Mbapp¨¦ acusa como Zola
Todos estamos llamados a participar en los asuntos pol¨ªticos porque nos conciernen
Ten¨ªa que ser en Francia donde naciera la nueva estirpe de los intelectuales. All¨ª ?mile Zola public¨® su c¨¦lebre ?Yo acuso¡! y enmarc¨® el t¨ªtulo de su art¨ªculo entre signos de exclamaci¨®n que eran m¨¢s bien de indignaci¨®n. Corr¨ªa el a?o 1898 y el escritor ¡ªya en la cumbre de su carrera literaria¡ª se atrevi¨® a denunciar el antisemitismo que hab¨ªa llevado a la injusta condena de Dreyfus. Zola tom¨® partido, se?al¨® a los responsables y arrostr¨® las consecuencias en forma de juicio y exilio. Adem¨¢s inaugur¨® una categor¨ªa: los intelectuales, un cuerpo de personas interesadas en la b¨²squeda de la verdad, con voluntad de influir en el debate p¨²blico.
Yo aplaudo a Kylian Mbapp¨¦ por ocupar ese lugar. Ya iba siendo hora de revitalizar la funci¨®n de los intelectuales, que fueron muriendo sin reemplazo en el siglo XX. Las sociedades europeas del siglo XXI no han encontrado la forma de hacerles sitio, probablemente porque son gente de matices. Los intelectuales carec¨ªan de otro inter¨¦s distinto del conocimiento y la defensa de sus ideas, a veces equivocadas; pod¨ªan no tener la pericia t¨¦cnica del experto ni la sapiencia de la academia; toda su autoridad se asentaba en la defensa de los valores; casi nunca eran pragm¨¢ticos. Demasiado complejo para un perfil de TikTok.
Mbapp¨¦ se ha pronunciado contra los extremos y no se refer¨ªa a los que corren por la banda. S¨®lo o¨ªr a un futbolista hablar de cosas distintas al f¨²tbol ya es extraordinario. Mbapp¨¦ tiene ideas, la materia prima con la que trabajaban los viejos intelectuales, desde Albert Camus a Bertrand Russell. Pero adem¨¢s tiene fama, imprescindible para hacerse escuchar en la econom¨ªa de la atenci¨®n. Claro que futbolistas con visibilidad hay muchos, aunque lo m¨¢s frecuente es que la despilfarren en una marca de coches, un local de moda o un fijador de pelo. Casi siempre cobran por ello, hasta el punto de que les resulta engorroso hacerse una foto con algo o alguien si no suena el cling-cling de la caja registradora.
No tiene nada que ganar Mbapp¨¦ con sus palabras, si acaso enemigos. Y tal vez esa sea la raz¨®n de que muchos no se atrevan, pues s¨®lo asumen el riesgo inherente a la lesi¨®n del ligamento cruzado. Ha medido con precisi¨®n el mensaje que quer¨ªa transmitir y a qui¨¦n se lo dirig¨ªa. No ha abogado expresamente por el voto a un partido y, sin embargo, su mensaje ha sido netamente pol¨ªtico: ¡°Estoy en contra de los extremos, los que dividen. Hay j¨®venes que se abstienen, quiero hacerles llegar este mensaje. Su voz s¨ª cambia las cosas¡±. A esa generaci¨®n cuyos ¨ªndices de abstenci¨®n en Francia rozan el 70% les anima a ejercer de ciudadanos, a creer en su capacidad de decidir el futuro con el voto.
La madre de Mbapp¨¦ es argelina y su padre, camerun¨¦s. ?l se crio en una de las banlieues donde a menudo la Rep¨²blica s¨®lo reparte desesperaci¨®n y juegas con m¨¢scara si te rompen la nariz. Sin embargo, ha hablado como un franc¨¦s: ¡°Quiero estar orgulloso de defender a un pa¨ªs que representa mis valores¡±. Todo intelectual que se precie descubre una paradoja. La que ¨¦l se?ala consiste en que el nacionalismo fan¨¢tico antiinmigraci¨®n traiciona los valores de Francia, aunque no deje de invocar el patriotismo. ?l es franc¨¦s de pura cepa porque defiende ¡°la mezcla, la tolerancia y el respeto¡±. No lo es por sus ra¨ªces ni por el color de su piel, sino porque quiere serlo. Si hay que ponerle una pega es no haber dicho que parafraseaba a Simone de Beauvoir: no se nace franc¨¦s, llega uno a serlo. Se identifica y se enorgullece de esos valores que est¨¢n amenazados en este cr¨ªtico momento en Francia.
La legitimidad de los intelectuales para implicarse en el debate p¨²blico reside en esa apelaci¨®n a la ciudadan¨ªa y los valores. Mbapp¨¦ interviene en calidad de ciudadano, como podr¨ªa hacerlo cualquier futbolista: todos estamos llamados a participar de los asuntos pol¨ªticos porque nos conciernen. Por eso resulta m¨¢s llamativo que aqu¨ª, sin ahorrar patetismo en el regate, algunos a¨²n esgriman falta de conocimiento pol¨ªtico para eludir pronunciarse.
Se ve que en muchos campos de f¨²tbol espa?oles a¨²n resuena el viejo consejo de Franco: ¡°Haga usted como yo, no se meta en pol¨ªtica¡±. Pero el rumor se vuelve tenue hasta apagarse cuando en esos mismos campos juegan las mujeres. Nuestras futbolistas, adem¨¢s de ser las mejores del mundo, saben utilizar la atenci¨®n que reciben para ejercer una influencia positiva en la sociedad. Lo contrario de lo que hacen muchos de ellos, que tienen al mundo entero mir¨¢ndoles y se concentran para decir una simpleza. Aitana Bonmat¨ª se sirvi¨® de su discurso al recibir el bal¨®n de oro de FIFA para reivindicar la igualdad, entre otras muchas cosas. Eso tras ganar un Mundial, cambiarse de ropa, defenestrar a un presidente de la Federaci¨®n de f¨²tbol, quitarse las botas de tacos y desencadenar un movimiento mundial contra la desigualdad en el deporte. No est¨¢ mal. Fue un trabajo de equipo, como nos ha recordado Mbapp¨¦. Porque uno solo no puede con la selecci¨®n reaccionaria global.
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