La izquierda ha muerto, viva la izquierda
?Qu¨¦ es la izquierda? Esa es la gran pregunta que queda por contestar tras un cuarto de siglo de destrucci¨®n de la noci¨®n de izquierda
Si la CIA, la KGB, y los secretos servicios secretos chinos lo hubieran preparado con toda su presumida inteligencia no les habr¨ªa salido tan bien: la campa?a de destrucci¨®n de la izquierda mundial que encar¨® hace unas d¨¦cadas la supuesta izquierda latinoamericana es un ¨¦xito implacable. Parejas como Fidel y Ra¨²l Castro, Rosario y Daniel Ortega, Maduro y Hugo Ch¨¢vez, N¨¦stor y Cristina, AMLO y El Chapo, han conseguido que la noci¨®n de ¡°izquierda¡± quede autom¨¢ticamente asimilada a unos reg¨ªmenes donde el personalismo, la represi¨®n, la miseria, la violencia ¨Cen proporciones variables¨C copan el espacio. Pa¨ªses donde ¨Cpese al blablabl¨¢¨C sigue habiendo diferencias tremebundas, donde los ricos o los jefes tienen acceso a salud, educaci¨®n, vivienda, lujos que los dem¨¢s no tienen, donde la desigualdad sigue siendo la m¨¢s extrema del planeta; pa¨ªses que no atraen a nadie sino que expulsan a millones de sus ciudadanos.
¡°Ser de izquierda significa defenderse de los que usan el nombre¡±, escribi¨® aqu¨ª hace unos d¨ªas el escritor cubano exiliado Carlos Manuel ?lvarez. Lo usan, en su supuesto beneficio, los jefes de aquellos reg¨ªmenes; lo usan, sobre todo, en su absoluto beneficio, los portavoces de cualquier derecha. Lo dicho: fraude en Venezuela, c¨¢rcel en Nicaragua, miseria en Cuba y ahora un expresidente golpeador en la Argentina: los charlistas y dem¨¢s l¨ªderes del continente se desga?itan diciendo ¡°vieron, la izquierda es as¨ª, hace cosas que no tienen nada que ver con lo que dice¡± ¨Cen lugar de sacar la conclusi¨®n m¨¢s obvia: si alguien hace algo que no tiene nada que ver con lo que dice que es, es que no es lo que dice. I mean: if I say that now I¡¯m writing in Spanish because I¡¯m a Spaniard, ?ustedes qu¨¦ dir¨ªan?
Todo esto se reaviva en estos d¨ªas frente a la debacle veneca. Un gobierno que se dice de izquierda reprime y mata ciudadanos que s¨®lo le piden ver c¨®mo votaron. Es dif¨ªcil ser menos democr¨¢tico, menos de izquierda. Si reconocemos ¨Cporque los datos son muy claros¨C que los niveles de pobreza e incluso de miseria son parecidos en toda la regi¨®n, ser¨¢ dif¨ªcil sostener que algunos de sus gobiernos son de izquierda y otros de derecha; los de izquierda deber¨ªan repartir m¨¢s los bienes, ofrecer vidas mejores; si no lo hacen, no hay forma de sostener esa definici¨®n. La diferencia m¨¢s visible entre los partidos que se dicen de izquierda y los que no reside en el peso que unos y otros otorgan al Estado. Entonces habr¨ªa que hablar de partidos estatistas y partidos mercadistas que, pese a sus discursos, redistribuyen parejamente poco. O sea: que ninguno es de izquierda.
Si lo que se llama y se hace llamar izquierda no es la izquierda, ?qu¨¦ es la izquierda? Esa es la gran pregunta que queda por contestar tras un cuarto de siglo de destrucci¨®n de la noci¨®n de izquierda. En t¨¦rminos socioecon¨®micos, la respuesta puede ser muy clara: somos de izquierda los que queremos una sociedad donde todos tengamos lo que necesitamos y nadie tenga exageradamente m¨¢s; donde los bienes, las posibilidades y el poder est¨¦n suficientemente repartidos, as¨ª todos vivimos las vidas que nos merecemos.
La respuesta es casi una perogrullada y es, al mismo tiempo, la base ineludible. Tenemos un problema central: no sabemos cu¨¢l ser¨ªa la forma pol¨ªtica necesaria para construir una sociedad as¨ª. Hasta ahora las que dicen que lo intentaron fracasaron miserablemente. As¨ª que se tratar¨ªa de buscar esa forma pol¨ªtica. Que debe ser acompa?ada por la integraci¨®n de todos los sectores y personas que fueron marginados por su g¨¦nero, raza, elecci¨®n sexual o forma de pelar las mandarinas, pero que tiene que ocuparse fundamentalmente de disolver las tremendas diferencias de riqueza y poder.
Ser¨ªa bueno creer que la mejor manera de conseguirlo se llama democracia. La democracia, ahora mismo, tiene sus problemas. Hay tres muy decisivos: el primero es que, mal que nos pese, es el sistema en que cientos de millones de personas viven mal y, por lo tanto, no tienen mucha esperanza puesta en ¨¦l ni mucho inter¨¦s en defenderlo. El segundo es que forma parte de un sistema complejo de falsificaci¨®n de la realidad que empieza en los medios y las redes sociales y llega hasta la urna, interviniendo a menudo los votos de muchos. Y al fin est¨¢ su paradoja principal: que llamamos democracia al sistema por el cual las mayor¨ªas eligen a sus gobernantes y resulta que en la mayor¨ªa de nuestros pa¨ªses esas mayor¨ªas no los eligen porque no votan.
Vale la pena tratar de medir el ¡°volumen democr¨¢tico¡± de nuestras sociedades. Si se consideran los pa¨ªses con m¨¢s de cinco millones de habitantes, en Am¨¦rica hay s¨®lo dos donde votan tres de cada cuatro personas: Argentina y Brasil. En M¨¦xico y Paraguay son poco menos de dos tercios, y en Chile, Colombia y Estados Unidos, democracias orgullosas, vota la mitad o incluso menos.
Y esos son los pa¨ªses m¨¢s claramente democr¨¢ticos. Despu¨¦s vienen algunos donde el mecanismo se ha vuelto confuso, como Per¨² y Ecuador con sus gobiernos provisionales, Bolivia con sus golpes y contragolpes, El Salvador con su modelo de prisiones modelo, y las viejas dictaduras familiares de la falsa izquierda.
Todo esto para decir que vale la pena pensar si queremos ¨Co no¨C darle a la democracia una ¨²ltima chance. Si as¨ª fuese habr¨ªa que buscar maneras muy concretas de que fuera realmente el gobierno de las mayor¨ªas ¨Cy no de esos que a veces van y votan y de los que manejan lo ¨²ltimo de la ¡°mercadotecnia electoral¡±. Quiz¨¢s, entonces, ser de izquierda signifique, para empezar, recomponer la democracia: devolver al debate la importancia del voto, desde la gran conquista del derecho a votar hasta lo decisivo del deber de hacerlo. Y empoderar ese voto logrando que no sea un cheque en blanco sino un apoyo que puede retirarse, una participaci¨®n que puede repetirse ante las encrucijadas importantes, una decisi¨®n bien informada. Hay modos, hay maneras, habr¨ªa que discutirlas. Entonces podr¨ªamos decir que son de izquierda esas sociedades donde una gran mayor¨ªa decide qu¨¦ rumbo tomar y de derecha aquellas donde lo deciden unos pocos: de izquierda las sociedades que votan, de derecha las que pasan.
Y que en esas sociedades ¡°de izquierda¡± habr¨¢ mucha gente que crea que tiene que haber ricos y pobres, que los ricos son buenos y nos dan trabajo y hay que agradecerles, que los que saben deben mandar y los dem¨¢s callarnos, que los gobiernos est¨¢n para ser obedecidos y no discutidos, que los extranjeros son temibles, que las leyes de Dios deben seguirse a ciegas, todo eso. Entonces, probablemente, ser de izquierda consista en ofrecer el esfuerzo y el tiempo necesarios como para tratar de mostrarles que tal vez no sea as¨ª. Y que son ¨Cque ellos, que nosotros, que todos somos¨C mucho m¨¢s importantes que lo que nos dijeron.
Y entonces s¨ª, seguramente, ser de izquierda volver¨ªa a ser un orgullo para tantos.
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