Hay que mirar m¨¢s todav¨ªa a Donald Trump
Los ciudadanos tendremos que ver al republicano como el buf¨®n estrafalario que es si, por incongruente que parezca, vuelve a ganar la presidencia de EE UU
El problema que tenemos los estadounidenses en estos d¨ªas es c¨®mo estar listos para afrontar una nueva presidencia de Donald Trump. Creo que lo ¨²nico sensato es prepararse, no negar la posibilidad, que es lo que hace la mayor¨ªa de mis amigos. Que no haya equ¨ªvocos: la idea me espanta. Y antes tendremos que votar. Yo habr¨ªa votado por Joe Biden. Es un hombre razonablemente bueno, aunque me sorprendi¨® su hambre de poder y que hubiera que apartarlo de la campa?a electoral rezongando y a rega?adientes. Y votar¨¦ sin dudar a Kamala Harris; aunque no haya sido una candidata especialmente buena, podr¨ªa ser una digna presidenta si consigue superar su miedo a cometer errores. Con su estilo vacilante y narcisista, los miembros del Partido Dem¨®crata se desentendieron del pa¨ªs cuando no ratificaron, hace dos a?os, a ning¨²n sucesor cualificado para Biden. Dan verg¨¹enza y est¨¢n tan atontados que no parecen ni darse cuenta. Ganen o pierdan, tal como son me cuesta desearles que tengan futuro. No me extra?a que solo votemos el 66% de nosotros.
En cuanto a Trump, esencialmente, ha prometido hundir el pa¨ªs si es elegido: ser un dictador, acabar con la Constituci¨®n, sacar a Estados Unidos de la OTAN, renunciar a nuestros compromisos con Ucrania y Taiw¨¢n, vender a los palestinos, levantar muros de costosos aranceles, dar carta blanca a Rusia para que invada a m¨¢s vecinos, atacar a Ir¨¢n, volver a salir de los acuerdos clim¨¢ticos de Par¨ªs¡ y estos no son m¨¢s que sus objetivos de pol¨ªtica exterior.
En pol¨ªtica nacional, ha prometido llenar los departamentos de Justicia y de Estado de aduladores suyos y el Tribunal Supremo de m¨¢s extremistas, perseguir y encarcelar a sus oponentes, cerrar la Agencia de Protecci¨®n Medioambiental y el Departamento de Educaci¨®n, prohibir la ense?anza de la historia de los negros, eliminar los programas de comidas escolares gratuitas para ni?os y dejar los derechos reproductivos en manos de una tosca variedad de 50 Estados distintos. Solo le falta ordenar ataques con drones contra Chicago.
Es evidente que muchos estadounidenses quieren precisamente eso. Mi mujer y yo los o¨ªmos mascullar y enfurecerse sobre estos temas en la cafeter¨ªa, el supermercado, el taller de coches y el banco de nuestra zona, en el este de Montana. Cuando cruc¨¦ el Atl¨¢ntico el mes pasado, estuve sentado en el avi¨®n al lado de una profesora de Derecho Constitucional de la prestigiosa Universidad de Virginia. Me dijo que, en su opini¨®n, la vicepresidenta Harris no era nadie y que un segundo mandato de Trump ¡°consolidar¨ªa el lugar de Estados Unidos en el mundo¡±. Reconoci¨® que Trump ten¨ªa ¡°algunos inconvenientes¡±. Pero baj¨¦ del avi¨®n convencido de que la mujer votar¨ªa por ¨¦l. ?Qu¨¦ habr¨¢ bebido esta gente?
Lo curioso es que, seg¨²n las encuestas, cuando los votantes estadounidenses ven m¨¢s a Trump, su popularidad decae, mientras que cuando le ven menos su popularidad se dispara: en un concurso de popularidad ser¨ªa un mal presagio. Pero eso quiere decir que la tarea de derrotar a Trump quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil si los dem¨®cratas desmadejados consiguen que m¨¢s gente lo vea como les interesa, que es m¨¢s o menos tal como es: una criatura hinchada, anaranjada y caricaturesca que suelta tonter¨ªas y mentiras sin parar, una figura tan irreal e inaut¨¦ntica que puede resultar dif¨ªcil distinguirlo con claridad.
En una muestra de genio que seguramente ha sido providencial (aunque en ese momento me pareci¨® demasiado suave), este verano, al grupo de expertos de Harris se le ocurri¨® una estrategia que tuvo eco inmediato: calificar a Donald Trump no como el gran Sat¨¢n, sino como ¡°raro¡±. Un buf¨®n en declive al que no se debe tomar en serio. Es un arquetipo conocido en Estados Unidos, con el que todos hemos convivido. Un incompetente al que le falta un tornillo. Una especie de Oliver Hardy montaraz, al que, desde luego, la mayor¨ªa de los ciudadanos no imaginar¨ªa como presidente, aunque sin llamarse a enga?o sobre la amenaza que representa para nosotros y para el mundo.
Eso es. Ver a Trump como la imagen estrafalaria que presenta es lo que tendremos que hacer los ciudadanos si, por incongruente que parezca, vuelve a ganar la presidencia. As¨ª tendremos que afrontarlo.
Adem¨¢s, dejando a un lado los arquetipos rid¨ªculos, me da cierto consuelo perverso que un hombre tan raro como Trump se presente a las elecciones presidenciales, que organice una campa?a de verdad, que se preocupe, se inquiete y suelte insultos por la posibilidad de no ganar. Tiene miedo de ir a la c¨¢rcel, como lo tendr¨ªa cualquier persona normal y no anaranjada. Eso me hace pensar que, en el fondo, Donald Trump es una criatura institucional; un ni?o mimado que siempre intenta salirse con la suya, pero que sabe lo que hace y sabe lo que deber¨ªa hacer; un hombre que tiene una preocupaci¨®n desmesurada por su aspecto y por c¨®mo le juzgar¨¢ la historia. Puede que sus seguidores MAGA sean nihilistas, anarquistas y matones, o nada m¨¢s que unos oligarcas codiciosos que cometen fraude fiscal. Pero Trump es (casi dan ganas de decir ¡°no es m¨¢s que¡±) un narcisista, cuyo defecto m¨¢s inquietante es que ni ¨¦l ni los dem¨¢s sabemos nunca lo que va a decir o hacer a continuaci¨®n. Escuchen sus discursos, si se sienten capaces. Lo ¨²nico que quiere es complacer y engrandecerse. Los pa¨ªses grandes y complicados pueden enorgullecerse de tener l¨ªderes fuertes, pero les va bien cuando tienen l¨ªderes previsibles y coherentes. Mientras que Trump cree que gobernar es simplemente anunciar cosas ¡ªque va a abolir la Agencia de Protecci¨®n Medioambiental, o a acabar con la Constituci¨®n, o a inyectar lej¨ªa en seres humanos para curar la covid¡ª y luego decir las contrarias: por ejemplo, despu¨¦s de presumir de abolir el derecho al aborto, se declara partidario de la libertad reproductiva. Y tiene casi 80 a?os, mi edad, por el amor de Dios.
As¨ª que, si vuelve a ser presidente, no tenemos que levantarnos en armas contra nuestros vecinos ni mudarnos a vivir a Bali o a Connemara, sino hacer todo lo posible para ver a Trump, cada vez m¨¢s, como la criatura extra?a pero reconocible que es. M¨¢s como el yo falible que somos que como un gran destructor. Esa puede ser nuestra manera de proteger el pa¨ªs: ver atentamente a Donald Trump para poder dedicar nuestras energ¨ªas a combatirlo, obstaculizarlo, impugnarlo, ridiculizarlo y derrotarlo utilizando todas las instituciones de gobierno que no puede abolir. Gobernar Estados Unidos, como ha ocurrido con los 46 presidentes, es siempre una batalla.
Y adem¨¢s, pienso que el presidente Donald Trump, en realidad, no quiere que su legado sea el del hombre que destruy¨® Estados Unidos, diga lo que diga. No es que piense que, en el fondo, es un buen tipo. No lo es, en absoluto. Es que no podr¨ªa vivir sin Estados Unidos. Sus instituciones y tradiciones son su contexto vital. Y, gane o pierda, tengo que conservar la esperanza, no dejar que me vuelva en contra de mi mejor versi¨®n ni de la mejor versi¨®n de mi pa¨ªs. A la hora de la verdad, creo que ser¨¢n m¨¢s los estadounidenses que no quieren ver Estados Unidos destruido que los que s¨ª quieren o a los que no les importa. Todav¨ªa es posible que el bien prevalezca en noviembre. Solo que no podemos cerrar los ojos a la idea de que podr¨ªa no ser as¨ª; tenemos que prepararnos.
Pero antes hay que pasar el 5 de noviembre. Hay que ir a votar.
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