La rebeli¨®n de los esclavos
La lucha de los excluidos por la normalidad es la ¨²nica movida esencialmente importante de esta ¨¦poca, el paradigma de la civilidad
La rebeli¨®n de los esclavos contempor¨¢neos toma velocidad. Nada la interrumpir¨¢, nadie podr¨¢ dome?arla. Hay un hilo conductor impl¨ªcito, pero evidente y rotundo para una mirada limpia, entre Lamine Yamal, Kamala Harris y Aya Nakamura. Concitan lo mejor.
Son ellos, los excluidos, los vulnerables, los que vinieron de fuera, los hijos de quienes no ten¨ªan derecho a nada, ni a un pasaporte ni a un documento de identidad, ni menos a¨²n a una residencia o a una nacionalidad. Son ellos los que se incluyen por s¨ª mismos, se fortifican, se erigen hacia lo m¨¢s alto.
La esclavitud actual tambi¨¦n va de trabajar sin l¨ªmite, de carecer de libertades, de no poder moverse, como en tiempos de la caba?a del t¨ªo Tom. Va adem¨¢s de morirse en la patera buscando el para¨ªso, va de igualarse, va de ser insultado en los estadios, va de migrar hacia el inmenso universo del derecho, la n¨®mina, la cohesi¨®n social. Esa lucha por la normalidad es la ¨²nica movida esencialmente importante de esta ¨¦poca. Constituye el paradigma de la civilidad, engarza humanismo cristiano, social-democratismo, liberalismo dr¨¢stico y radicalismo democr¨¢tico, decencia.
Apenas unos d¨ªas despu¨¦s del abrumador espect¨¢culo multicolor desplegado en la Eurocopa, llegan los Juegos de Par¨ªs. Y, como titula un conspicuo colega de La Vanguardia, Eusebio Val, el ¡°orgullo de la Francia diversa¡±. Aya Nakamura, la cantante francesa originaria de Mal¨ª, que entusiasme o no, se ha encaramado en un decenio a la cabecera de las listas de ¨¦xitos, se ha convertido desde la ceremonia en emblema mundial de un republicanismo distinto.
En realidad, la catapulta la inquina fascista. Marine Le Pen, envidiosilla, critic¨® su aspecto, su ¡°vulgaridad¡± y el hecho de que emplee un lenguaje de jerga ¡°que no es franc¨¦s¡±. O sea, ning¨²n argumento. Solo el desprecio a lo que se ignora y el odio que embiste, como el de Adolf Hitler al atleta negro Jesse Owens, en los Juegos de Berl¨ªn de 1936: desapareci¨® del palco, para no aplaudir sus ¨¦xitos.
La maravilla de este Par¨ªs, incluso para quienes nos cost¨® digerir la prolija cadencia de su ceremonia inaugural, es esta: cuando se lidera democr¨¢ticamente de verdad, cuando se practica el imperativo incluyente sin reparo, cuando se planta cara a quienes discriminan por raz¨®n de color, etnia, religi¨®n o ideas, fragua la mayor¨ªa. La humanidad insobornable y plet¨®rica.
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