Desmontar los dobles raseros
El sentimiento de agravio comparativo recorre a una parte importante de la ciudadan¨ªa global
A juzgar por su ubicuidad, la expresi¨®n doble rasero, del ingl¨¦s double standard, est¨¢ entre los vocablos que mejor condensan el sentir pol¨ªtico de la ¨¦poca actual. Similar a la expresi¨®n doble moral, se us¨® por primera vez en los a?os cincuenta, seg¨²n el diccionario de ingl¨¦s de Oxford que la define como ¡°un conjunto de principios que se aplica de manera diferente y, por lo general, m¨¢s rigurosa a un grupo de pers...
A juzgar por su ubicuidad, la expresi¨®n doble rasero, del ingl¨¦s double standard, est¨¢ entre los vocablos que mejor condensan el sentir pol¨ªtico de la ¨¦poca actual. Similar a la expresi¨®n doble moral, se us¨® por primera vez en los a?os cincuenta, seg¨²n el diccionario de ingl¨¦s de Oxford que la define como ¡°un conjunto de principios que se aplica de manera diferente y, por lo general, m¨¢s rigurosa a un grupo de personas o circunstancias que a otro, especialmente: un c¨®digo moral que impone est¨¢ndares m¨¢s severos de comportamiento sexual a las mujeres que a los hombres¡±. Su uso se ha generalizado en numerosos idiomas para se?alar, adem¨¢s del g¨¦nero, otras discriminaciones que operan tanto en el interior de las sociedades como en las relaciones entre pa¨ªses. Como explica Coline de Senarclens, este trato diferente est¨¢ legalmente sancionado en casos como el derecho al voto, que suele excluir a los menores y los extranjeros, pero ¡°la mayor¨ªa de los dobles raseros son t¨¢citos e informales, basados en convenciones sociales y en lo que es com¨²nmente compartido¡±.
Estas convenciones se manifiestan en c¨®mo, consciente o inconscientemente, los reclutadores valoran un mismo curr¨ªculo profesional seg¨²n si el nombre es femenino o masculino. O en el modo en que las sociedades reaccionan ante expresiones de odio hacia un determinado colectivo respecto de c¨®mo lo hacen cuando es otro colectivo el agredido. O en c¨®mo, seg¨²n el origen ¨¦tnico y religioso de los perpetradores, los gobiernos etiquetan determinados actos violentos como terrorismo y otros como delitos de odio (por ejemplo, los atentados yihadistas respecto de los cr¨ªmenes supremacistas blancos). O en la firmeza con que los gobiernos responden a las acciones militares de algunos pa¨ªses (como las de Rusia en Ucrania) y la tibieza que emplean con otros (como Israel en Gaza o Arabia Saud¨ª en Yemen).
El sentimiento de agravio comparativo recorre a una parte importante de la ciudadan¨ªa global que considera que, pese a las convenciones jur¨ªdicas internacionales que reconocen derechos iguales para todos, las convenciones sociales imperantes siguen siendo las de un mundo estructurado conforme a una l¨®gica de poder predominantemente patriarcal y, a menudo, colonial occidental. Al mismo tiempo, existe otra parte significativa de esta ciudadan¨ªa que se siente agraviada por las razones opuestas. Tanto en el Norte como el Sur y el Este Global, esta parte considera que la lucha contra el patriarcado y a favor de las minor¨ªas ha ido demasiado lejos. En el Norte Global, muchos consideran, adem¨¢s, que el cuestionamiento de los valores occidentales se ha extralimitado. En todas partes, habr¨ªan surgido nuevos dobles raseros que discriminan a los individuos y colectivos ¨¦tnicos y culturales hist¨®ricamente privilegiados, desde los varones blancos en Europa y Am¨¦rica hasta los hind¨²es en la India o los malayos en Malasia.
Este choque de percepciones de la ciudadan¨ªa se refleja en una serie de posicionamientos intelectuales cruzados que refuerzan esas percepciones del p¨²blico. Por una parte, estar¨ªan los pensadores de tradici¨®n progresista cr¨ªtica que celebran una nueva ola emancipadora llamada a erradicar las diferentes formas que sigue tomando la injusticia en nuestras sociedades. Lo hacen adem¨¢s en el entendido de que el sexismo, el racismo y el clasismo se refuerzan mutuamente (lo que bell hooks defini¨® como interseccionalidad) y que no se puede combatir un tipo de discriminaci¨®n, por ejemplo la econ¨®mica, sin combatir las dem¨¢s. Piensan que la inclusi¨®n en pie de igualdad de una diversidad de apariencias, pertenencias y voces anta?o silenciadas beneficia al conjunto de la sociedad humana, tanto al interior de los pa¨ªses como globalmente, haci¨¦ndola m¨¢s libre y pr¨®spera.
Por su parte, los intelectuales de tradici¨®n conservadora e ilustrada denuncian el auge de una cultura de la victimizaci¨®n que jerarquiza a los individuos y los colectivos en funci¨®n de cu¨¢n discriminados han estado en el pasado, confiriendo mayor estatus y privilegios a los m¨¢s marginados dentro de los marginados (los ¨²ltimos ser¨¢n los primeros). Esta l¨®gica generar¨ªa una competici¨®n nociva entre colectivos victimizados, reforzando estereotipos de debilidad y desvalimiento que restan agencia a los individuos que los conforman. Es m¨¢s, sostienen pensadores como Christina Hoff Sommers, el ¨¦nfasis en mejorar las oportunidades de las ni?as estar¨ªa llevando a muchas sociedades a descuidar a los ni?os, no solo desplaz¨¢ndolos, sino imbuy¨¦ndolos de un sentimiento de culpa estructural. Del mismo modo, las pol¨ªticas de cuotas y la discriminaci¨®n positiva estar¨ªan minando la meritocracia, aupando a individuos exclusivamente por raz¨®n de su g¨¦nero, sexualidad y/o etnicidad en lugar de sus capacidades.
El principio mismo de igualdad de oportunidades estar¨ªa peligrando al discriminarse t¨¢citamente contra los varones y los colectivos ¨¦tnicos y sexuales mayoritarios. Alertan estos intelectuales contra un nuevo totalitarismo arco¨ªris que estar¨ªa poniendo en jaque la libertad de expresi¨®n, especialmente, en el ¨¢mbito cultural y educativo. Denuncian a los fascistas de la compasi¨®n, que juzgan duramente cualquier expresi¨®n presuntamente sexista, hom¨®foba o racista, pero miran para otro lado cuando una mujer acosa a un hombre o un miembro de una minor¨ªa, por ejemplo, un inmigrante, ataca a la mayor¨ªa ¨¦tnica y cultural de su entorno.
Pese a que la realidad, globalmente, demuestre lo contrario ¡ªesto es, que el poder sigue, mayoritariamente, en manos de varones y que la pertenencia a una mayor¨ªa ¨¦tnica y/o sexual implica a priori m¨¢s facilidades¡ª, no se pueden obviar las percepciones y las experiencias, por escasamente representativas que sean, de quienes se sienten v¨ªctimas de nuevos dobles raseros. Muchos ciudadanos experimentan desconcierto, rabia y miedo ante la incipiente y profunda reconfiguraci¨®n de ¡°lo com¨²nmente compartido¡± que estamos viviendo y temen por su futuro y el de su herencia cultural, incluidos sus privilegios. Si bien resulta imprescindible no plegarse ante los contraataques de estos sectores, es importante recordar que los humanos tenemos una necesidad intr¨ªnseca de visibilidad, reconocimiento y respeto para prosperar como individuos y colectivos. Es necesario tener presente que el objetivo ¨²ltimo de las luchas actuales no es desposeer a otros individuos y colectivos de ellos. La meta es lograr que nuestras convenciones sociales sean genuinamente ciegas a nuestras diversas caracter¨ªsticas individuales y grupales a la hora de valorarnos unos a otros y permitirnos ocupar espacios de poder.
Habr¨¢ quien diga que los dobles raseros son consustanciales a nuestra naturaleza, que no hubo jam¨¢s civilizaci¨®n humana cuyas convenciones no estuvieran expresa o t¨¢citamente basadas en el poder y la dominaci¨®n de unos sobre otros. Mas, desde una perspectiva humanista cr¨ªtica, no podemos abandonar la idea de que nuestras mentalidades y pactos de convivencia deben y pueden ser m¨¢s justos y respetuosos con todos, exentos de dobles raseros. Esto exige seguir investigando sobre el modo en que concebimos y ejercemos el poder en todas sus escalas, desde la personal a la pol¨ªtica y geopol¨ªtica.
Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que los comportamientos abusivos que da?an la convivencia obedecen a patrones psicol¨®gicos y sociales que se repiten en todas estas escalas. No son patrimonio gen¨¦tico de ning¨²n grupo y florecen en contextos de crisis acumuladas e incertidumbre material como el actual. A escala interpersonal, se puede contribuir a su desactivaci¨®n con distintas t¨¦cnicas, desde la comunicaci¨®n expresa de l¨ªmites hasta la escucha activa y la autorreflexi¨®n. A escala pol¨ªtica y geopol¨ªtica, desactivarlos exige un mayor esfuerzo, pero el principio ser¨ªa el mismo: firmeza desde el respeto y la empat¨ªa. Para salir del presente c¨ªrculo vicioso de enfrentamiento y guerra e iniciar otro virtuoso m¨¢s favorable al entendimiento, solo cabe perseverar en este esfuerzo de desescalada, individual y colectivamente.
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