La OTAN y su incierto futuro
Los pa¨ªses de la UE insisten en apostar por la Alianza como fundamento de su defensa, pero existen debilidades a subsanar
¡°M¨¢s grande, m¨¢s fuerte y m¨¢s unida que nunca¡±, as¨ª es como su secretario general, Jens Stoltenberg, ve¨ªa a la OTAN con ocasi¨®n de la reuni¨®n de los ministros de Exteriores que en abril celebraron los 75 a?os de su creaci¨®n. Nada cabe matizar en cuanto al tama?o, si se recuerda que de los 12 aliados iniciales se ha pasado a los 32 actuales, con algunos candidatos m¨¢s a la puerta. Pero no ocurre lo mismo con las otras dos afirmaciones.
Es obvio que, en t¨¦rminos materiales y al hilo de un desarrollo tecnol¨®gico acelerado, las capacidades militares que hoy acumulan los aliados son infinitamente superiores a las de anta?o. En todo caso, cuando ya se empiezan a definir los cazas de sexta generaci¨®n y los drones est¨¢n revolucionando el campo de batalla, la fortaleza no es por s¨ª sola una garant¨ªa de seguridad porque es una variable que, en gran medida, depende de su nivel de adecuaci¨®n para neutralizar las amenazas que afectan a los intereses de sus miembros, y de los medios con los que cuenten sus potenciales enemigos. En ese sentido, es inmediato concluir que esa aparente fortaleza euroatl¨¢ntica no ha disuadido al principal adversario potencial, Rusia, de aumentar su asertividad belicista, hasta el punto de atreverse a invadir un pa¨ªs como Ucrania y de amenazar abiertamente a los b¨¢lticos.
Por otro lado, frente a las muchas y complejas amenazas y riesgos actuales, tanto en clave de seguridad estatal como de seguridad humana, queda claro que la fortaleza militar no sirve como un b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s para poder responder eficazmente a todo aquello que nos pueda afectar. En otras palabras, de poco sirve armarse hasta los dientes, pensando equivocadamente que m¨¢s armas significa m¨¢s seguridad y que los instrumentos militares sirven para todo, mientras se desatienden las causas estructurales ¡ªsociales, pol¨ªticas y econ¨®micas¡ª que en tantas ocasiones desembocan en estallidos generalizados de violencia.
En cuanto a la unidad, y sin necesidad de comparar si la de hoy es o no mayor que la que se dio durante la crisis de los misiles de Cuba (1962), la primavera de Praga (1968) o la de los euromisiles de hace cuarenta a?os, es obligado reconocer que se trata de un valor cuestionado, y no solo con respecto a Rusia. Es cierto que, a pesar de las divergencias internas, se ha logrado mantener las formas. As¨ª, no hay ning¨²n miembro que se desmarque del compromiso adquirido en Gales en 2014 para dedicar el 2% del PIB a la defensa; pero es un hecho que el a?o terminar¨¢ con nueve pa¨ªses por debajo de dicho nivel (incluyendo Espa?a). Un dato que le sirve a personajes como Donald Trump para apuntar que anima a Mosc¨² a hacer lo que quiera con los incumplidores, en flagrante desprecio al art¨ªculo quinto de defensa colectiva del Tratado de la OTAN, pilar fundamental de su propia existencia.
Tambi¨¦n se ha conseguido sacar adelante algunas medidas de apoyo a Ucrania y sanciones contra Rusia, pero siempre a costa de rebajar el nivel de ambici¨®n, lo que, en definitiva, acrecienta la inquietud de Kiev sobre el nivel de respaldo que puede esperar y da alas a Mosc¨² para insistir en su l¨ªnea provocadora. Y es que, en el fondo, siguen persistiendo claras diferencias internas entre los europe¨ªstas, que apuestan idealmente por la autonom¨ªa estrat¨¦gica, y los atlantistas (agradecidos a EE UU por cubrirlos ante la amenaza rusa) sin que nadie se atreva a plantear una verdadera alternativa a la actual Alianza. Unas diferencias que tambi¨¦n plantean dudas crecientes sobre el rumbo a seguir, con unos aliados apostando firmemente por volver a las esencias ¡ªdefensa territorial colectiva, con Rusia como referente antag¨®nico principal¡ª y otros (con Estados Unidos a la cabeza) que ven a la OTAN como una organizaci¨®n de seguridad global, sin l¨ªmites geogr¨¢ficos ¡ªlo que puede traducirse en un mayor protagonismo aliado en la regi¨®n Indo-Pac¨ªfico, al servicio de la estrategia estadounidense de contenci¨®n de la China emergente¡ª y con una agenda abierta a otras dimensiones de la agenda de seguridad.
No estamos ya en aquello de que la OTAN es ¡°Estados Unidos dentro, la Uni¨®n Sovi¨¦tica fuera y Alemania debajo¡±; pero desde la perspectiva de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, pensando en su propia seguridad, convendr¨ªa evitar caer en un triple error. El primero ser¨ªa pensar que la subordinaci¨®n a Washington, que siempre implicar¨¢ la existencia de la OTAN, es un coste asumible a cambio de una cobertura de seguridad garantizada (recordemos a Angela Merkel reconociendo que EE UU ya no es un socio fiable). El segundo es pensar que se puede reequilibrar el maltrecho orden de seguridad continental ¡ªuna situaci¨®n de la que la Alianza (o, m¨¢s bien, EE UU) es corresponsable¡ª sin contar con Rusia. Y, por ¨²ltimo, empe?arse en creer que la OTAN es el paraguas de seguridad id¨®neo para hacer frente a todo lo que nos pase en este rinc¨®n del planeta, como si nuestros intereses estuvieran siempre alineados con los de Washington. En nuestras manos est¨¢ todav¨ªa evitarlos, apostando firmemente por una Europa de la defensa.
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