Trump, a golpe de decreto: usar la ley para socavar la democracia
La herramienta legal utilizada con ansia por el mandatario republicano satisface a los desencantados con el sistema, pero socava el Estado de derecho y distorsiona los l¨ªmites constitucionales del cargo
Cuando George Washington fue investido primer presidente de Estados Unidos no atribuy¨® su nuevo papel al poder¨ªo militar, ni a la providencia de un poder superior, ni hubo corona. Aunque no se coloc¨® ning¨²n cetro en sus manos, la investidura del presidente Donald Trump fue lo m¨¢s parecido a una coronaci¨®n de lo que EE UU haya visto jam¨¢s su historia. Regresa a la Casa Blanca mientras muchas ¨¦lites se apresuran a mostrar su apoyo. Le colman de elogios y tributos con la esperanza de evitar las represalias que ha prometido para los enemigos que osen opon¨¦rsele, algunas de ellas a golpe de pluma. Quiso demostrar su liderazgo firmando decretos, memorandos y proclamaciones (la distinci¨®n entre estos instrumentos es m¨¢s una cuesti¨®n de forma que de fondo) en una ceremonia dise?ada para entusiasmar a la multitud.
Algunas de estas acciones ejecutivas tendr¨¢n un impacto inmediato, como la revocaci¨®n de los decretos de Biden, los cambios en el Ejecutivo ¡ªla creaci¨®n del Departamento de Eficiencia Gubernamental¡ª, y la declaraci¨®n de emergencia en la frontera. Otras ser¨¢n el punto de partida para futuros planes, como la revisi¨®n de las pol¨ªticas comerciales, que solo podr¨¢ ocurrir con un cambio de pol¨ªticas m¨¢s amplio. Las hay que son meras declaraciones de intenciones, como la de restablecer la libertad de expresi¨®n; y las que golpean la imagen exterior de EE UU, como la salida de los acuerdos internacionales sobre el clima y de la OMS. Otras ser¨¢n un cebo para demandas. Redefinir la ciudadan¨ªa por derecho de nacimiento o salvar a TikTok no parece que sean congruentes con la ley. Curioso es el memor¨¢ndum sobre la ¡°promoci¨®n de una bella arquitectura c¨ªvica federal¡±, que para algunos disfraza una agenda nacionalista. Y la dirigida a que las banderas no ondearan a media asta el d¨ªa de su posesi¨®n, en memoria de Jimmy Carter, muestran su desprecio por la tradici¨®n.
Las acciones ejecutivas son medidas presidenciales que se han utilizado hist¨®ricamente ante la necesidad de actuar r¨¢pidamente o cuando el proceso legislativo no produc¨ªa el resultado deseado. En general, los presidentes no han recurrido a ellas, dando preferencia a la acci¨®n legislativa. Franklin D. Roosevelt las utiliz¨® intensamente, pero su uso disminuy¨® considerablemente hasta los ¨²ltimos presidentes. Desde la segunda Administraci¨®n de Obama, y en paralelo al aumento de la polarizaci¨®n pol¨ªtica y al obstruccionismo en el Senado, crecieron los incentivos para emitir decretos. Adem¨¢s, se convirtieron en un ejercicio de limpieza para deshacerse de los decretos de sus predecesores eludiendo al Congreso. As¨ª lo hizo Trump en 2017 y Biden en 2021. Lo que antes era un ¨²ltimo recurso ahora se convert¨ªa en la primera flecha que lanzaba el presidente y tambi¨¦n la ¨²ltima. El presidente Biden lleg¨® a su fin con una fren¨¦tica avalancha de regulaciones, demandas y decretos sobre temas que han ido desde la inmigraci¨®n a la perforaci¨®n en alta mar, destinadas a convertirle en un h¨¦roe para los dem¨®cratas y obstruir la agenda de su sucesor.
Gobernar a golpe de decreto puede proporcionar victorias r¨¢pidas para un p¨²blico desencantado con el sistema, pero este enfoque centrado en el presidente distorsiona los l¨ªmites constitucionales del cargo, fomenta la inestabilidad pol¨ªtica y socava el esp¨ªritu colaborativo de un sistema democr¨¢tico. Alimentando el ansia de una acci¨®n inmediata, Trump ha garantizado desde el primer d¨ªa la continuidad de esta tendencia hacia la acci¨®n unilateral. Le domina la sensaci¨®n de urgencia con solo un mandato por delante. ?Por qu¨¦ esforzarse en llegar a un compromiso en el Congreso cuando una sola firma ofrece una gratificaci¨®n inmediata? Sin embargo, es un enfoque fr¨¢gil. Las acciones ejecutivas pueden ser anuladas por un tribunal, por la oposici¨®n legislativa o simplemente por el siguiente presidente, lo que demuestra que la tinta de la pluma presidencial no es permanente. Y su revocaci¨®n suele provocar perturbaciones tanto al sector privado como las relaciones internacionales, con los aliados cuestionando la fiabilidad de EE UU. Tambi¨¦n conllevan costes humanos. Los conocidos como dreamers han estado viviendo hace m¨¢s de una d¨¦cada con el temor de que con una firma de un presidente podr¨ªan pasar de protegidos a objetivos de deportaci¨®n.
Cu¨¢nto legislar¨¢ Trump a trav¨¦s de decretos depender¨¢ en gran medida de que el Congreso cumpla su funci¨®n constitucional de control del Ejecutivo. Y el Congreso ¡ªespecialmente los miembros del partido del presidente¡ª deber¨¢n resistir el impulso de dejar que el presidente haga desde su despacho lo que ellos deben hacer desde el suyo, sobre todo cuando las acciones presidenciales entren en conflicto con las normas constitucionales o los principios conservadores.
Quiz¨¢ el pa¨ªs capee el temporal de otros cuatro a?os con Trump al tim¨®n. Para ello, sin embargo, ser¨¢ necesario mantenerse firme y en contra de la idea de que es invencible e imparable. No hay fuerzas sobrenaturales que le respalden, ni castigo divino que pueda invocar. Es un hombre poderoso e impulsivo a la vez, lo que le hace peligroso, pero un hombre, al fin y al cabo, y con una poderosa pluma en la mano.
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