¡®Zoocosis¡¯
La pregunta es si los humanos estamos neur¨®ticos como animales en cautividad; o, m¨¢s importante, a qui¨¦nes beneficia que nos movamos en c¨ªrculos como ratones enjaulados entretenidos por falsos se?uelos
He comenzado el a?o caminando como si me persiguieran y no descarto que as¨ª sea, porque mi medidor de mu?eca dice que llevo una media de 17.000 pasos al d¨ªa desde que empez¨® 2025. Recorro el Cubo de la Galga de La Palma, en uno de los pocos bosques de laurisilva del planeta,...
He comenzado el a?o caminando como si me persiguieran y no descarto que as¨ª sea, porque mi medidor de mu?eca dice que llevo una media de 17.000 pasos al d¨ªa desde que empez¨® 2025. Recorro el Cubo de la Galga de La Palma, en uno de los pocos bosques de laurisilva del planeta, un f¨®sil viviente, un recuerdo de que hace miles de a?os as¨ª fueron todos los montes, y termino tan cansada y satisfecha que temo no querer volver a sentarme ocho o diez horas al d¨ªa delante de un ordenador, porque qu¨¦ animal en libertad querr¨ªa hacer eso. El problema no es solo una cerviz hundida de tanto agacharla. Aunque parezca que delante de una pantalla el cuerpo se mantiene quieto la mente va a mil por hora, creando el sinsentido de combinar un esqueleto inm¨®vil con un cerebro revolucionado. Siento que caminar en este bosque es lo contrario. Las piernas se mueven y mientras tanto, los pensamientos se van calmando.
Hace poco conoc¨ª el t¨¦rmino zoocosis ¨Dno s¨¦ d¨®nde fue, quiz¨¢s lo le¨ª en un TikTok, como dice el podcaster Carlos Peguer¨D. Usado sobre todo desde posiciones en defensa de los animales, la palabra es otra forma de describir los comportamientos aberrantes y estereot¨ªpicos que pueden desarrollar los animales en cautividad. Aburridos y estresados, intentan aliviar su malestar con movimientos compulsivos. Son, por ejemplo, los perros que no dejan de lamerse las patas hasta provocarse heridas, los chimpanc¨¦s que se arrancan el pelo, los elefantes que mueven la cabeza constantemente, los felinos que no paran de dar vueltas. El caso de las orcas ha sido muy estudiado. A diferencia de nuestra especie, estos otros mam¨ªferos sociales son muy inteligentes, y cuando no est¨¢n en libertad llevan fatal no poder nadar a grandes profundidades recorriendo enormes distancias, o soportar todo el d¨ªa a un grupo social que no es el suyo y del que no se pueden librar.
La pregunta que sigue es, claro, si los humanos estamos tambi¨¦n enfermos de zoocosis, neur¨®ticos perdidos de pura cautividad. Pienso en mi bucle favorito, el que me ayuda a conservar el cuerpo r¨ªgido y la mente agitada: entrar en X, cerrar X, abrir Instagram, cerrar Instagram, buscar algo en Google, olvidar que acabo de mirar X, volver a empezar. Ni siquiera me interesan mucho las redes ¨²ltimamente, pero mis pulgares entran en ellas solos, casi por memoria muscular. Las plataformas aprovechan estas inercias, por eso los filtros que vemos por defecto suelen ser los algor¨ªtmicos. Cambiar de pesta?a y navegar de forma consciente y deliberada, cultivando nuestras fuentes como un jard¨ªn interior, supondr¨ªa activar la parte racional de la mente, demasiado agotada para salirse de la rutina neuronal donde nos mantenemos por defecto.
La siguiente pregunta, la m¨¢s importante de todas, es a qui¨¦nes beneficia que nos movamos en c¨ªrculos como ratones enjaulados entretenidos por falsos se?uelos. No somos capaces de abandonar X y cortar con el influjo venenoso de Elon Musk, a pesar de que ha comenzado a interferir en la pol¨ªtica europea esparciendo su discurso de odio en Alemania, Reino Unido, Francia o Espa?a. Tampoco estamos cerrando Facebook o Instagram ahora que Mark Zuckerberg ha anunciado que va a moderar menos a¨²n unos contenidos ya indecentes. Esta nueva Guerra Fr¨ªa, donde Rusia y Silicon Valley se han alineado, no es digital, tan solo comenz¨® en el medio digital. Dan ganas de abrir la jaula, lanzar una dentellada a nuestros secuestradores y caminar hacia la laurisilva, si es que recordamos c¨®mo hacerlo.