Rage Against the Machine... ?pero qu¨¦ ¡®machine¡¯?
Treinta a?os, una pandemia y una revoluci¨®n feminista despu¨¦s, la misma gente contra la que arremet¨ªa el grupo de rock californiano se ha apropiado del lenguaje antisistema
Por esas cosas raras del algoritmo, he vuelto a ver una actuaci¨®n de Rage Against the Machine, en la que, frente a una audiencia de m¨¢s de 60.000 personas y con un derroche de carisma que pone los pelos como escarpias, la banda m¨¢s influyente de los a?os noventa, la d¨¦cada en que supuestamente acababa la historia, interpreta Killing in the Name, su canci¨®n m¨¢s conocida. Las im¨¢genes fueron tomadas en un festival holand¨¦s en 1993 y el p¨²blico es mayoritariamente masculino y blanco. La visi¨®n de esos hombres sumidos en una catarsis de alaridos y pogos me impresion¨® tanto que la compart¨ª, acompa?ada de la t¨ªmida idea que se encendi¨® en mi cabeza: ¡°?Cu¨¢ntos de esos muchachos ahora estar¨ªan dispuestos a votar por Trump?¡±. Recib¨ª reprimendas por lo que se interpret¨® como una falta de erudici¨®n pop: los miembros de la banda han sido siempre (y contin¨²an siendo) activistas de izquierdas. Di explicaciones: cuando solo era una veintea?era, muchas noches me met¨ªa a empujones en un bar de copas de mi ciudad, donde una masa de chavales sudorosos pero pulcramente vestidos con camisas bien planchadas y pantalones de marca gritaban a voz en cuello la l¨ªnea principal del estribillo, esa que dice ir¨®nicamente ¡°And now you do what they told ya¡± (¡°Ahora haz lo que te manden¡±). Por obra de magia fon¨¦tica ellos espa?olizaban la letra de la siguiente forma: ¡°A que te toco la chocha¡±. Estas escenas se repet¨ªan, entre morreos no solicitados y conatos de abusos, en todos los pubs de la Espa?a que iba bien con diferentes variantes, todas cargadas de connotaciones sexuales y violentas. No s¨¦ si las bombas hormonales junto a las que berre¨¦ aquel coro sab¨ªan que la tonada era una protesta contra la brutalidad policial ejercida contra un taxista negro llamado Rodney King. S¨¦ que treinta a?os, una pandemia y una revoluci¨®n feminista despu¨¦s, la misma gente contra la que arremet¨ªan aquellos californianos se ha apropiado de los s¨ªmbolos de la desobediencia, de la rabia antisistema. Y de la m¨¢quina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.