Ser joven y activista en pandemia, un problema si no tienes internet
Una adolescente argentina reflexiona sobre c¨®mo la falta de conectividad se convirti¨® un obst¨¢culo para quienes, como ella, quieren ser la chispa necesaria para encender la llama del cambio
Mi nombre es In¨¦s, tengo 17 a?os y soy militante popular. Siempre fui una persona en¨¦rgica, pero cuando ten¨ªa 13 a?os comenc¨¦ a involucrarme activamente en la sociedad. Ve¨ªa que compa?eras de mi edad, muy chicas tambi¨¦n, estaban haciendo algo para cambiar aquello que cre¨ªan que deb¨ªa ser de otra manera. Eso me moviliz¨®. Me hizo darme cuenta de que hab¨ªa un mont¨®n de situaciones alrededor, dentro de mi casa y fuera de ella, que a m¨ª tambi¨¦n me hac¨ªan ruido. Empec¨¦ a entender que no eran hechos aislados y de d¨®nde ven¨ªan: de un sistema que se alimentaba de la desigualdad, la violencia y el individualismo estructural. Entend¨ª que hab¨ªa que derribarlo desde los cimientos y construir sobre los mismos una sociedad nueva y, por tanto, una nueva manera de entender, construir y habitar el mundo. Ese cambio ¨²nicamente pod¨ªa ser colectivo.
Comenc¨¦ integrando grupos juveniles feministas, partidarios y de pol¨ªtica estudiantil, llegando a presidir el primer centro de estudiantes que mi colegio ten¨ªa en a?os. Pasaba tanto tiempo en la escuela, que esta se convirti¨® en mi segunda casa. Me sent¨ªa protegida, acompa?ada.
Pero un d¨ªa, una alumna de tan solo 16 a?os acudi¨® a nosotros asegurando haber sido acosada por un compa?ero. El caso desat¨® una ola de movilizaciones internas; los carteles con consignas que ped¨ªan justicia para la chica se hicieron ver en el edificio y la indignaci¨®n se hizo escuchar, presionando a unas autoridades escolares sobrepasadas por la situaci¨®n y que parec¨ªan no estar dispuestas a dar respuesta a la situaci¨®n.
Pese a intentarlo, la chica no recibi¨® el apoyo esperado por parte de las y los adultos. Fui testigo de esa injusticia y se me cay¨® el mundo: ¡°?c¨®mo es posible?¡±, pens¨¦. No pod¨ªa pasar dentro de las aulas. Ah¨ª entend¨ª que las escuelas son un reflejo directo de la sociedad: cuando a una v¨ªctima no se le toma en serio o cuando se le expone al escrutinio p¨²blico. El colegio era mi segundo hogar, pero nos hab¨ªa dado la espalda. ?C¨®mo pod¨ªa reaccionar?
Las escuelas son un reflejo directo de la sociedad: cuando a una v¨ªctima no se le toma en serio o se le expone al escrutinio p¨²blico
Finalmente hubo respuesta; nos cost¨® y luchamos por tenerla, pero la hubo. M¨¢s all¨¢ de la protesta en s¨ª misma, esa experiencia me mostr¨® lo importante que es el activismo juvenil y que la ¨²nica forma de lograr conquistas es organiz¨¢ndose, moviliz¨¢ndose, actuando por los cambios que queremos, ocupando y habitando tanto nuestras casas y escuelas, como las calles y los espacios de representaci¨®n.
Hist¨®ricamente, los adolescentes hemos sido consideradas personas ¡°en desarrollo¡±, ¡°sin experiencia¡± ¡°capaces solo de aprender e imitar¡±, siempre esperando la adultez para pensar, decidir, actuar. Tengo confianza en que esto est¨¢ cambiando y que hay un espacio de llegada para que ocupemos el lugar que merecemos en la toma de decisiones. Ya es hora, no solo porque seremos quienes viviremos el futuro que estamos construyendo hoy, sino porque tenemos derecho a decidir.
Hist¨®ricamente, los adolescentes hemos sido consideradas personas ¡°en desarrollo¡±, ¡°sin experiencia¡± ¡°capaces solo de aprender e imitar¡±, siempre esperando la adultez para pensar, decidir, actuar
Ser joven es tener una potencia inmensa y cuando te organizas o encuentras a otros que est¨¢n en lo mismo que t¨², entonces se vuelve imparable. Esa es la riqueza del colectivo, de la participaci¨®n. Es el poder de millones de adolescentes que a diario toman la responsabilidad de mejorar el mundo en el que vivimos; que han desafiado lo que conocemos como adultocentrismo, y que se convirtieron en activistas, pese a las desigualdades e injusticias.
J¨®venes conectados
S¨ª, la participaci¨®n juvenil tambi¨¦n se ha visto marcada muchas veces por las duras desigualdades existentes en Am¨¦rica y el mundo, pero militar no era una cuesti¨®n de privilegios. Las desigualdades que ve¨ªamos en la escuela radicaban en la falta de oportunidades y de apoyo; la falta de participaci¨®n, en el hecho de que adem¨¢s de estudiar muchos deb¨ªan trabajar para ayudar a sus familias y ni el tiempo ni las energ¨ªas les alcanzaban. La pandemia ha endurecido esas diferencias, pero tambi¨¦n ha a?adido un factor que ampl¨ªa m¨¢s la brecha y vuelve protagonista de la participaci¨®n a un privilegio: la conectividad.
Hasta antes de la pandemia, el activismo era algo diverso. Se daba naturalmente en las comunidades, en el espacio f¨ªsico compartido, donde las personas simplemente pod¨ªan acercarse a una reuni¨®n o a un encuentro y ser parte. Lejos de ser excluyentes, las redes sociales eran algo complementario, ¨²tiles para extender el alcance de las acciones.
Con el confinamiento, la virtualidad entr¨® de lleno y para muchos signific¨® m¨¢s participaci¨®n: tomar cursos, lecturas, asistir a charlas, por ejemplo. Todo a trav¨¦s de internet. Pero, ?qu¨¦ pasa con aquellos que no pueden pagarlo o viven en zonas rurales o urbanas sin acceso? En la pandemia, la conectividad es un privilegio y lamentablemente durante el confinamiento signific¨®, en muchas organizaciones estudiantiles, un requisito para la participaci¨®n.
Muchos de mis compa?eros y compa?eras as¨ª lo vivieron. Si antes asist¨ªamos 15 j¨®venes a las reuniones del colectivo de estudiantes, durante el confinamiento solo pod¨ªamos hacerlo cinco. Acudimos a las autoridades locales en busca de soluciones y nos dieron un espacio de di¨¢logo, pero a trav¨¦s de videollamada. Ah¨ª est¨¢bamos otra vez, los que ten¨ªamos conectividad hablando por aquellos que no, desde un lugar que no era la primera persona. Fue un golpe bajo.
La falta de acceso a internet se ha transformado en la gran barrera de las sociedades actuales para garantizar algo tan fundamental como la educaci¨®n de miles de ni?os, ni?as y adolescentes de nuestro continente. Pero tambi¨¦n, se ha convertido en el gran obst¨¢culo a la hora de promover nuestro derecho a la participaci¨®n y a incidir en las decisiones que nos afectan.
De todas formas, me siento optimista. Estoy convencida de que m¨¢s all¨¢ de las desigualdades y dificultades, los adolescentes seguiremos siendo la chispa necesaria para encender la llama del cambio y que como siempre lo hemos hecho, hallaremos la manera de encontrarnos. Si dejamos atr¨¢s las individualidades y damos paso a la organizaci¨®n del colectivo, lograremos inspirar, movilizar y empoderar a otros, para al fin construir juntos esa sociedad en la que queremos y merecemos vivir.
In¨¦s Gorla es activista argentina en temas de igualdad de g¨¦nero y lideresa juvenil y colaboradora de Am¨¦rica Solidaria en Argentina.
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