La sede de la creatividad humana
Al contrario que otras funciones, el pensamiento independiente de la realidad no tiene un lugar concreto en el cerebro, pero eso no impide estudiarlo
Todos vamos estando familiarizados con la manera en que los cient¨ªficos localizan en el cerebro los engranajes que componen nuestra mente. Mete a un voluntario en un tubo de resonancia magn¨¦tica funcional, ens¨¦?ale im¨¢genes, hazle escuchar melod¨ªas misteriosas, ponle a trabajar en dilemas ¨¦ticos y mira qu¨¦ ¨¢reas de su cerebro se iluminan. Sabr¨¢s as¨ª que nuestros procesadores visuales ¡ªesos que nos permiten abrir los ojos y ver el mundo sin el menor esfuerzo¡ª est¨¢n en la parte de atr¨¢s del cr¨¢neo, que las ¨¢reas auditivas se sit¨²an por encima de las orejas y que el nexo entre la raz¨®n y las emociones mapea en los l¨®bulos frontales, los que m¨¢s han crecido durante la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos.
Pero, ?qu¨¦ hay de la creatividad? ?Eso es un procesador como los dem¨¢s, cartografiable en una zona concreta del cerebro? ?Algo como un m¨®dulo extra¨ªble que podr¨ªamos conectar o apagar a voluntad? ?Algo que nos podr¨ªa aportar un chip de Elon Musk o una pastilla de Ray Kurzweil? Un momento. Mete primera y vamos a ver qu¨¦ hay de esto.
El neurocirujano Ben Shofty, de la Universidad de Utah y el Baylor College of Medicine en Houston, Texas, ha coordinado una investigaci¨®n detallada sobre la cuesti¨®n. Ha examinado a 13 pacientes mediante electroencefalograf¨ªa de alta resoluci¨®n ¡ªeso implica implantar min¨²sculos electrodos en el c¨®rtex cerebral¡ª y ha estudiado su actividad durante dos procesos que solemos asociar a la creatividad: el pensamiento espont¨¢neo y el divergente.
Y el resultado es que no, que la creatividad no ocupa un lugar espec¨ªfico en el cerebro. La cosa es m¨¢s compleja que todo eso, pero eso no significa que sea impermeable al an¨¢lisis cient¨ªfico. La clave est¨¢ en unos circuitos distribuidos por amplias ¨¢reas del cerebro que se llaman ¡°red neuronal por defecto¡± (default mode network, DMN), o red por defecto, para abreviar.
Aunque no es muy famosa, la DMN se conoce desde hace un siglo como el conjunto de ¨¢reas cerebrales que se activan cuando no est¨¢s concentrado en el mundo de ah¨ª fuera, sino perdido en tus divagaciones o so?ando despierto. Es la red neural que te independiza de la realidad, si quieres verlo as¨ª, la que usas cuando piensas, recuerdas o haces planes para el futuro. Una red importante, ?no te parece? Como ahora est¨¢s leyendo esta columna, lo m¨¢s probable es que la tengas desactivada, pero eso cambiar¨¢ si cuando acabes de leerla te hace pensar, como es mi intenci¨®n.
La mayor¨ªa de los territorios en que se subdivide el cerebro est¨¢ orientada hacia un objetivo, como ver, o¨ªr, entender el lenguaje o sentir miedo y salir pitando. Pero eso no vale para la red por defecto. Como dice Shofty, ¡°es una red que, en pocas palabras, opera todo el rato y mantiene nuestro flujo de consciencia¡±, esa especie de mon¨®logo interior que tan bien captaron Virginia Woolf o James Joyce con su t¨¦cnica narrativa y su gran inteligencia introspectiva.
En el experimento de Shofty y sus colegas, se pidi¨® a los voluntarios que hicieran una lista de nuevos usos para una silla, una taza y otros objetos cotidianos. Lo primero que se activa es la DMN, y poco despu¨¦s empiezan a iluminarse zonas bien conocidas como las implicadas en la resoluci¨®n de problemas complejos y en la toma de decisiones. Las ideas creativas surgen de una mente a la que dejamos flotar, y solo despu¨¦s se someten a un an¨¢lisis cr¨ªtico.
Una de mis an¨¦cdotas cient¨ªficas favoritas es la de Henri Poincar¨¦, que tras haber pasado meses estudiando dos cuestiones matem¨¢ticas endemoniadas se dio cuenta, justo al subir el pelda?o de un autob¨²s, de que las dos eran la misma. Quiz¨¢ estas cosas solo les pasan a los genios.
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