Campa?a en EE UU: A¨²n no hemos visto nada
Las ¨²ltimas tres semanas han deparado tantas sorpresas en la pol¨ªtica estadounidense que cabe imaginar cu¨¢ntas m¨¢s puede haber hasta las elecciones
Joe Biden apareci¨® senil y paralizado en el debate con Donald Trump que ¨¦l hab¨ªa pedido y para el que hab¨ªa marcado las reglas; para corregir el resultado, tuvo una entrevista en el canal ABC que se emiti¨® grabada y aun as¨ª empeor¨® el diagn¨®stico. Antes, hab¨ªa asistido a la reuni¨®n del G-7 en Italia, en la que desapareci¨® durante un d¨ªa entero y no se present¨® a la cena de gala ofrecida por el presidente de la Rep¨²blica; y despu¨¦s, en la cumbre de la OTAN en Washington, confundi¨® a Harris con Trump y a Zelenski con Putin. Posteriormente, ha demostrado ser un buen lector de teleprompter, pero incapaz de mantener una conversaci¨®n durante m¨¢s de unos minutos.
Mientras tanto, el Tribunal Supremo ha desviado a un tribunal inferior la decisi¨®n sobre la inmunidad de Trump en asuntos privados; se ha suspendido temporalmente el proceso por su apropiaci¨®n de documentos secretos; y se ha aplazado la sentencia por la condena del pago para silenciar su adulterio porno. Tras todo ello, fue casi asesinado, por dos cent¨ªmetros, en un mitin, y proclamado candidato en la Convenci¨®n Republicana como enviado de Dios.
Todo en apenas tres semanas. Por definici¨®n, es dif¨ªcil imaginar las sorpresas. Pero seguro las habr¨¢ m¨¢s y a¨²n mayores de aqu¨ª hasta noviembre.
En la mayor¨ªa de los pa¨ªses democr¨¢ticos, una campa?a electoral dura entre tres y seis semanas. En Estados Unidos dura diez meses, desde que empiezan las elecciones primarias. Lo normal es que nadie sea capaz de adivinar el resultado antes del mes de septiembre, como tantos profetas autoinvestidos contin¨²an intentando. Es como predecir el resultado de un partido de f¨²tbol en la media parte cuando van cero a cero.
De las ocho elecciones presidenciales de Estados Unidos que he seguido m¨¢s o menos de cerca, en dos gan¨® un candidato en minor¨ªa como resultado de la aparici¨®n de un tercer candidato (Bill Clinton gracias a Ross Perot, en 1992 y 1996), en otra gan¨® el candidato inesperado tras iniciar una guerra como respuesta a un ataque terrorista (George W. Bush, en 2004), en otra gan¨® otro candidato inesperado tras el estallido de una grav¨ªsima crisis financiera en septiembre (Barack Obama, en 2008), y en dos, el perdedor en votos populares gan¨® en el Colegio Electoral (Bush, en 2000, y Trump, en 2016). Casi todas las predicciones en julio fueron refutadas.
La desmedida duraci¨®n de las campa?as presidenciales en Estados Unidos se debe al desaforado prop¨®sito de elegir una sola persona como presidente ejecutivo con enormes poderes con solo dos candidatos, es decir, una selecci¨®n extremadamente simple e importante en una sociedad extremadamente grande y compleja. Cuando hay varios partidos en competencia, la elecci¨®n de los candidatos por los ciudadanos es menos dif¨ªcil, ya que siempre hay alguien que a cada uno le puede parecer m¨¢s fiable o menos malo. Pero con la alta polarizaci¨®n que se crea cuando solo hay dos candidatos, es m¨¢s probable que a una gran parte de los votantes les desagraden los dos.
En Estados Unidos, al registrarse como votante hay la opci¨®n de inscribirse como votante de un partido, que suele ser la condici¨®n para participar en las primarias del mismo, como independiente o como votante de terceros partidos. En los ¨²ltimos a?os, el n¨²mero de independientes ha aumentado hasta casi la mitad. Esto quita mucho valor a las encuestas que dicen, por ejemplo, que Trump cuenta con el apoyo de un 70% de los votantes republicanos, porque significa que son solo un 15% del total de votantes, lo cual no permite una predicci¨®n ser¨ªa acerca de la elecci¨®n general. El alto n¨²mero de independientes tambi¨¦n preludia una alta abstenci¨®n cuando, como ha ocurrido hasta ahora, los dos candidatos son muy rechazados.
Un postulado tradicional de la ciencia pol¨ªtica era la incumbent advantage, es decir, la ventaja del candidato que ya est¨¢ en el cargo porque puede manipular favorablemente la informaci¨®n de su gesti¨®n pasada y aparecer como el semi-malo conocido frente al bueno por conocer en la oposici¨®n. Pero en los ¨²ltimos 15 a?os, esta ventaja ha desaparecido debido a las crisis, la nueva ineficiencia de los gobiernos, las promesas y expectativas incumplidas, la p¨¦rdida de credibilidad y el voto de protesta; los gobiernos pierden m¨¢s reelecciones que nunca, aparecen nuevos partidos y candidatos y, en algunos pa¨ªses, gana el m¨¢s novato o el que siempre ha estado en la oposici¨®n. Para muchos votantes, ahora casi cualquier desconocido puede ser menos malo que un semi-malo conocido, porque este ya no es cre¨ªble. Si los candidatos fueran ahora Donald Trump y Kamala Harris, estar¨ªamos ante una situaci¨®n in¨¦dita: los dos ser¨ªan semi-malos conocidos, uno como expresidente y la otra como vicepresidenta. Un candidato nuevo podr¨ªa ser m¨¢s atractivo. Pero ser¨ªa otra gran sorpresa que todo el Partido Dem¨®crata se agrupara tras ella o ¨¦l.
Lo m¨¢s probable es que las campa?as de los pr¨®ximos tres meses tengan que centrarse en desanimar la abstenci¨®n y promover el voto al que cada uno vea como el mal menor. La campa?a de verdad empezar¨¢ a la vuelta de las vacaciones, dentro no de tres sino de seis semanas. A¨²n no hemos visto nada.
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