Asalto a la democracia
Las medidas de Donald Trump no son una sucesi¨®n de extravagancias sino que responden a un proyecto coherente de tintes totalitarios
![Donald Trump se dirige a los senadores republicanos este viernes en Mar-a-Lago.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/O3LAXHL5Q7RJSMWRMD4YRA27G4.jpg?auth=2aef857d0fc446b35e739a98249375a530e26ed24f36092b4d41bbb1e1c7b3cb&width=414)
La segunda presidencia de Donald Trump permite pocas dudas a las tres semanas de su toma de posesi¨®n. El proyecto del mandatario republicano es, lamentablemente, lo que parece: un asalto a la democracia en toda regla. Su estrategia de estremecer cada d¨ªa al mundo con una decisi¨®n m¨¢s radical que la anterior no puede conducir a una respuesta meramente emocional ni ocultar que sus movimientos obedecen a un dise?o para cuya ejecuci¨®n cuenta con una acumulaci¨®n in¨¦dita de poder pol¨ªtico, econ¨®mico y tecnol¨®gico.
Piezas esenciales del pluralismo democr¨¢tico como la divisi¨®n de poderes o el control parlamentario de la acci¨®n del Ejecutivo se hallan bloqueadas. Buena parte de las ¨®rdenes emanadas de la Casa Blanca contradicen la Constituci¨®n estadounidense, empezando por la anulaci¨®n del derecho de ciudadan¨ªa para los nacidos en territorio estadunidense o la sustracci¨®n por parte del presidente de la potestad presupuestaria, exclusiva del Congreso. Incluso los medios de comunicaci¨®n ¡ªel llamado cuarto poder¡ªse hallan sometidos a presi¨®n, sea por litigios promovidos desde el trumpismo para amedrentar a periodistas y editores, sea por campa?as de acoso lanzadas desde las redes sociales afines a Trump.
Id¨¦ntica actitud est¨¢ orientando la acci¨®n exterior, regida por el principio de la fuerza bruta. A los prop¨®sitos anexionistas de Groenlandia y Canad¨¢, se han a?adido las pretensiones colonialistas sobre Gaza. La subcontrataci¨®n del sistema carcelario de la dictadura salvadore?a y el uso de Guant¨¢namo como campo de concentraci¨®n al que trasladar a 30.000 personas en situaci¨®n irregular, abren el camino a una red de territorios en los que no valga el Derecho, en abierta ruptura de la Carta de Naciones Unidas.
En las relaciones internacionales ha dejado de regir cualquier principio que no sea la cruda correlaci¨®n de fuerzas, de forma que los m¨¢s d¨¦biles no tienen otro remedio que plegarse a los designios del m¨¢s fuerte. La pol¨ªtica arancelaria desborda el proteccionismo al uso para convertirse en un arma de guerra geoecon¨®mica. El gasto de defensa de los pa¨ªses de la OTAN, la financiaci¨®n de la reconstrucci¨®n de Ucrania, la explotaci¨®n de recursos mineros ucranios o la exigencia de fabricar e invertir en Estados Unidos son cartas que Trump va a jugar, junto a los aranceles, en futuras negociaciones. Washington se ha convertido en un socio no fiable, hasta el punto de fragilizar la solidaridad en la defensa mutua inscrita en el art¨ªculo 5 del Tratado Atl¨¢ntico.
La punta de lanza en este asalto antidemocr¨¢tico es un organismo que act¨²a en nombre del presidente como si fuera una polic¨ªa oficiosa de la Casa Blanca, aunque se halla todav¨ªa en el limbo de la legalidad sin haberse sometido a ning¨²n tipo de control parlamentario. Es el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental, encabezado por Elon Musk, el hombre m¨¢s rico del mundo y due?o de la red social X. Acompa?ado por un equipo de j¨®venes reclutados en sus empresas digitales el magnate sudafricano interviene sin miramientos en agencias y departamentos del Gobierno estadounidense para exigir la entrega de bases de datos, paralizar transferencias, despedir a quienes se oponen y organizar el recorte dr¨¢stico de sus plantillas.
Dos millones de empleados federales han sido invitados a abandonar sus puestos a cambio de una indemnizaci¨®n. Los departamentos de Educaci¨®n y de Justicia, el FBI y la CIA est¨¢n tambi¨¦n en el punto de mira, con el objetivo a?adido de vengarse de los funcionarios p¨²blicos que actuaron legalmente contra Trump y sus c¨®mplices por el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2001. El mayor esc¨¢ndalo es, con todo, la s¨²bita clausura y congelaci¨®n de fondos de la USAID (Agencia de Estados Unidos para la Ayuda Internacional), cuya acci¨®n es crucial en la lucha contra el hambre, las campa?as de vacunaci¨®n o la ayuda humanitaria a la poblaci¨®n civil de pa¨ªses en guerra o ante cat¨¢strofes naturales.
La demolici¨®n de la USAID no es el ¨²nico decreto presidencial que complace a las extremas derechas de todo el mundo y a los gobiernos de los pa¨ªses autoritarios. Como se ha visto este fin de semana en Madrid durante la reuni¨®n de la ultraderecha europea promovida por Vox, tambi¨¦n suscita ese inquietante consenso el decreto firmado por Trump ¡ªcelebrado en esa cumbre en la capital de Espa?a como ¡°compa?ero de armas¡±¡ª que establece sanciones contra el Tribunal Penal Internacional por ordenar la detenci¨®n de Benjam¨ªn Netanyahu, acusado de cr¨ªmenes de guerra en Gaza.
El asalto a la democracia est¨¢ en marcha y de momento solo se le interpone el obst¨¢culo de los jueces, que deber¨¢n resolver sobre numerosas demandas contra la Casa Blanca, aunque no podr¨¢n evitar la degradaci¨®n de la actividad de la Administraci¨®n ni quitar el miedo de encima a millones de ciudadanos. En el exterior, pesa sobre las democracias liberales, y en especial sobre las instituciones europeas, la enorme responsabilidad de actuar como basti¨®n frente a una ofensiva totalitaria que pretende socavar la democracia desde dentro. No ser¨¢n propuestas apaciguadoras ni retraimientos nacionalistas los que convencer¨¢n a Donald Trump.
Ante una ola semejante, solo cabe la m¨¢xima unidad y una actitud m¨¢s resuelta y exigente respecto al cumplimiento de los tratados y de la legalidad por parte de la Uni¨®n Europea, que tendr¨¢ que recordarle al mundo que su fuerza como comunidad pol¨ªtica est¨¢ tanto en su potencia comercial como en su defensa del Estado social y derecho. Y que es algo m¨¢s que la mera suma de 27 pa¨ªses con sus propios intereses.
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