Conquistadores

Llegan a tierra en su avi¨®n privado. Un coche espera en el aeropuerto para conducirlos a sus oficinas. Observan desde la ventanilla el paisaje humano de la ciudad. En los sem¨¢foros, hay muchos seres desnudos de cintura para arriba, bombachas y alpargatas, las caras pintadas con rayas blancas, las pieles morenas y el cabello sonriente. Detenidos en un sem¨¢foro, los conquistadores examinan los pechos de las j¨®venes que cruzan por delante. Una lascivia depredadora conmueve sus ojos. Pero son navegantes disciplinados. Primero deben reconocer las minas de oro del lugar, los jarrones de plata, todo lo que est¨¢ escondido en la ciudad. Cuando hagan el inventario, hablen con los virreyes y firmen sus contratos, podr¨¢n salir a la selva de los rascacielos en busca de carne joven.

Actuar¨¢n con extrema libertad. La palabra operaci¨®n tiene un significado cambiante. Los conquistadores no son m¨¦dicos. En el mundo de los negocios, operaci¨®n tiene que ver con otra labor profesional, almirantes de la inversi¨®n y las batallas especulativas. Son fuerzas invasoras acostumbradas al sometimiento. No sienten respeto por los ind¨ªgenas que van a trabajar y se re¨²nen en torno a la hoguera de una cuenta humilde de banco. M¨¢s que servicios p¨²blicos, los ind¨ªgenas necesitan brujos para luchar contra las enfermedades y hechiceras para transmitir los saberes. ?Impuestos? Mejor el albedr¨ªo del saqueo y acumulaci¨®n. Su deber es llenar bodegas, controlar redes sociales, cortar las ramas de la pol¨ªtica, imponer la civilizaci¨®n del m¨¢s fuerte por tierra, mar y aire.

Los sacerdotes de su religi¨®n mercantil ense?an la biblia del s¨¢lvese quien pueda. La ley de la selva tiene ahora sus propias fieras librecambistas que trepan por los edificios para entrar en las chozas de la poblaci¨®n. Sus dioses no son incompatibles con el descuartizamiento de los cuerpos, las instituciones nacionales y los organismos internacionales.