Karla Sof¨ªa Gasc¨®n: cancelaciones buenas y malas
El escarnio p¨²blico est¨¢ de moda incluso entre quienes se tienen por abiertos y progresistas

Bertrand Russell me da claves para entender el presente cuando dice que ¡°el fanatismo es un camuflaje de la crueldad¡±. Es de crueles fan¨¢ticos pretender que cualquier persona con visibilidad p¨²blica sea moralmente inmaculada. No me hace falta que el fontanero piense como yo para que me arregle un grifo ni que alguien que se dedica a la interpretaci¨®n tenga ideas ¡°correctas¡±. Lo que m¨¢s se desprende del caso Karla Sof¨ªa Gasc¨®n es el alcance descomunal que tiene la hipocres¨ªa en nuestros tiempos. El concepto de delito de opini¨®n se parece a aquello tan extra?o de ¡°pecar de pensamiento¡± y socava la libertad de expresi¨®n de todos. La tolerancia a lo que no nos gusta forma parte de ese derecho, pero el escarnio p¨²blico est¨¢ de moda incluso por parte de quienes se tiene por abiertos y progresistas. ?A los leones! Gritan para que se note que ellos est¨¢n del lado de las v¨ªctimas, ellos son buenos. No caben matices ni la complejidad. Todos los promotores y partidarios de cancelaciones a diestro y siniestro ser¨¢ que est¨¢n libres de todo pecado y por eso tiran no solo la primera piedra, sino que arrojan todas las que pueden con una furia primitiva. Hay que aniquilar al impuro para que los dioses vuelvan a bendecirnos. Eso s¨ª, les molesta que Karla Sof¨ªa Gasc¨®n diga que hay que expulsar a los moros, pero no parece que les escandalice ni la explotaci¨®n laboral de las temporeras ni los encarcelamientos de inocentes sin juicio ni sentencia que habitan en los CIE. Es m¨¢s importante el lenguaje.
Algunas voces han salido a pedir compasi¨®n por la trans defenestrada, les parece una exageraci¨®n que se condene as¨ª a una persona por difundir ideas odiosas. Parece que hay cancelaciones buenas y cancelaciones malas y la empat¨ªa es discrecional, seg¨²n si nos gusta m¨¢s o menos la persona de quien se pide la muerte civil (o f¨ªsica, en algunos casos). Ninguno de estos partidarios del perd¨®n y la comprensi¨®n dijeron ni media palabra cuando un monigote que representaba a Carmen Calvo apareci¨® colgado de un ¨¢rbol, cuando Lidia Falc¨®n fue expulsada de Izquierda Unida, Amelia Valc¨¢rcel del Consejo de Estado. Nada expresaron cuando Marcela Lagarde vio interrumpida su charla en la universidad o cuando a Juana Gallego se le impidi¨® dar clases en el m¨¢ster de comunicaci¨®n y g¨¦nero que ella misma hab¨ªa creado. Solo hubo silencio cuando a Silvia Carrasco se le impidi¨® seguir con su curso de antropolog¨ªa. Y no me suena que nadie, salvo las feministas, protestara porque se pidiera quemar los libros de J.K. Rowling.
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