Illuminati y Reptilianos
Las fantas¨ªas conspiranoicas han dejado de ser cosa de los c¨®mics y han entrado en la pol¨ªtica
Estamos llegando al primer cuarto del siglo XXI, cuando el tren de la ultra modernidad pasa tan raudo que mis ojos, acostumbrados a los resplandores m¨¢s modestos del siglo veinte que ya ha muerto hace tiempo, apenas alcanzan a vislumbrar el destello de sus ventanas encendidas.
La inteligencia artificial que resuelve teoremas y compone sonetos, robots humanoides, avatares hologr¨¢ficos, drones asesinos, ataques cibern¨¦ticos capaces de paralizar el mundo, multimillonarios que se pagan paseos por el espacio ultraterrestre.
Todo estaba, de alguna manera, en las historietas c¨®micas que devoraba de ni?o hasta la madrugada, la cabeza cubierta por la s¨¢bana y alumbr¨¢ndome con un foco de mano para que mi madre no advirtiera mi desvelo vicioso: de Titanes Planetarios a Viaje a Mundos Desconocidos, a El Capit¨¢n Ciencia, donde abundaban los platillos voladores y los marcianos de color verde y cabeza de medusa, con poderes de convertir en zombis a los ciudadanos de poblaciones enteras, y a la m¨¢s inocente de las amas de casa en su agente secreto.
Pero que los dibujos planos de las historietas c¨®micas pasaran un d¨ªa a tomar volumen en el mundo de la pol¨ªtica, y aquellas fantas¨ªas llegaran a encarnar formas de ganar poder, no se me lleg¨® a ocurrir nunca entonces; y a¨²n me cuesta creerlo ahora, cuando las utop¨ªas de ayer son distop¨ªas hoy. Fantas¨ªas con clientela electoral.
Ganan asientos en los parlamentos los buleros, fabricantes de fakenews, los cosplayers, los influencers charlatanes, los fan¨¢ticos antivacunas. Toda la amplia y variada gama de conspiracionistas. Establecen como categor¨ªa ideol¨®gica la fantas¨ªa que apela a la ignorancia, y a la duda de los ignorantes, y sus fans y seguidores en las redes sociales se convierten en votantes, capaces de elegirlos.
Abundan los ejemplos, pero usar¨¦ solo uno: el de Lilia Lemoine, electa en Argentina diputada por La libertad avanza. La tierra es plana, sostiene. Y la cito textualmente: ¡°?Por qu¨¦ los gobiernos del mundo quieren ocultarle a la humanidad que la Tierra es plana y que hay una gran pared de hielo que la circunda?¡±; por esa raz¨®n no hay vuelos comerciales sobre el oc¨¦ano Pac¨ªfico. ?Surgir¨¢n, ahora, como contrapeso, los terraesferistas?
Gracias a sus m¨¦ritos cient¨ªficos, fue nombrada primera secretaria de la Comisi¨®n de Ciencia, Tecnolog¨ªa e Innovaci¨®n Productiva en la C¨¢mara de Diputados. Pero no solo afirma que la tierra es plana; tampoco cree que el hombre haya llegado nunca a la luna, otra conspiraci¨®n en la que, como en tantas otras, est¨¢n envueltas sectas secretas que pretenden dominar el mundo, y controlarnos. Como los esqueletos malvados contra los que luchaba El Capit¨¢n Ciencia.
Para los tiempos en que le¨ªa historietas c¨®micas, tambi¨¦n circulaba entre los adultos un folleto con una estrella de David en la portada, Los protocolos de los sabios de Si¨®n. Estaba lejos de llegar a existir la Internet y los bulos hab¨ªa que leerlos en papel, pero este folleto de autor an¨®nimo, que justificaba el genocidio, segu¨ªa teniendo adeptos conspiranoicos despu¨¦s del exterminio de los jud¨ªos en los campos de concentraci¨®n. Solo estoy cruzando recuerdos.
Mis historietas c¨®micas no llegaban tan lejos. Yo dir¨ªa que se trataba de extraterrestres bastante m¨¢s inocentes. En las de hoy, que difunden las redes para miles de adeptos cr¨¦dulos, las sectas que se disputan el poder mundial est¨¢n entregadas a una guerra oculta feroz, los Illuminati y los Reptilianos, pero son capaces de aliarse para conseguir sus malvados fines. Barack Obama, por ejemplo, no es mas que un reptil llegado de una lejana galaxia para disfrazarse de humano. Y lo mismo la reina de Inglaterra, que seg¨²n la teor¨ªa Quanon, muri¨® en verdad muchos a?os antes, ejecutada por sentencia de un tribunal militar que la hall¨® culpable de la muerte de la princesa Diana, y solo sigui¨® existiendo como avatar generado por ordenadores. Cu¨¢nta envidia hubieran sentido los olvidados guionistas de aquellos c¨®mics del siglo pasado.
Pero no es un asunto solo de historietas c¨®micas. La diputada Lemoine asegur¨® el a?o pasado que presentar¨ªa una ley que permitiera a los hombres renunciar a la paternidad. O sea, repudiar a un ni?o no deseado. Si defender que la tierra es plana nos lleva dos mil a?os atr¨¢s, la legitimaci¨®n de la paternidad no deseada nos devuelve al menos a la edad media.
Los conspiracionistas forman una amplia gama ideol¨®gica en la que militan con rabioso entusiasmo hom¨®fobos, antifeministas, xen¨®fobos, antinmigrantes, racistas, lo cual da peso y sustancia a la extravagancia de sus fantas¨ªas, que hacen palidecer las historietas de mi infancia. Una eficaz amalgama que se convierte en el virus m¨¢s letal que circula por los entresijos de las redes sociales, toda una cosmovisi¨®n patas arriba, seg¨²n los propios ide¨®logos conspiranoicos.
Una especie de Protocolos de los sabios de Si¨®n elevado a su en¨¦sima potencia, y capaz por lo tanto de sembrar odio racista, divisi¨®n, misoginia, machismo, desprecio a los mujeres y a los homosexuales, en medio de fantas¨ªas de tercera clase que, por el momento, se convierten en votos y otorgan poder pol¨ªtico.
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