Desmontando a Macron
La entronizaci¨®n del presidente franc¨¦s destruy¨® a los partidos, con todos sus defectos, para naturalizar la llegada de los personalismos desaforados a la pol¨ªtica
En la ¨²ltima de sus obras maestras, Desmontando a Harry, el personaje de Woody Allen recibe una reprimenda de su hermana, que le acusa de carecer de valores y haberse rendido tan solo al nihilismo, el cinismo, el sarcasmo y el orgasmo. A lo que ¨¦l responde: ¡°Bueno, con ese lema podr¨ªa ganar las elecciones en Francia¡±. Se equivocaba solo parcialmente. Veinte a?os despu¨¦s pueden ganarse las elecciones en Francia con solo dos de esos elementos: el nihilismo y el cinismo. A nadie le pueden enga?ar esas ficciones de reforma y moderaci¨®n que la hija inteligente de Jean Marie Le Pen emprendi¨® como forma de que el electorado olvidara la infame actitud de la ultraderecha francesa durante el nazismo y la independencia de Argelia. A d¨ªa de hoy aspiran a refrendar en las legislativas su triunfo en las elecciones europeas. Habr¨¢ que tener en cuenta tambi¨¦n los errores de sus rivales, algunos de calado profundo. Y por supuesto la aportaci¨®n del presidente Macron para completar la ecuaci¨®n perfecta.
Porque Macron propici¨® una curiosa implosi¨®n de las l¨ªneas divisorias de los partidos. Su centrismo result¨® en realidad una demarcaci¨®n difusa entre los socialistas, a los que abandon¨® despu¨¦s de ser ministro con Hollande, y la derecha, a la que pertenec¨ªa por curr¨ªculum profesional. Su entronizaci¨®n destruy¨® a los partidos, con todos sus defectos, para naturalizar la llegada de los personalismos desaforados a la pol¨ªtica. Sus agrupaciones electorales siempre han llevado las iniciales de su nombre, fijando la nueva forma de hacer pol¨ªtica a trav¨¦s del partido de uno solo. Aquello no fue una buena idea, porque cuando los liderazgos se chamuscan, y en un mundo acelerado la carbonizaci¨®n de los pr¨®ceres es bastante m¨¢s veloz que la de Julio C¨¦sar o De Gaulle, lo m¨¢s saludable es que detr¨¢s quede un partido, con sus cargos medios, sus militantes de base, sus estructuras provinciales y vecinales. Los intelectuales tambi¨¦n se equivocaron cuando desacreditaron la grisura de las organizaciones pol¨ªticas ante la potencia de las individualidades. Esa receta, que es natural en el artista y el fil¨®sofo, no funciona en el servicio colectivo. Y duele decirlo, pero acierta un deportista, Mbapp¨¦ con su llamada a evitar los extremismos, donde se equivoc¨® un escritor como Houellebecq cuando atizaba los miedos a perder el sitio a manos de la inmigraci¨®n isl¨¢mica y como se equivoc¨® Ernaux cuando quiso ver en la protesta de los chalecos amarillos y su reaccionarismo rural una justificaci¨®n, de nuevo, para las violencias pol¨ªticas que ya sufrimos anta?o.
Francia es el pa¨ªs que hemos admirado rendidos durante los a?os m¨¢s importantes de nuestra formaci¨®n. Y cuando admiras no solo miras, sino que abrazas, aprendes y acoges dentro de ti. Y no vamos a parar de hacerlo. Entre otras cosas porque el oportunismo es tambi¨¦n la receta pol¨ªtica que se ha impuesto en Espa?a, donde sucede lo mismo que en Francia pero un poco m¨¢s tarde, un poco m¨¢s chapuceramente y con personajes de m¨¢s raquitismo intelectual que en el pa¨ªs vecino. Macron est¨¢ a punto de coronar una cima inc¨®moda, la de presidir una cohabitaci¨®n con la ultraderecha. El remedio es anterior a la enfermedad. Lealtad, compa?erismo, aceptaci¨®n de la derrota cuando se defiende lo cabal, esperanza y humildad. Ante la ausencia de todo esto, claro que s¨ª, Woody, se puede ganar en Francia solo con nihilismo y cinismo. A los ciudadanos les quedar¨¢ el consuelo del sarcasmo y el orgasmo.
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