?Nos molesta la democracia?
Cuando la pol¨ªtica ya solo consiste en presentarse como el defensor de las medidas m¨¢s duras, la carrera hacia el extremo no va a detenerse
Trump aumenta los decibelios de su campa?a a medida que se acerca la cita electoral. Por supuesto, se niega de nuevo a respaldar la transici¨®n pac¨ªfica del poder, y califica a sus adversarios pol¨ªticos de ¡°enemigos internos¡± a por los que habr¨ªa que enviar el ej¨¦rcito. Sabe que el esc¨¢ndalo es el combustible que alimenta la pol¨ªtica desfactualizada. Cada vez que nos rasgamos las vestiduras con una frase as¨ª, alimentamos esta atm¨®sfera tan asfixiante en la que las emociones, y no los hechos, dominan nuestra cultura pol¨ªtica. Por eso fue inteligente la respuesta de Kamala Harris en su dur¨ªsima entrevista en Fox News: ¡°Esto es una democracia, y en una democracia, el presidente de EE UU deber¨ªa ser capaz de manejar las cr¨ªticas sin decir que encerrar¨ªa a la gente¡±. Pero, ?y si ya hemos dejado de creer en la democracia? ?Y si Trump de verdad piensa que presentarse como un aut¨®crata en potencia le beneficia? ?Es eso lo que queremos? Seg¨²n una encuesta que recoge Le Monde, uno de cada cuatro votantes pro-Trump piensa que, si pierde las elecciones, deber¨ªa declarar inv¨¢lidos los resultados y ¡°hacer lo que haga falta¡± para llegar al poder. Y quiz¨¢s es eso lo que acaba sucediendo cuando se niegan las normas y valores b¨¢sicos de la democracia, que terminamos por pensar que, en lugar de beneficiarnos, la democracia puede ser un obst¨¢culo para defendernos de nuestros problemas imaginarios.
Algo parecido est¨¢ sucediendo en Europa con el debate migratorio. El alarmismo contra la inmigraci¨®n se ha convertido en un baluarte para ganar elecciones, aunque sepamos que las entradas irregulares a la UE han ca¨ªdo un 42% en menos de un a?o. Estamos dispuestos a suspender derechos como el de asilo y aumentar nuestra hostilidad hacia los tribunales que toman decisiones problem¨¢ticas, como los jueces brit¨¢nicos que rechazaron el acuerdo con Ruanda durante el mandato de Rishi Sunak. La suspensi¨®n del derecho de asilo hace m¨¢s popular a Giorgia Meloni, y como el populismo es contagioso, nuestra presidenta de la Comisi¨®n, Ursula von der Leyen, se ha mostrado partidaria de que se haga en toda la Uni¨®n. Occidente no solo ha dejado de verse como un heraldo que exportar¨ªa la democracia a todos los rincones del planeta: ahora parece que la democracia nos molesta a nosotros mismos. Krastev dijo lo que muchos pensaban: ¡°A muchos europeos les gustar¨ªa que Muamar el Gadafi resucitara y retomase el poder; aunque era un dictador, al menos imped¨ªa que los inmigrantes llegaran a Europa¡±. ?Qu¨¦ hacer cuando la a?oranza por un continente fortificado hace que veamos la democracia como un sistema ineficaz?
El autoritarismo no es una cuesti¨®n de todo o nada. La desintegraci¨®n de la democracia es una guerra de desgaste, y cuando la lucha por la competencia pol¨ªtica ya solo consiste en presentarse como el defensor de las medidas m¨¢s duras, significa que la carrera hacia el extremo no va a detenerse. Al final, el neofascismo marca Meloni, moderado supuestamente por los ropajes del poder, ha logrado desplazar hacia el extremo a todo el consenso liberal sobre esas normas y valores que parec¨ªan sagrados tras la Segunda Guerra Mundial. Destruimos nuestra propia memoria democr¨¢tica. Por eso, aunque parezca casi extempor¨¢nea, yo me quedo con la orgullosa respuesta de Harris: somos una democracia, y tiene que ser posible defenderla antes de que todos caigamos inevitablemente en un c¨®ctel explosivo de cinismo, nihilismo o simple mendacidad.
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