??igo Errej¨®n y el mundo al rev¨¦s
El movimiento revolucionario que nos permite entender qu¨¦ ha pasado con Gis¨¨le Pelicot y el exportavoz de Sumar es el Me Too. Aquellas mujeres nos pusieron frente a una realidad inc¨®moda y transparente
Aqu¨ª seguimos, lo crean o no, observando lo que algunos creen ¨²ltimos coletazos del Me Too, cuando en realidad son una muestra m¨¢s de su influencia radical sobre el mundo en que vivimos. Fij¨¦monos en la convulsi¨®n de la semana. Al tiempo que en Francia el caso de Gis¨¨le Pelicot ¡ªla mujer drogada por su marido durante a?os para que la violaran decenas de desconocidos¡ª mantiene a una sociedad sacudida por el esc¨¢ndalo pegada al televisor y a las redes, en Espa?a las denuncias an¨®nimas de algunas mujeres en Instagram han precipitado la espantada de ??igo Errej¨®n, otro feminista ca¨ªdo. Hay quien, buscando pescar en esta ci¨¦naga, habla ya de ¡°la estafa del 15-M¡±, como si fuese el ya dimitido portavoz de Sumar en el Congreso quien lo representase, o Podemos, el partido que se esforz¨® por atribuirse todos sus m¨¦ritos, o si acaso la nueva pol¨ªtica. Porque es la elevaci¨®n de los est¨¢ndares ¨¦ticos lo que ha terminado por quemar los hiperliderazgos atrofiados que frenaron el impulso de aquella movilizaci¨®n joven y callejera. Pregunt¨¦monos cu¨¢ntos otros l¨ªderes permanecen a¨²n intocables en sus ciudadelas de la soberbia, protegidos por nuestro machismo sist¨¦mico y com¨²n.
Pero el movimiento transformador y revolucionario no fue el 15-M, sino el Me Too. Ese es el prisma que nos permite entender, salvando las distancias, qu¨¦ ha pasado con Pelicot y Errej¨®n y tambi¨¦n, en fin, qu¨¦ diablos nos est¨¢ pasando. Lo que realmente nos genera perturbaci¨®n es la ruptura con la idea tradicional de aquel monstruo violador que nos esperaba en el bosque, una imagen que, durante demasiado tiempo, ¡°ha protegido a innumerables delincuentes con mono, corbata o sotana¡±, como explica la pensadora Christine Bard. Las historias de las mujeres que se han atrevido a hablar desde aquel primer estallido de octubre de 2017 son tan corrientes, y a la vez tan singulares, que nos ponen frente a una realidad a la vez inc¨®moda y transparente: quien viola, agrede o acosa no suele ser un desconocido que te encuentras un d¨ªa cualquiera por la calle, sino alguien a quien conoces o con quien compartes tu cotidianeidad. Y es esa banalidad lo que lo hace escalofriante.
Hay una generaci¨®n de j¨®venes que han tomado conciencia de que hay que navegar por estas aguas turbulentas, ambiguas e inc¨®modas para desafiar una forma de pensar y de actuar, especialmente masculina, que proyecta una visi¨®n machista sobre el consentimiento construida para beneficiar al violador. El mismo perro con distinto collar. El acto reflejo es el de volver a los viejos patrones: victimizar al acusado, quitarle hierro a lo sucedido y resistirse de forma organizada a un feminismo ¡°radical¡± que al parecer ha ido demasiado lejos y que hace irrespirable la vida de muchos hombres que mejor har¨ªan en procurarse buenas lecturas. Es decir: el mundo al rev¨¦s. La tentaci¨®n de regresar a aquel modelo desculpabilizador del abyecto violador nos impide ver que lo que esta nueva generaci¨®n feminista est¨¢ planteando es una mirada renovada sobre aquello que define el abuso y sobre el cuidado, el afecto y las redes de apoyo que merecen las mujeres que lo padecen, y es esto lo que abre la puerta a cambios legislativos y sociales. Porque (solo faltar¨ªa) no todos los hombres son violadores o acosadores, pero todos los violadores, abusadores o acosadores son hombres corrientes y molientes: padres, hijos, hermanos, sacerdotes, compa?eros de trabajo¡ Incluso ¡ªqui¨¦n sabe¡ª portavoces de partido.
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