Nuestro Papa
Que un anciano haga un comentario poco afortunado es l¨®gico, propio de su edad. No puede convertirse en motivo para desacreditar la verdadera significaci¨®n de su historia
Aunque soy tan charlat¨¢n como cualquier mujer y a veces mariconeo m¨¢s que mis amigos homosexuales, quiero confesar aqu¨ª la simpat¨ªa incondicional que siento por el papa Francisco. Claro que esta admiraci¨®n tiene que ver con la labor que ha hecho para humanizar su Iglesia. El Vaticano es hoy un punto de solidaridad con los necesitados del mundo, m¨¢s que un aliado de los perros internacionales de presa que desatan guerras y justifican autoritarismos o desigualdades. Este cambio en la espiritualidad del Vaticano, desde luego, lo agradezco. Pero tambi¨¦n pesa mucho en m¨ª el amor que siento por mis mayores, el gusto comprensivo con el que suelo escucharlos. De las historias inolvidables que saltaban desde la butaca de mi abuela, pas¨¦ a las conversaciones con los antiguos poetas republicanos y a los recuerdos compartidos con hombres y mujeres que hab¨ªan soportado en clandestinidad la lucha contra la dictadura franquista. Vivir es hacerse poco a poco, y yo me he hecho a m¨ª mismo gracias al deseo de escuchar a mis mayores y de saber distinguir entre el grano y la paja.
Que una persona de muchos a?os haga un comentario poco afortunado es l¨®gico, propio de su edad. No puede convertirse en un motivo para desacreditar la verdadera significaci¨®n de su historia. Las frases desafortunadas sirven incluso para destapar un problema. Algunos comentarios fuera de tono de los viejos militantes me sirvieron, m¨¢s que para enfadarme, para distinguir la falsedad de ciertos j¨®venes que confund¨ªan, bajo un dogmatismo pol¨ªticamente correcto, sus idearios con una peligrosa soberbia. Quiz¨¢ algunos cat¨®licos puedan comprender ahora que no es bueno disfrazar una respetable condici¨®n homosexual con una mentirosa sonrisa de seminarista.
Un papa puede influir en pol¨ªtica, pero no es un pol¨ªtico. A la vejez del papa Francisco le perdono cosas que no puedo perdonarle a Felipe Gonz¨¢lez cuando act¨²a como un viejo lobista.
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