El legado de Macron
La forma en la que un l¨ªder ejerce el poder define su legado, y ocurre as¨ª para todos los l¨ªderes
¡°Me declaro responsable de la situaci¨®n, pero nunca asumir¨¦ la irresponsabilidad de otros¡±. Es el trabalenguas de Emmanuel Macron tras aceptar la dimisi¨®n de su primer ministro. Reflexionar sobre la responsabilidad del vigesimoquinto presidente de la Rep¨²blica francesa y copr¨ªncipe de Andorra lleva, inevitablemente, a preguntarnos sobre su legado, esto es, sobre la Francia que dejar¨¢ cuando acabe su mandato. ?Ser¨¢ una m¨¢s democr¨¢tica, con instituciones m¨¢s fuertes y valores republicanos reforzados? ?Una Francia menos polarizada y con m¨¢s cultura del compromiso? ?Una m¨¢s cohesionada socialmente? Es dif¨ªcil colegir su grado personal de responsabilidad, pero todos sabemos la respuesta a esas preguntas. Es curioso que quien fuera el delf¨ªn de Europa en Versalles, el pr¨¦sident de la moderaci¨®n que tanto se ha esforzado en identificarse con la resistencia democr¨¢tica, el dique de contenci¨®n frente a los excesos de los extremos, vaya a pasar a la historia por haberse mostrado incapaz de renunciar a una concepci¨®n napole¨®nica del poder, ese hiperpresidencialismo a lo Mitterrand que le ha llevado, como a aquel, a la incontinencia de s¨ª mismo, y a no contenerse en el ejercicio del poder.
Algunos constitucionalistas franceses, como Dominique Rousseau, dicen que se puede hacer una lectura parlamentaria de la V Rep¨²blica, que su Constituci¨®n no excluye la formaci¨®n de un Gobierno a partir de distintos grupos parlamentarios y que la Asamblea tiene el poder de tumbar al primer ministro. A la vista est¨¢. Pero el verdadero legado de Macron, precisamente ahora que el presidencialismo reforzado de la V Rep¨²blica es tolerado cada vez peor por la ciudadan¨ªa, es su poderosa deriva hacia el cesarismo, esta suerte de monarqu¨ªa republicana que desprecia la cultura de la negociaci¨®n y el compromiso. Es ¨¦l quien dio la llave del Gobierno a Marine Le Pen, quien rechaz¨® explorar otras mayor¨ªas a su izquierda. ?Y acaso no fue ¨¦l mismo ministro de un Gobierno socialista? La forma en la que un l¨ªder ejerce el poder define su legado, y les ocurre a todos. ?No es Donald Trump, a su modo, el legado de Barack Obama? Fue Obama quien dej¨® en manos de un psic¨®pata una presidencia con m¨¢s poderes de los que ¨¦l recibi¨®. Tal vez fuera por impericia o por pura soberbia, o por pensarse en el lado bueno de la historia, a salvo de la autocontenci¨®n que piden las normas democr¨¢ticas m¨¢s b¨¢sicas. ?Y Angela Merkel? ?D¨®nde est¨¢ su legado en Europa? ?Tiene hoy Alemania m¨¢s peso en Bruselas y en el mundo?
Una vez o¨ª que los liberales son ¨¢cratas descafeinados. Siempre preocupados por el abuso del poder, sus te¨®ricos dise?aron un sistema donde estuviera sujeto a controles que preservaran el pluralismo y la libertad. Entendieron bien nuestra torpeza para ejercer la autocontenci¨®n y por eso idearon instituciones independientes: para frenar los excesos de la ciudadan¨ªa y de nuestros representantes. Porque cuando logran al fin el control de los resortes del poder, nuestros gobernantes no parecen percatarse de que, si ellos lo ejercen as¨ª, quien venga despu¨¦s lo har¨¢ sin duda con m¨¢s virulencia. La autocontenci¨®n es un gesto de prudencia que lleva en s¨ª misma una autocr¨ªtica, un no creerse infalible que deber¨ªamos exigir a nuestros l¨ªderes pol¨ªticos. Porque sin duda es cierto que toda vida pol¨ªtica termina en fracaso, como clamaba el idiota de Harold Macmillan, pero no es necesariamente obligatorio que sus fracasos se lleven todo por delante.
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