¡®Las abogadas¡¯ y la memoria colectiva
La ficci¨®n de RTVE ayuda a las nuevas generaciones a identificarse con mujeres que fueron hero¨ªnas en la lucha por las libertades democr¨¢ticas
Desconozco si Cristina Almeida o Manuela Carmena, dos de las protagonistas reales en las que est¨¢ inspirada la serie de TVE Las abogadas, pronunciar¨¢n en voz alta esta popular expresi¨®n viralizada en infinidad de memes por las redes: ¡°Es que soy yo literal¡±. Tambi¨¦n desconozco hasta qu¨¦ punto se sienten identificadas con sus personajes televisivos. Pero esta exclamaci¨®n resume de forma sencilla pero contundente uno de los principios b¨¢sicos en la construcci¨®n de cualquier idea de ¡°nosotros¡± o ¡°los nuestros¡±: la empat¨ªa y la identificaci¨®n con la gente que nos rodea.
?Y qui¨¦nes son los nuestros? Los nuestros son gente con la que compartimos nuestra suerte y alg¨²n tipo memoria colectiva; que no es ¨²nica ni niega la diversidad de memorias ni experiencias individuales, sino que las relaciona dentro de un relato m¨¢s amplio, donde las aportaciones de los dem¨¢s dan sentido a nuestras propias aportaciones. De ah¨ª el recurrente ¡°ese podr¨ªa ser yo¡±. Esta memoria colectiva se construye y reconstruye continuamente con multitud de elementos tanto materiales como inmateriales: desde acontecimientos y personajes hist¨®ricos hasta s¨ªmbolos y lugares, pasando por productos cinematogr¨¢ficos, musicales o literarios.
Series, pel¨ªculas, videoclips y hasta los anuncios comerciales forman parte esencial de ese inventario que cada generaci¨®n revisa, o deber¨ªa revisar, para saber c¨®mo ha llegado hasta all¨ª y cu¨¢l es su lugar en el mundo. La imagen en movimiento ha sido, y todav¨ªa es, un recurso fundamental, no solo para crear ficciones, sino tambi¨¦n para reconstruir realidades e identificarnos con sus protagonistas tambi¨¦n reales.
Pero la serie que nos ocupa, Las abogadas, no est¨¢ pensada (o no deber¨ªa estarlo) para que Cristina Almeida, Manuela Carmena o Francisca Paca Sauquillo, otra de las protagonistas, se sientan plenamente identificadas con sus personajes. Ni mucho menos para reproducir de forma exacta acontecimientos reales de nuestra historia reciente. Sin licencias art¨ªsticas no hay cine ni televisi¨®n. La serie est¨¢ pensada para conectar, para llegar, para que la vean personas muy alejadas temporalmente de aquellos hechos y que, a pesar de ello, los sientan cercanos. Y esa cercan¨ªa solo puede conseguirse identific¨¢ndose con las cuatro abogadas laboralistas ¡ªlas tres mencionadas y la ya desaparecida en 2015 Lola Gonz¨¢lez¡ª. Identificarse con unas abogadas laboralistas en los ¨²ltimos a?os del franquismo, la mayor¨ªa con carnet del Partido Comunista de Espa?a y todas vinculadas a Comisiones Obreras, es posible gracias al trabajo cre¨ªble de las cuatro actrices principales. Cre¨ªble a ojos, no solo de un p¨²blico que conserve recuerdos de los sucesos que se relatan (como la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en 1977), sino tambi¨¦n (y sobre todo) de un p¨²blico milenial o procedente de la generaci¨®n Z, con el que hay que romper la distancia temporal y emocional entre 2024 y 1964.
Evidentemente, no es posible establecer ninguna comparaci¨®n entre el marco hist¨®rico y el contexto pol¨ªtico actual y los a?os finales de la dictadura. Pero siempre, en todos los contextos hist¨®ricos, ha habido j¨®venes, con sus ganas de divertirse, con la incomprensi¨®n de sus padres por la forma de vida que llevan, con su capacidad de indignarse ante lo que consideran injusto y con sus ganas de que hoy empiece todo. Por este motivo, disfrutar de rostros conocidos de la peque?a o gran pantalla entre el p¨²blico m¨¢s juvenil, desarrollando interpretaciones cre¨ªbles (m¨¢s all¨¢ de que est¨¦n inspiradas en hechos reales), avaladas por guiones s¨®lidos que no caen ni en la consigna mitinera ni en la banalidad del entretenimiento por el entretenimiento, ayuda a muchas personas generacionalmente alejadas de esas mujeres a verlas, en primer lugar, como mujeres j¨®venes no tan diferentes a muchas espectadoras; y, en segundo lugar, como lo que siempre han sido, pero olvidamos con frecuencia o relativizamos en exceso: hero¨ªnas en la lucha por las libertades.
Los historiadores hemos analizado y estudiado profusamente c¨®mo la democracia fue fruto de una lucha pol¨ªtica sin cuartel contra la dictadura franquista. Una lucha donde el movimiento obrero, con una conflictividad laboral disparada y progresivamente politizada en los a?os setenta, fue la punta de lanza de la oposici¨®n antifranquista en su tarea de desgastar y erosionar al r¨¦gimen franquista hasta hacer inviable su continuidad. Esta lucha tuvo costes enormes, como lo prueban los miles de trabajadores primero detenidos y torturados por la polic¨ªa, y luego procesados y condenados por el Tribunal de Orden P¨²blico (el tribunal especial encargado de reprimir los delitos considerados pol¨ªticos entre 1963 y 1977) por el mero hecho de participar en una huelga. Pero todas las luchas necesitan sus h¨¦roes y sus hero¨ªnas. H¨¦roes y hero¨ªnas con las que identificarnos. Como las abogadas que defendieron a muchos de esos trabajadores precisamente ante el Tribunal de Orden P¨²blico. Quiz¨¢s no para decir ¡°es que soy yo literal¡±, pero s¨ª para hacer nuestras muchas de sus ideas, esperanzas y derrotas, pero tambi¨¦n victorias. Porque a los h¨¦roes, y a las hero¨ªnas, adem¨¢s de sacrificio, tambi¨¦n les pedimos victorias. Y estas abogadas las tuvieron.
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