Mal paso de Sheinbaum
Excluir al Rey de su toma de posesi¨®n no ayuda en nada a provocar la reflexi¨®n sobre la Conquista que tiene pendiente Espa?a
La decisi¨®n de M¨¦xico de excluir al rey Felipe VI de la invitaci¨®n para la toma de posesi¨®n de la pr¨®xima presidenta, Claudia Sheinbaum, no solo es un desaire al jefe del Estado espa?ol que aviva innecesariamente un conflicto diplom¨¢tico entre dos pa¨ªses con v¨ªnculos hist¨®ricos y culturales suficientes como para llamarse hermanos, sino que desaprovecha una oportunidad para lograr lo que la propia Sheinbaum reivindica, ¡°una perspectiva renovada¡± en la relaci¨®n entre Espa?a y M¨¦xico.
Claudia Sheinbaum ha justificado la decisi¨®n de invitar al presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, y no a Felipe VI, que como jefe del Estado representa a Espa?a en las tomas de posesi¨®n de otros jefes de Estado, en que la Casa del Rey no respondi¨® la carta que hace cinco a?os le mand¨® el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador exigi¨¦ndole una disculpa por los ¡°agravios¡± cometidos durante la Conquista. Para el todav¨ªa presidente la falta de respuesta es ¡°un acto de prepotencia¡±.
L¨®pez Obrador insta a que se cuente la historia ¡°de otra manera¡± aludiendo a la falta de conocimiento de los desmanes cometidos hace m¨¢s de 500 a?os. Si bien la apreciaci¨®n tiene un sustrato v¨¢lido, el mejor camino para contar la historia sin racismo ni prepotencia, como clama el presidente mexicano, no es echar m¨¢s le?a al fuego de la discordia ni reverdecer viejos conflictos, sino adoptar un enfoque racional de las diferencias e invitar y escuchar a quienes se quiere convencer. Excluir al rey de Espa?a de un acto tan simb¨®lico como la toma de posesi¨®n de la presidenta de M¨¦xico supone escalar el problema y revela a los ojos del mundo una querencia por la tensi¨®n diplom¨¢tica impropia de quien defiende la hermandad entre dos pueblos. La postura de M¨¦xico ha obligado a Espa?a a dar una respuesta contundente, r¨¢pida y, sobre todo, comprensible. El Gobierno no enviar¨¢ delegaci¨®n alguna al acto, el pr¨®ximo 1 de octubre, lo que constituye una absoluta anomal¨ªa hist¨®rica.
No es buen camino para ninguno anclarse en el pasado. Ni la reivindicaci¨®n de M¨¦xico sobre c¨®mo se cuenta la historia es descabellada, ni la presencia del Rey en la toma de posesi¨®n representa problema alguno. Por el contrario, supondr¨ªa afianzar los lazos de amistad de dos naciones que comparten enormes intereses culturales y econ¨®micos, am¨¦n de un futuro compartido que vale mucho m¨¢s que cualquier cuita pasada. Para cumplir su objetivo Sheinbaum, como antes L¨®pez Obrador, podr¨ªa haber elegido muchos otros caminos, pero desde luego la senda del desaire institucional es justo la contraria para obtener su prop¨®sito de lograr una disculpa de Espa?a por los agravios de la Conquista. Una disculpa que, por otra parte, ya se dio en los noventa por parte de Juan Carlos I y que no puede ser, en ning¨²n caso, motivo de un conflicto diplom¨¢tico.
Espa?a, no solo las instituciones, tambi¨¦n la sociedad, debe reflexionar sobre la forma en que se cuenta a s¨ª misma y al mundo los hechos de la Conquista, pero no desde la presi¨®n. Es de desear que este tropiezo pueda ser superado y alejado de la concordia que debe presidir la relaci¨®n entre ambos pa¨ªses. Ya en su d¨ªa L¨®pez Obrador hizo pagar en t¨¦rminos diplom¨¢ticos a Espa?a por el incidente de la carta, impidiendo que dos gobiernos con sinton¨ªa ideol¨®gica avanzaran en m¨²ltiples asuntos que les unen; estirar este castigo m¨¢s all¨¢ de su sexenio estrecha los m¨¢rgenes de maniobra de una presidenta reci¨¦n elegida y que inaugura mandato con una s¨®lida base electoral.
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