®n.
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