Explotaci¨®n infantil: la ni?a rar¨¢muri que perdi¨® su edad recolectando chiles
M¨¢s de 600 menores de edad fueron localizados en los campos de jalape?os al norte de M¨¦xico, donde los jornaleros migrantes de esta etnia, conocida como ¡®pies ligeros¡¯, viven bajo formas de esclavitud moderna. Las inspecciones se complican por la presencia del crimen organizado y apenas hay sanciones
Nota a los lectores: EL PA?S ofrece en abierto la secci¨®n Planeta Futuro por su aportaci¨®n informativa diaria y global sobre la Agenda 2030, la erradicaci¨®n de la pobreza y la desigualdad, y el progreso de los pa¨ªses en desarrollo. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscr¨ªbete aqu¨ª.
¡ª?Cu¨¢ntos a?os tienes?
¡ªNo sabe. No sabe.
Marisa desconoce su edad, debe tener unos seis o siete a?os. Ante la pregunta se encoge de hombros y frunce el ce?o cegada por los tempraneros rayos de sol, sin dejar de agarrar chiles y arrojarlos a la cubeta. Sus maltratadas u?as le dificultan arrancar de cuajo el tallo. Sus manos, resecas, se arrugan como los dos jalape?os que apenas puede sostener, insensibles ante los constantes rasgu?os. Marisa ni parpadea.
Varios surcos adelante, su madre llena el primer balde del d¨ªa. Aplasta los chiles hasta rebosarlo y as¨ª amortizar los viajes hasta el saco donde se los contabilizar¨¢n: 20, 40 o 100 pasos cargando al hombro nueve kilos, 11 pesos (unos 50 c¨¦ntimos de euro), dos horas de trabajo. Un significativo trayecto en estas plantaciones de Camargo, en el des¨¦rtico norte de M¨¦xico.
¡ª?Trae a su hija para que le ayude?
¡ªNo, nada m¨¢s me la traigo para que no est¨¦ all¨¢ en el rancho ¡ªresponde Josefina, de 30 a?os, refiri¨¦ndose a la granja del patr¨®n, donde viven.
¡ª?Por qu¨¦? ?Hay riesgo?
¡ªS¨ª, porque hay mucha gente.
La gorra de Josefina resulta un lujo para quienes deben cubrirse del inclemente sol con pa?uelo y capucha. Carmela, de 12 a?os, afirma que viene al cultivo para colaborar con su familia, pero por decisi¨®n propia. Empez¨® la temporada pasada y se enorgullece de haber ahorrado para comprarse unos guantes. Un hombre y su hijo de 12 a?os se apresuran en sorber su caldo en los 15 minutos de descanso. ¡°Un sueldo solo no alcanza¡±, justifica Barrag¨¢n la presencia del menor.
Estos jornaleros ganan de 150 a 250 pesos (de 6 a 10 euros) diarios, seg¨²n si trabajan de ocho a doce horas. Las 60 espaldas del sembrad¨ªo tan solo alzan la vista para vaciar uno de los 20 cubos que, como m¨ªnimo, deben cosechar para que les rinda el jornal.
Se han detectado 623 menores de edad ¡ª211 por debajo de los 15 a?os¡ª en campos agr¨ªcolas de Chihuahua desde 2018 gracias a 493 inspecciones, seg¨²n datos de la Secretar¨ªa estatal del Trabajo (STPS). El trabajo infantil aument¨® un 8% respecto al ejercicio anterior, cuando murieron al menos 15 chicos en esos latifundios. El pasado septiembre una ni?a de seis a?os fue arrollada por un autocar en una granja de Camargo mientras sus padres pizcaban chile.
¡°?No hay justicia!¡±, grita uno de los varones a lo lejos. Su hijo de tres a?os muri¨® la noche del 17 de septiembre, embestido por un conductor ebrio que se dio a la fuga. ¡°Lo atropellaron y no hicieron nada¡±, gimotea con rabia Juan, quien ni siquiera ha tenido el tiempo de velar a su peque?o. Tan solo falt¨® a la colecta el d¨ªa de su entierro. Cada ma?ana madruga para api?arse en la camioneta del patr¨®n junto al mayor de sus hijos, de 12 a?os. Por las tardes, vaga por numerosas oficinas para encontrar respuesta. La Polic¨ªa le da largas sobre el caso y todav¨ªa no han detenido al culpable, f¨¢cilmente identificable en una localidad de unos 50.000 habitantes.
Rar¨¢muri, parias en tierras ajenas
La mayor¨ªa de los jornaleros en el centro-sur de Chihuahua provienen de la sierra Tarahumara, al oeste. Los rar¨¢muris sol¨ªan sustentarse del ma¨ªz y frijol que sembraban en las escarpadas monta?as, pero las sequ¨ªas acabaron con sus cosechas. Otros se vieron forzados a abandonar sus hogares por las arremetidas del crimen organizado que controla la tala ilegal de ¨¢rboles, la siembra de amapola, marihuana y la miner¨ªa en esos lindes del Tri¨¢ngulo Dorado, feudo insondable de narcotraficantes.
¡ª?Por qu¨¦ viniste?
¡ªPorque no hay empleo, no hay lluvias ¡ªcontesta un joven, uno de los pocos que no enmudece al preguntarle por la violencia, aunque sin dar su nombre.
¡ª?Por el crimen tambi¨¦n? ?Est¨¢ fuerte en la sierra?
¡ªS¨ª, est¨¢ fuerte ¡ªresponde con la cabeza agachada.
Los rar¨¢muri, pies ligeros en su lengua, son reconocidos por correr largas distancias en sandalias. Pero de poco sirve en esas tierras. Cada a?o llegan unos 30.000 campesinos migrantes para la pizca, donde se valora m¨¢s su baja estatura y manos peque?as. Eso explica, seg¨²n expertos, la mayor presencia de menores en recolecciones de chile y tomate que en otros productos de la zona, como la nuez.
La hist¨®rica pobreza y abusos contra este pueblo originario, de unos 120.000 miembros, ha provocado desde hace d¨¦cadas una di¨¢spora por todo el pa¨ªs. Jam¨¢s se promovi¨® su integraci¨®n y es habitual verlos mendigando en las calles de las principales ciudades y destinos tur¨ªsticos. Unicef indic¨® en 2013 que cerca de la mitad de las familias temporeras en M¨¦xico que tienen a hijos menores trabajando son ind¨ªgenas; y que estos ni?os y ni?as aportan un 41% de los ingresos del hogar.
Los peligros del campo
Las coloridas faldas de las rar¨¢muri ti?en el ¨¢rido paisaje. Una radio alienta la monoton¨ªa con baladas y rancheras. Daisy, de tres a?os, juega con una cubeta vac¨ªa al lado de su madre. Una muchacha de unos nueve a?os pasea en cochecito a su hermano beb¨¦. Otros brincan entre los matojos o se sientan junto a las ruedas de las camionetas en busca de la ¨²nica sombra que ofrece la estepa. Muchos de los atropellos de menores se producen por el descuido de arrancar sin revisar. Pero tambi¨¦n se han registrado muertes por las excesivas temperaturas. En mayo de 2018 una ni?a rar¨¢muri falleci¨® en Camargo por deshidrataci¨®n tras un golpe de calor.
¡°Se nos ha convertido en un problema por las familias que traen ni?os menores de 15 a?os. No los quieren en el campo¡±, se queja Alejandro Ch¨¢vez sobre las inspecciones de las autoridades estatales
El due?o de los sembrad¨ªos se recuesta en una de las todoterreno, repleta de botellas de agua que se racionan escrupulosamente. ¡°Se nos ha convertido en un problema por las familias que traen ni?os menores de 15 a?os. No los quieren en el campo¡±, se queja Alejandro Ch¨¢vez sobre las inspecciones de las autoridades estatales. En este far west mexicano todav¨ªa se normaliza el trabajo infantil, o que los ni?os deambulen bajo el sol durante largas jornadas.
Una de las normas escritas en el muro de entrada a su rancho, El Altar, proh¨ªbe el ingreso de ni?os y mujeres embarazadas con intenciones de trabajar. Ch¨¢vez explica que, las veces que ha tratado de negar el acceso a las madres con menores, todo el grupo de jornaleros ha rechazado trabajar en se?al de protesta. ¡°Batallamos porque la gente no quiere venir a los campos si no trae a toda la familia. No hay guarder¨ªas, no tienen d¨®nde dejarlos ¡ªexplica el cacique¡ª. Desconf¨ªan de dejar a sus hijos a otras personas¡±.
La ¨²nica aula m¨®vil para esta poblaci¨®n queda a 36 kil¨®metros y la fija m¨¢s cercana, a 250. Una mujer del pueblo los cuida por 50 pesos al d¨ªa, una cuarta parte de su m¨ªsero jornal, un precio caritativo imposible de asumir
En Camargo, las autoridades localizaron el pasado a?o a 24 menores rar¨¢muri laborando en campos agr¨ªcolas y tan solo a 18 en la escuela. La ¨²nica aula m¨®vil para esta poblaci¨®n queda a 36 kil¨®metros y el aula fija m¨¢s cercana, a 250. Una mujer del pueblo los cuida por 50 pesos al d¨ªa, una cuarta parte de su m¨ªsero jornal, un precio caritativo imposible de asumir.
¡°Ganan dependiendo de las ganas que pongan¡±
Ch¨¢vez asegura que ¡°ganan dependiendo de lo que trabajen, de las ganas que le pongan¡±. Es propietario, junto a sus hermanos, de 150 hect¨¢reas de chile y otras tantas de nogal. La superficie se pierde en el horizonte hasta topar con la silueta de la cordillera. Al a?o ingresan m¨¢s de medio mill¨®n de euros.
¡°No hay libertad para estos jornaleros. No les permiten salir del albergue, les cobran ilegalmente por los traslados¡±, dice Ana Luisa Herrera, titular Secretar¨ªa del Trabajo de Chihuahua
Varios hombres mestizos aguardan en las cuatro pick-ups donde transportan a los trabajadores. Son los jefes de cuadrilla, encargados del reclutamiento y log¨ªstica de la mano de obra. La parte trasera de los veh¨ªculos sirve de abarrotes, donde venden comestibles a sus empleados. El almuerzo ¡ªun insulso caldo de patata¡ª, el refresco y un paquete de chips o galletas para que los ni?os se entretengan, cuesta alrededor de 100 pesos (cuatro euros): un cuarto, un tercio o la mitad de su jornal, seg¨²n el rendimiento, como dir¨ªa el patr¨®n.
Esclavitud moderna
El Departamento de Asuntos Laborales Internacionales de Estados Unidos incluye al chile de nuevo en su ¨²ltima lista de alimentos producidos con trabajo infantil y forzado, localizado sobre todo en peque?as y medianas de esas plantaciones en Chihuahua, Jalisco y San Lu¨ªs Potos¨ª. ¡°Algunos trabajadores enfrentan un creciente endeudamiento con las tiendas de la empresa, que a menudo inflan los precios, lo que les obliga a comprar provisiones a cr¨¦dito y limita su capacidad de abandonar las granjas¡±, arroja el reciente informe.
Asimismo, expone que ¡°les mienten sobre la naturaleza del trabajo, salarios, horas y condiciones de vida (¡) Una vez en las granjas, algunos trabajan hasta 15 horas al d¨ªa bajo amenaza de despido y reciben un m¨ªnimo sueldo o ning¨²n pago. Algunos trabajadores son amenazados o maltratados f¨ªsicamente por abandonar sus trabajos¡±. Se estima que en M¨¦xico hay 341.000 v¨ªctimas de esclavitud moderna, seg¨²n el ¨²ltimo ?ndice Mundial de Esclavitud.
¡°No hay libertad para estos jornaleros. Hemos detectado casos en que los enganchadores (intermediarios) no les permiten salir del albergue, les descuentan el alojamiento, les retrasan el pago o les cobran ilegalmente por los traslados¡±, indica la titular de la Secretar¨ªa de Trabajo y Previsi¨®n Social (STPS) de Chihuahua, Ana Luisa Herrera, quien en 2018 lider¨® la creaci¨®n de la Comisi¨®n Interinstitucional para la Prevenci¨®n y Erradicaci¨®n del Trabajo Infantil y la Protecci¨®n de Adolescentes Trabajadores en Edad Permitida (CITI), integrada por 17 dependencias gubernamentales. Una vehemencia a la altura de la gravedad del problema en una entidad con m¨¢s de 42.000 menores empleados en actividades no permitidas, pero alejada de resultados plausibles.
Lo imprescindible es un traductor. Sin entender, no pueden acceder a ning¨²n derecho¡± Marina Morga, activista
Pese a que el Gobierno chihuahuense anunci¨® un Programa de Atenci¨®n a Jornaleros Migrantes (Projam), este carece de presupuesto propio. En 2018 se destinaron cerca de 27 millones de pesos (1,1 millones de euros) en atenci¨®n a personas jornaleras, y en el ¨²ltimo ejercicio los recursos se desplomaron a unos 4,3 millones de pesos (170.000 euros).
¡°?No nos pagan!¡±, denuncia un joven lo suficientemente tenue para que los enganchadores no lo escuchen. Su coraje se esfuma al ser preguntado. Le puede el temor a cualquier represalia del patr¨®n:
¡ª?C¨®mo que no les pagan?
¡ªNo, no, todo est¨¢ bien aqu¨ª.
Invisibles y excluidos
Las monosil¨¢bicas conversaciones con los rar¨¢muri se estancan en alg¨²n punto. La mayor¨ªa hablan un castellano limitado, nunca lo necesitaron en la inh¨®spita serran¨ªa donde tampoco hab¨ªa escuelas. ¡°Lo imprescindible, de entrada, es un traductor. Sin poderse comunicar, no pueden acceder a ning¨²n derecho¡±, reclama la activista local Marina Morga sobre el primer eslab¨®n de una cadena de discriminaciones.
Hace una d¨¦cada que apoya a los desplazados con los tr¨¢mites de una burocracia jerogl¨ªfica que les har¨ªa perder valiosas jornadas de cosecha. ¡°Vienen sin dinero y mientras encuentran trabajo viven en la calle. Los vemos durmiendo tirados, pero no sabemos que llevan mucho tiempo en el municipio. Malviven fuera del sistema, nadie les hace caso¡±, a?ade.
Nos han asaltado hombres con armas largas para frenar la inspecci¨®n ranchosMarco Gayt¨¢n, jefe de inspecci¨®n
En julio del pasado a?o Chihuahua alberg¨® la 16? Convenci¨®n Mundial del Chile. En su inauguraci¨®n, el gobernador Javier Corral presumi¨® de Camargo como ¡°la capital mundial del chile chipotle¡± utilizado para salsas. Su administraci¨®n gast¨® 1.681.314 de pesos (unos 70.000 euros) en publicidad oficial para el evento, m¨¢s de una cuarta parte del rubro dedicado a jornaleros migrantes en todo el pasado a?o.
Vivienda infrahumana
Entretanto, sigue sin haber una oficina de asuntos ind¨ªgenas. Tampoco un albergue para jornaleros, como tampoco existe en la mitad de los 13 distritos agr¨ªcolas del centro-sur de Chihuahua. Algunos productores, muy pocos, han construido barracones en sus fincas para brindar un techo a sus trabajadores.
En el rancho La Liebre, propiedad de los hermanos Ch¨¢vez, se encuentran algunas de las estancias mejor acomodadas en el campo camarguense, al menos gratuitas y con paredes de hormig¨®n. Alfonso Silva vive junto a su esposa y sus dos hijas en 16 metros cuadrados. Las moscas y el hedor colman el habit¨¢culo, pero al joven se le hace un buen lugar para vivir: ¡°Hay agua, espacio, ba?o junto (comunal)¡±, que comparten con el medio centenar de jornaleros. Alfonso trabaja en el secado y ahumado del chile chipotle, un puesto privilegiado respecto al de pizcador que le permiti¨® comprar un fog¨®n y una nevera.
El hacinamiento empeora en las ¨²ltimas estancias construidas. ¡°Pues hay muy poco espacio. Una pareja no m¨¢s, creo cabe en el cuarto (¡) S¨ª hay agua, pero no hay luz¡±, murmura Guadalupe Carrillo. Coloc¨® unos pal¨¦s y pl¨¢sticos afuera para ampliar su cuartucho de tres por tres donde habita con su marido y su hijo de un a?o. En el exterior cocina con hoguera y adentro amontona un par de maletas y ropa.
Un enjambre de jejenes ¨Dun diminuto mosquito de picadura muy irritante¨D hurga en los ojos del beb¨¦ para comerse sus lega?as. Su nariz tapada de mocos secos hasta la boca hace pensar que ese peque?o est¨¢ enfermo. La joven madre se extra?a al preguntarle si alguna doctora ha examinado a su hijo. ¡°Los trabajadores se encuentran en viviendas hacinadas e insalubres sin acceso a agua potable, letrinas, electricidad y atenci¨®n m¨¦dica¡±, subraya el informe estadounidense.
En la finca de enfrente las barracas apenas llegan a chabolas de tablones y lonas. El due?o de Godea Agroindustrial niega el acceso a este medio, aunque las deplorables condiciones se observan desde la carretera. En otra hacienda a 10 kil¨®metros muri¨® en septiembre una beb¨¦ rar¨¢muri por una broncoaspiraci¨®n socorrida con mucha demora. Dos a?os atr¨¢s, en ese mismo Rancho Santa Clara, fallecieron dos j¨®venes por descargas el¨¦ctricas en diferentes momentos de un mismo d¨ªa.
Cuando en 2018 la Secretar¨ªa de Trabajo (STPS) lanz¨® la primera ronda de inspecciones sorpresa, detectaron un promedio de tres menores en cada campo. Desde entonces la mayor¨ªa de los productores ha optado por poner guardias en la entrada de sus ranchos, o bien, dar aviso al crimen organizado.
Cuando en 2018 la Secretar¨ªa de Trabajo (STPS) lanz¨® la primera ronda de inspecciones sorpresa, detectaron un promedio de tres menores en cada campo
¡°En Camargo, hasta en dos ocasiones han acudido un par de camionetas cargadas de hombres con armas largas para frenar la revisi¨®n y obligar a retirarnos. En otras partes de Chihuahua nos han interceptado y bloqueado el paso. Hay comunidades imposibles de monitorear, de muy dif¨ªcil acceso geogr¨¢fico y de seguridad¡±, se?ala Marco Antonio Gayt¨¢n, jefe de esas inspecciones, que se efect¨²an con el acompa?amiento de elementos de la Polic¨ªa estatal.
Nula penalizaci¨®n
En sus tres a?os de funcionamiento, la STPS ha abierto 38 procesos condenatorios que se canalizaron a la Fiscal¨ªa General de la Rep¨²blica (FGR) para su sanci¨®n como delito penal. Sin embargo, ning¨²n caso ha llegado a sentencia. El m¨¢ximo ¨®rgano de justicia del pa¨ªs revela a este medio que no fue posible avanzar en las investigaciones por ¡°deficiencias de origen en las actas de las visitas de inspecci¨®n¡±. Por su parte, el ente de asuntos laborales de Chihuahua insiste en que nunca recibieron dicha comunicaci¨®n.
Tan solo se han impuesto dos multas de unos 17.000 y 20.000 euros, todav¨ªa en plazo para interponer recursos. Se trata de las cantidades m¨¢s elevadas que prev¨¦ la ley, aunque apenas representa alrededor del 3% de las ganancias anuales de un latifundista mediano, como por ejemplo los hermanos Ch¨¢vez.
¡°Al Gobierno le corresponde reforzar la supervisi¨®n y los albergues. Hay un rezago en cuanto a los derechos de esos ni?os jornaleros y a las condiciones en las que viven, muchas veces infrahumanas¡±, reconoce el presidente de la Comisi¨®n Estatal de Derechos Humanos (CEDH), N¨¦stor Armend¨¢riz. El anacronismo se extiende a todo el pa¨ªs, donde cerca de un mill¨®n de menores se dedican a actividades del sector primario. En 2017, hab¨ªa en M¨¦xico m¨¢s de 3,2 millones de ni?os y ni?as empleados ¡ªm¨¢s de la mitad en ocupaciones peligrosas¡ª, un 11% de esa poblaci¨®n. Aun as¨ª, algo por debajo del promedio en Latinoam¨¦rica.
¡ª?Te duelen las manitas?
¡ªNo.
¡ª?Cu¨¢nto llevas trabajando aqu¨ª? ?Quieres estar aqu¨ª?
¡ªNo sabe.
Marisa tampoco sabe cu¨¢nto tiempo ha pasado ni qu¨¦ hora es, pero ya son las cuatro de la tarde. Diez sofocantes horas arrodillada, pizcando unos 400 chiles, cinco baldes, 50 pesos (dos euros). Es octubre, est¨¢ por terminar esa cosecha y en breve arrancar¨¢ la temporada nogalera en la regi¨®n. Sus manos enchiladas, agrietadas, donde el campo esculpi¨® toda su crueldad hasta robarles el tacto, ma?ana se tiznar¨¢n ennegrecidas por la c¨¢scara de las nueces. As¨ª pasar¨¢n incalculables kilos de frutos, de millones de d¨®lares y severos soles, hasta que alg¨²n d¨ªa Marisa pueda comprarse unos guantes. La ni?a, de unos seis o siete a?os, solo sabe que en este desierto mexicano la vida se mide en cubos de jalape?os.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.