?Sobrevivir¨¢ el capitalismo? No
Los mercados han sido sustituidos por plataformas digitales, feudo de las grandes tecnol¨®gicas
Puede sobrevivir el capitalismo? La respuesta es ¡®no¡±. La sentencia no es de Marx ni de alg¨²n altersistema, ni est¨¢ basada en los fracasos del sistema, sino de Schumpeter, y se acoge a sus imparables ¨¦xitos. Presentemos al tal Schumpeter: Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), economista austriaco-estadounidense, ministro de Finanzas en su pa¨ªs natal en entreguerras, ense?¨® econom¨ªa en Viena y en Ucrania antes de ser recogido por la Universidad de Harvard, donde fueron estudiantes suyos, entre otros, Paul Samuelson, Galbraith, James Tobin, o Paul Sweezy. Seg¨²n Schumpeter, al que no le gustaba nada Keynes, un ¡°ventarr¨®n de destrucci¨®n creativa¡± sustituye permanentemente a unas empresas por otras ¡ªa unos empresarios por otros¡ª, lo que finalmente revoluciona de modo constante las condiciones de existencia del capitalismo.
Hasta hace muy pocos a?os, el capitalismo dominante era el financiero. Los bancos eran los propietarios de todo. Madrid en la posguerra: el skyline (por denominarlo de alg¨²n modo) estaba en los alrededores de la plaza de Canalejas, cerca de la Puerta del Sol, y poco m¨¢s all¨¢, en la calle de Alcal¨¢, cerca del Banco de Espa?a. Hace unas d¨¦cadas se traslad¨® a la Castellana, junto al Bernab¨¦u; all¨ª se instalaron los grandes bancos. Ahora, que s¨ª es un aut¨¦ntico skyline, est¨¢ junto al hospital La Paz. El viajero llega desde el norte de Espa?a y se encuentra a la vista con cinco monumentales torres, en lo que un d¨ªa fueron los terrenos de la ciudad deportiva del Real Madrid. Pero ninguna de ellas est¨¢ ocupada por bancos, sino por consultoras, aseguradoras, empresas de servicios que crecieron alrededor del negocio de la construcci¨®n, incluso una universidad privada, etc¨¦tera. Son un s¨ªntoma del cambio de naturaleza del capitalismo.
Nada m¨¢s terminar el gran confinamiento de la pandemia, Shoshana Zuboff, una soci¨®loga de Harvard, puso en circulaci¨®n el concepto de ¡°capitalismo de vigilancia¡±. La profesora establece una analog¨ªa afortunada: es como si un tibur¨®n hubiera estado nadando silenciosamente en c¨ªrculos bajo el agua del mar, justo debajo de la superficie en la que se estaba desarrollando la aburrida vida cotidiana, y hubiese saltado de repente, con su piel reluciente por fin a la vista de todos, para hacerse con un buen pu?ado de carne fresca. El ¡°capitalismo de vigilancia¡± encuentra su hegemon¨ªa respecto a los otros capitalismos (comercial, industrial, financiero¡) a trav¨¦s del conocimiento y monetizaci¨®n de nuestra peque?a existencia.
Un selecto grupo de empresas reivindica la experiencia humana privada como materia prima para su traducci¨®n en datos. Estos datos son computados y empaquetados (como las c¨¦lebres hipotecas subprime, origen de la Gran Recesi¨®n de 2008) como productos de predicci¨®n y vendidos en los mercados de futuros de los comportamientos de la gente.
El ¨²ltimo libro de Yanis Varoufakis (Tecnofeudalismo, editorial Deusto) conecta, por distintos caminos, con el Schumpeter pesimista del fin del capitalismo y con el capitalismo de vigilancia de Zuboff. Para el economista y pol¨ªtico griego, el capitalismo ha muerto y el sistema que lo sustituye no es mejor. Las din¨¢micas tradicionales del capitalismo ya no gobiernan la econom¨ªa; lo que ha matado ese sistema es el propio capital y los cambios tecnol¨®gicos acelerados de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, que, como un virus, han acabado con su hu¨¦sped. Los dos pilares en los que se asentaba el capitalismo han sido reemplazados: los mercados, por plataformas digitales que son feudos de las grandes tecnol¨®gicas; el beneficio, por la pura extracci¨®n de rentas. Los nuevos se?ores feudales ser¨ªan los propietarios de lo que denomina ¡°capital de la nube¡±, y los dem¨¢s (el 99,9% de la poblaci¨®n) hemos vuelto a ser siervos, como en la Edad Media. Es este nuevo sistema de explotaci¨®n el que est¨¢ detr¨¢s del aumento de la desigualdad.
Seg¨²n Varoufakis, ¡°cada vez que nos conectamos para disfrutar de los servicios de estos algoritmos, no nos queda m¨¢s opci¨®n que hacer un pacto f¨¢ustico con sus propietarios¡±. Terrible.
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