Bandera en el balc¨®n
Digo yo que un ciudadano est¨¢ en su derecho de abrigar los fervores que se le antojen
El vecino de enfrente coloc¨® d¨ªas atr¨¢s una bandera en el balc¨®n de su casa. La sujet¨® con cuerdas a los balaustres de la barandilla. Es razonable pensar, si es que a este hombre lo mueve la raz¨®n, que desea proteger el pa?o patrio de los vientos que de vez en cuando soplan en la ciudad. Yo no ando en tratos con el Diablo Cojuelo ni con trasgos que por las noches me levanten los tejados, lo que me permitir¨ªa averiguar mil y un secretos de la gente. Tampoco soy nuevo en esto de vivir con los dem¨¢s, conque no ignoro que la exhibici¨®n de la bandera implica una forma de marcar terreno. En mi balc¨®n cuelgan unas modestas jardineras con petunias. Jam¨¢s se me ocurrir¨ªa pensar que con estos adornos estoy mandando un mensaje al mundo. Se conoce que el vecino considera pertinente anunciar a cuantos deambulan por la calle que en su domicilio mora un patriota. Digo yo que un ciudadano est¨¢ en su derecho de abrigar los fervores que se le antojen e incluso de hallar luz, esperanza y fe en el ejercicio m¨¢s o menos diario de la exaltaci¨®n al margen de festividades y sin que se entere el barrio. En sociedades conflictivas, la bandera balconil bien puede servir de salvoconducto. Ojo, no disparen, que soy de los nuestros. O bien: cuidado, que soy amigo de los que disparan. Fui testigo en el pasado de conductas similares, sobre todo en los pueblos peque?os donde todo el mundo se conoce y el control ideol¨®gico del vecindario es m¨¢s sencillo. Quiz¨¢ el vecino solo pretenda convidarnos a sentir como ¨¦l. ?O suceder¨¢ que es abuelo y sus nietos le han regalado la bandera comprada en un bazar chino? En tal caso, yo entiendo que el yayo haga aprecio del obsequio. No descartemos que el buen hombre est¨¦ tan ah¨ªto de identidad nacional que esta no le quepa en el cuerpo y, ante el riesgo de reventar, se vea obligado a exteriorizarla de un modo u otro. Quiz¨¢ crea que tiene una identidad y es la identidad la que lo tiene a ¨¦l.
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