A la playa
Estos d¨ªas azules y este sol de la infancia recuerdan la alegr¨ªa de los veranos de siempre. Me han metido prisa, quiero buscar ya, lo antes posible, la Bah¨ªa de C¨¢diz, las dunas y los pinares de Rota
La semana pasada hice la maleta y viaj¨¦ a Santander. He pasado cinco d¨ªas en el Palacio de la Magdalena, al amparo de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo. Las palabras azules del mar entraron de forma limpia en las olas de las aulas, los caf¨¦s y las conversaciones. Me sent¨ªa llegar hasta la orilla al hablar de poes¨ªa con los alumnos y recordar a Pedro Salinas, Federico Garc¨ªa Lorca, Gloria Fuertes o Jaime Gil de Biedma. ?Para qu¨¦ sirve la poes¨ªa? Tambi¨¦n entraban barcos por las ventanas del Palacio. Preguntaban por los libros que navegan entre mis manos cada vez que me tiendo a leer en una habitaci¨®n. ?Para qu¨¦ servimos usted y yo? Estos d¨ªas azules y este sol de la infancia recuerdan la alegr¨ªa de los veranos de siempre. Me han metido prisa, quiero buscar ya, lo antes posible, la Bah¨ªa de C¨¢diz, las dunas y los pinares de Rota. Se necesita el mar de los veranos como se necesita un verso para saber qu¨¦ decimos al decir soy yo, como se necesita un abrazo, un buen poema, para comprender lo que vivimos al decir te quiero.
El tiempo libre no es tiempo muerto. El tiempo pasado, tampoco. Una periodista me record¨® que se estaba celebrando la Feria del Libro en la Plaza Porticada. Camin¨¦ hacia all¨ª bajo un sol respetuoso, junto a playas colmadas de ba?istas con derecho a la alegr¨ªa. Era f¨¢cil imaginar el abrazo del agua en su piel, recordar la sensaci¨®n de sumergirse, sacar la cabeza mojada, sentir el aire libre en la imaginaci¨®n y nadar en busca de los antiguos juegos infantiles, el coche familiar del ayer, el hoy y el ma?ana, la canci¨®n del pirata, la felicidad de unas vacaciones sin suspensos ni dientes de tibur¨®n.
Por el Paseo de Pereda me acerco a la Plaza. Veo las casetas de libros, oigo el altavoz que anuncia la pr¨®xima intervenci¨®n de Leonardo Padura. Camino, siento en los pies la arena, las p¨¢ginas de espuma, la necesidad de vivir o revivir. Y cada libro aguanta su vela.
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