El debate | ?Debe Europa replantear su pacifismo y aumentar el gasto en defensa?
La amenaza que representa la guerra en Ucrania y las reiteradas presiones de Donald Trump para que los Veintisiete aumenten su presupuesto militar reabren la discusi¨®n sobre la seguridad estrat¨¦gica de la Uni¨®n en el siglo XXI. Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde y Tica Font ofrecen puntos de vista enfrentados sobre cu¨¢l debe ser la respuesta a este desaf¨ªo
La invasi¨®n rusa de Ucrania ha tra¨ªdo de nuevo la guerra a suelo europeo y ha obligado a los Estados miembros de la UE a plantearse cu¨¢les deben ser sus capacidades defensivas con un enemigo como Vlad¨ªmir Putin a sus puertas. Si desde la Segunda Guerra Mundial Europa hab¨ªa confiado el grueso de su defensa a Estados Unidos en el marco de la OTAN, las amenazas de Donald Trump obligan a la Uni¨®n a abordar c¨®mo reforzar la seguridad colectiva y la pol¨¦mica cuesti¨®n del gasto militar.
En nuestro debate de esta semana, el codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria, Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde, cree que ha llegado el momento de que los pa¨ªses de la UE cambien de mentalidad y piensen en la defensa como pol¨ªtica com¨²n, mientras que la investigadora del Centre Del¨¤s d¡¯Estudis per la Pau, Tica Font, considera que Europa debe aprovechar la nueva posici¨®n de EE UU para abandonar la disuasi¨®n y la imposici¨®n como instrumentos.
Europa de la defensa, antes de que sea demasiado tarde
JES?S A. N??EZ VILLAVERDE
La Uni¨®n Europea (UE) es el espacio de bienestar y seguridad m¨¢s exclusivo del planeta. Una posici¨®n a la que los Veintisiete hemos llegado como resultado de una apuesta que ahora hace aguas por diversos flancos, dado que buena parte de nuestro bienestar deriva de la dependencia rusa de hidrocarburos y de las manufacturas chinas, y gran parte de nuestra seguridad depende de la cobertura estadounidense. Dentro de ese marco, que define nuestra falta de autonom¨ªa, nos hemos recreado imaginando que somos una potencia no imperial, convencidos de que el comercio y las interdependencias con nuestros potenciales rivales y enemigos sirven como ant¨ªdoto contra la guerra y de que todos ellos comparten nuestros valores y nuestros principios.
Pero la realidad es que, frente a esa id¨ªlica enso?aci¨®n, el orden de seguridad continental ha quedado destrozado, tanto por las divergencias internas entre europe¨ªstas, atlantistas y neutrales, como por las unilaterales acciones estadounidenses en suelo europeo y el imperialismo belicista de Vlad¨ªmir Putin, con Ucrania como ejemplo m¨¢s obvio. Un panorama que expone abiertamente nuestra incapacidad para defender nuestros propios intereses con nuestros propios medios y al que se suma, con creciente inquietud, la posibilidad de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca y complete la ruptura del v¨ªnculo trasatl¨¢ntico.
Aun as¨ª, el paradigma de seguridad y defensa de los Veintisiete sigue anclado b¨¢sicamente en visiones nacionales absolutamente anacr¨®nicas que, en definitiva, se traducen en una bien visible dependencia de Estados Unidos a trav¨¦s de la OTAN. Tambi¨¦n nos hemos autoconvencido de que en nuestras sociedades posheroicas la guerra es cosa del pasado y hasta es incluso posible prescindir del instrumento militar de ¨²ltimo recurso, o al menos seguir dej¨¢ndolo en manos nacionales, como si no fuera evidente que ninguno de los ej¨¦rcitos nacionales sirve para garantizar la seguridad de su propio Estado y que la subordinaci¨®n a Washington nos arrastra a situaciones indeseables, sea en Europa o en relaci¨®n con Pek¨ªn o Mosc¨². Y as¨ª, ni la crisis econ¨®mica (2008), ni el Brexit y la pandemia (2020), ni los desplantes del primer Trump han servido para traducir en hechos la pretensi¨®n de lograr la autonom¨ªa estrat¨¦gica definida ya en 2019, m¨¢s all¨¢ de peque?os pasos en el terreno industrial de la defensa y en la creaci¨®n de algunos fondos para promover la Europa de la Defensa.
Mantener esa actitud y el actual ritmo de tortuga implica tanto aceptar que la UE acabe siendo irrelevante en el escenario internacional, como poner en mayor peligro nuestra propia seguridad, a la espera de que unos nos abandonen y otros deseen dominarnos. De ah¨ª que sea imperioso asumir la necesidad de replantear el modelo, entendiendo que no es posible garantizar la seguridad propia si no se cuenta con todos los componentes asociados al ejercicio del poder, incluyendo inevitablemente el militar. Eso no supone militarizar nuestras vidas ni querer imitar a EE UU convirti¨¦ndonos en una superpotencia militar. En t¨¦rminos conceptuales se trata simplemente de asumir que necesitamos contar con medios adecuados para poder responder aut¨®nomamente a las amenazas y riesgos de muy distinta naturaleza que pongan en peligro nuestros intereses compartidos. Y para eso no siempre basta con diplomacia y relaciones econ¨®micas, sino que tambi¨¦n precisa medios militares en todos los niveles imaginables para prevenir una guerra, o para ganarla si desgraciadamente estalla.
Ese cambio de paradigma tampoco significa, como a menudo se argumenta interesadamente, gastar m¨¢s en defensa, oblig¨¢ndose a alcanzar un tan sacralizado como inexplicado 2% del PIB nacional a dicho cap¨ªtulo. La clave fundamental para ello reside en el cambio de mentalidad, desde un trasnochado c¨¢lculo nacional hasta el comunitario, entendiendo que s¨®lo se trata de gastar mejor; es decir, de poner el esfuerzo actual al servicio de la tarea com¨²n y no al de delirios nacionales quijotescos.
La Uni¨®n Europea se prepara para la guerra
TICA FONT
La Uni¨®n Europea naci¨® con el objetivo de crear paz en suelo europeo, de impedir que volviera a haber otra guerra entre los pa¨ªses miembros. Para ello se empez¨® por interrelacionar las econom¨ªas de manera que fuera imposible un conflicto b¨¦lico. De momento podemos decir que el objetivo se ha cumplido: la receta ha demostrado ser un ¨¦xito. En el imaginario social todav¨ªa est¨¢n presentes los sufrimientos, penurias, culpas y traumas de las dos contiendas mundiales y de la colonizaci¨®n. Durante y despu¨¦s de la Guerra Fr¨ªa, los pol¨ªticos europeos han sido reticentes a involucrarse en campa?as para las que Estados Unidos requer¨ªa de su participaci¨®n: Afganist¨¢n, Irak, Libia o Siria. Hasta ahora no ha habido consenso dentro de la UE para intervenir fuera de su territorio.
La guerra de Ucrania, sin embargo, hay que situarla en el nuevo contexto mundial de fin de la era unipolar de predominio estadounidense, en un nuevo escenario de disputa por la hegemon¨ªa mundial, en concreto, de competici¨®n con China. Estados Unidos lleva a?os planteando que sus intereses se dirimen en Asia y no en Europa, por eso plantea a la Uni¨®n Europea que se encargue de su propia seguridad. As¨ª, Ucrania ha ofrecido la ocasi¨®n de plantear fuertes aumentos del presupuesto en defensa, pero para que la poblaci¨®n apoye estos incrementos ha sido y es necesario generar el temor de que Rusia invada la UE, aunque sea improbable. Se nos dice que es necesario incrementar los presupuestos de defensa de cada pa¨ªs hasta alcanzar el 2% del PIB. ?Por qu¨¦ con el 2% ya tenemos seguridad y no con el 3% o el 4%? ?Por qu¨¦ la seguridad tiene que estar ligada al ¨¢mbito militar? En el fondo, estos incrementos se dirigen a plantear que la UE debe prepararse para intervenir militarmente en el exterior, concretamente en aquellos pa¨ªses que puedan impedir el acceso a recursos estrat¨¦gicos necesarios para el mantenimiento de su econom¨ªa.
Los ciudadanos, sin embargo, no queremos la guerra y, dado que Estados Unidos quiere irse de Europa, es el momento id¨®neo para construir identidad europea fuera del esquema del uso de la fuerza militar y de la coerci¨®n como norma de relaci¨®n. Si la creaci¨®n de la Uni¨®n Europea fue todo un modelo regional econ¨®mico y social, es la ocasi¨®n de separarse de Estados Unidos y de crear un sistema menos duro de relaciones entre pa¨ªses. Es decir, de abandonar la disuasi¨®n, la imposici¨®n y la guerra como instrumentos pol¨ªticos.
La guerra de Ucrania est¨¢ tan estancada que podr¨ªamos decir que militarmente est¨¢ perdida, lo que no significa que Rusia la gane, pero ser¨¢ dif¨ªcil que Mosc¨² abandone los territorios ocupados. A Ucrania solo le quedar¨¢ la posibilidad de desestabilizar esos territorios. Cuanto m¨¢s tiempo pase, m¨¢s dif¨ªcil resultar¨¢ la negociaci¨®n para acabar con el conflicto. La guerra se inici¨® invocando la legalidad y el derecho a la soberan¨ªa y a la defensa, pero nunca se ha pensado en las personas que iban a sufrirla. Se ha defendido que esta era una guerra justa. La pregunta es: ?justa para qui¨¦n? Se han producido muertos, heridos, desplazamientos masivos de poblaci¨®n, destrucci¨®n del sistema productivo, de infraestructuras vitales, de hospitales. Como en Rusia, en Ucrania se ha aplicado la ley marcial, no hay libertad de expresi¨®n y se han suspendido las elecciones.
Cuando se alcance un acuerdo para acabar la guerra, se abordar¨¢n cuestiones como la soberan¨ªa, la desmilitarizaci¨®n de ciertas zonas o la prohibici¨®n de establecer bases de la OTAN en territorio de Ucrania. Pero es necesario ampliar el enfoque y que ese hipot¨¦tico acuerdo contemple que no pueda haber purgas, que no se imponga el silencio a los perdedores o la p¨¦rdida de derechos. Si ponemos el foco en las personas y en el respeto a la diversidad ser¨ªa conveniente empezar a buscar soluciones que las contemplen. Por ejemplo, que sin cambiar las fronteras, la regi¨®n de Donb¨¢s tenga una gesti¨®n internacional que supervise el Gobierno, los cuerpos de seguridad y la justicia. Una paz sin venganza.
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