En la casa de Pajares: una semana operando en el Hospital San Jos¨¦ de Monrovia
El centro sanitario es uno de los mejores de Liberia y el ¨²nico que se mantuvo abierto durante la guerra civil en aquel pa¨ªs, pero en Espa?a se dio a conocer con la crisis del ¨¦bola y la repatriaci¨®n del misionero Miguel Pajares. Cinco sanitarios espa?oles han desarrollado all¨ª una misi¨®n urol¨®gica para atender pacientes en plena pandemia de covid-19
En la entrada del Hospital Cat¨®lico de San Jos¨¦, en Monrovia, nueve retratos cuelgan de la pared. Uno por cada miembro de la instituci¨®n que perdi¨® la vida luchando contra el ¨¦bola en 2014. En medio destaca el rostro blanco de un espa?ol: Miguel Pajares Mart¨ªn. Tras 54 a?os vinculado al continente africano, y a escasas semanas de regresar definitivamente a Espa?a, el sacerdote y enfermero se infect¨® cuidando al entonces director del centro. Cinco d¨ªas despu¨¦s de su traslado a Madrid, su coraz¨®n dej¨® de latir, fue el primer muerto de ¨¦bola en Europa.
El peque?o altar sobre el marco de la puerta ¡ªmemoria de h¨¦roes que nunca quisieron serlo¡ª fue lo primero que vieron Daniel, Alfred, Prince, Spencer y Abraham. Tambi¨¦n varios centenares de pacientes m¨¢s que acudieron al San Jos¨¦ para registrarse cuando escucharon que unos cirujanos espa?oles operaban gratis este agosto pasado.
El n¨²mero no significa nada. Demasiados para la capacidad del hospital y para una misi¨®n sanitaria de menos de seis d¨ªas en quir¨®fano. Demasiado pocos para un pa¨ªs con cinco millones de habitantes que cuenta tan solo con dos ur¨®logos, aseguran en el hospital: uno de ellos trabaja en una cl¨ªnica privada y otro, reci¨¦n terminada la especialidad, no sabe hacer endoscopias. ¡°En Espa?a no ser¨ªa ni residente de segundo a?o¡±, lamenta Jos¨¦ Rubio, jefe del servicio de Urolog¨ªa del Instituto Valenciano de Oncolog¨ªa (IVO) y presidente de la organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro Surg For All (Cirug¨ªa para todos).
Esta falta de medios y profesionales provoca a?os de dolor sin apenas tratamiento a un gran n¨²mero de liberianos. Otros, los que pueden costearse intervenciones modestas en ?frica o India, entran en una loter¨ªa de complicaciones. Una minor¨ªa vuela a Estados Unidos o Europa dilapidando sus ahorros y los de su familia. Nadie quiere morir de patolog¨ªas f¨¢cilmente tratables cuando la medicina es avanzada. En el caso del c¨¢ncer de pr¨®stata, seg¨²n datos de la AECC y la OMS, la supervivencia a cinco a?os roza el 90% en Espa?a y apenas el 25% en Liberia.
Las cifras oficiales reportan cerca 300 muertos por c¨¢ncer de pr¨®stata al a?o en Liberia. M¨¢s all¨¢ del infradiagn¨®stico, miles de liberianos m¨¢s tienen otros problemas prost¨¢ticos que ni siquiera quedan registrados en estad¨ªstica alguna. Aunque las principales carencias son la falta de medios y formaci¨®n, el bajo nivel adquisitivo de los pacientes les lleva a retrasar al m¨¢ximo su visita al hospital, reduciendo su calidad de vida.
¡°Mi padrastro y mi abuelo murieron por c¨¢ncer de pr¨®stata. Nosotros lo llamamos el asesino de hombres¡±, cuenta Stephen Toh, sentado en la cama. Hace cuatro d¨ªas que se oper¨® y ya le han dado el alta para volver a casa.
La primera ma?ana, su bigote blanco se levant¨® al ver pasar a Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez. Adjunta del ?rea de Anestesia y Reanimaci¨®n en el hospital La Fe de Valencia, le avis¨® que el anestesista iba a pincharle en la espalda y ¨¦l, tras unos segundos de duda, encontr¨® dos palabras que giraron varias cabezas en la peque?a sala: ¡°Grasssias, se?oritaaa¡±.
Sus ¨²ltimos meses han sido complicados: dolores, imposibilidad para hacer pis, noches ingresado y pastillas que no resolv¨ªan el problema m¨¢s all¨¢ de unas semanas. La decisi¨®n fue clara: pedir un pr¨¦stamo y operarse en Canad¨¢.
A diferencia de otros, su caso ha sumado un c¨²mulo de fortunas que le hacen re¨ªr cada vez que las enumera. Primero, el WhatsApp de un amigo que se enter¨® de la llegada de Surg For All. Despu¨¦s, el azar del registro, en el que le toc¨® ser el primero. Y, por ¨²ltimo, el descubrimiento de Jos¨¦ Miguel Gim¨¦nez Bachs, el otro ur¨®logo del equipo espa?ol que, adem¨¢s de extirparle una pr¨®stata de tama?o considerable, le repar¨® una hernia umbilical que arrastraba.
Toh, excapit¨¢n de la selecci¨®n de baloncesto de Liberia, se qued¨® sin conocer a sus nietos (su hija emigr¨® a?os atr¨¢s a Canad¨¢), pero se ahorr¨® miles de euros que, a sus 60 a?os y con el sueldo de profesor, se hubieran convertido en una deuda dif¨ªcil de afrontar. ¡°Fue como un milagro. Gente viniendo de otro pa¨ªs para trabajar en ?frica. Gratis¡ ?Ah!, no pod¨ªa cre¨¦rmelo¡±, dice mirando a su esposa, que graba la conversaci¨®n desde la puerta. ¡°Solo pido que vuelvan; hay muchos m¨¢s con este problema¡±.
Regresar est¨¢ en el prop¨®sito de esta organizaci¨®n fundada en 2014 y gestada a trav¨¦s de las experiencias previas de varios de sus miembros en Latinoam¨¦rica. All¨ª se dieron cuenta de que volar, intervenir y regresar no funcionaba. ¡°Operar puede ser realmente atractivo para los que nos gusta la cirug¨ªa, pero no es efectivo en pa¨ªses en desarrollo. Efectivo es ense?arles y, sobre todo, dotarles tecnol¨®gicamente¡±, explica Rubio. A¨²n y todo, el equipo ha intervenido a 55 pacientes (m¨¢s una segunda operaci¨®n y varias cirug¨ªas dobles) en cinco d¨ªas y medio, y ha pasado consulta a un centenar para cribar la selecci¨®n previa. Cifras que no se ven en Europa, seg¨²n los propios cooperantes.
Pero eso tan solo es la tercera pata de una iniciativa cocinada a fuego lento con la direcci¨®n del hospital y la ONG Juan Ciudad. En 2019, Jos¨¦ Rubio y Ana Arbona, dos de los fundadores de Surg For All y compa?eros en el IVO, se desplazaron a Monrovia para ver las necesidades del centro. All¨ª, ya se encontraba Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez.
A aquel viaje le sigui¨® otro, el de los enfermeros Thomas S. Kettor y Eliza Berry, para aprender en Valencia. La pandemia alarg¨® su estancia y retras¨® 15 meses la misi¨®n urol¨®gica. Los pr¨®ximos pasos tambi¨¦n est¨¢n definidos: formar un m¨¦dico en Espa?a y volver para asentar el proyecto.
Benjamin Grerseedah tiene un talento natural para captar la atenci¨®n de los dem¨¢s. A veces son sus ojos saltones; otras, la sonrisa de ni?o peque?o que esconde bajo un rostro de 61 a?os. Cuando sabe que le miran, tararea canciones que tiene en la cabeza. Tambi¨¦n se aferra al brazo de las enfermeras y pone cara de pena para que no le dejen solo en la sala de reanimaci¨®n. Sentado en quir¨®fano, empieza a temblar. ¡°No lo volver¨¦ a hacer jam¨¢s¡±, susurra agarrado a una bota de agua caliente despu¨¦s de una resecci¨®n transuretral (un procedimiento en el que se introduce un instrumento por la punta del pene y se corta el tejido prost¨¢tico que impide el paso de la orina). Cuando cree que el periodista no escucha, cambia el tono y ofrece 10 d¨®lares por el objeto que le devuelve la temperatura.
Al d¨ªa siguiente, ya en planta y esperando el chequeo del postoperatorio, mira con desconfianza a los doctores. Cuando Gim¨¦nez Bachs levanta la s¨¢bana, comienza a gritar.
¨D?Doctor Senga, doctor Senga, tengo miedo!
¨D?Pero si a¨²n no te he hecho nada!, responde Gim¨¦nez Bachs, alarmado por los alaridos del paciente, sin percatarse de que lo ha hecho en espa?ol.
El se?or Grerseedah ha o¨ªdo la palabra ¡°cuchilla¡± y, ante la duda, ha llamado al director m¨¦dico del hospital. Cuando pasan con el siguiente paciente, sonr¨ªe, aliviado, con la boca cerrada.
Los siguientes d¨ªas, los compa?eros de habitaci¨®n se r¨ªen de sus exageraciones. Sin embargo, muchos de ellos tambi¨¦n mostraron gestos de desconfianza antes de la anestesia. ¡°Son muy quejosos y recelan cuando vas a pincharles. Se les ve en los ojos que tienen miedo¡±, confirma Jos¨¦ Luis Casbas, el anestesi¨®logo. ¡°Al mismo tiempo, tienen que tener much¨ªsimo aguante¡±, apunta Gim¨¦nez Bachs. ¡°Las pr¨®statas que sacamos aqu¨ª no se ven en Espa?a, algunos llevan a?os con cuerpos extra?os dentro, trozos de sonda y de todo. Es incre¨ªble¡±.
Ana Arbona suspira en medio de la oscuridad: ¡°Empezamos bien el d¨ªa¡±. Medio minuto despu¨¦s, el bistur¨ª el¨¦ctrico vuelve a sonar, las bombillas se encienden y los pasillos regresan al traj¨ªn de camillas que intercambian pacientes entre la sala de reanimaci¨®n y la primera planta.
?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si se hubiera estado utilizando el respirador? ?Y si fuera una operaci¨®n a vida o muerte? En esta ocasi¨®n, no ha ido m¨¢s all¨¢ de unos ojos nerviosos que han dejado de sentir de cintura para abajo por la anestesia, y una frase que los sanitarios locales utilizan de comod¨ªn: ¡°This is ?frica¡± (esto es ?frica).
Donde s¨ª nota el hospital las consecuencias de la inestable red el¨¦ctrica nacional es en sus arcas. Seg¨²n el balance de 2020, el San Joseph tan solo obtuvo 990 euros de beneficio, algo que su director, Peter Lansana Dawoh, achaca al sobrecoste en gasolina para alimenta al generador: 15.000 d¨®lares al mes, unos 13.000 euros
Son momentos de estr¨¦s, como tantos otros, en los que Rodr¨ªguez y Arbona ponen la calma. Ellas coordinan e instruyen al grupo de enfermeros, se encargan de tener la mesa con el instrumental necesario, regulan el suero, cuentan las gasas y se anticipan a las necesidades de los cirujanos. Todo pasa por sus cabezas. Los cinco son un engranaje perfectamente coordinado, aunque sea la primera vez que trabajan juntos.
¡°Yo he alucinado con el ritmo de trabajo. En Bolivia ¨¦ramos un solo equipo, pero estuvimos un mes y no operamos tanto¡±, confiesa Gim¨¦nez Bachs. Un esfuerzo que, adem¨¢s, ha contado en esta ocasi¨®n con la ayuda de Eliza Berry y Thomas S. Kettor.
¡°Estoy muy satisfecha de haberles visto trabajar en su entorno. Nosotros buscamos ense?ar para que luego se manejen libremente y veo que la labor que hicimos en Valencia ha servido de mucho¡±, reconoce Arbona.
Todos los d¨ªas, la alarma suena a las 06:15, aunque algunas noches los llantos en la puerta de urgencias o el cacareo de los gallos adelantan el despertar.
Tras varios vuelos cancelados y el retraso por las diferentes olas de covid-19, el equipo logr¨® organizar una misi¨®n de seis d¨ªas. Jos¨¦ Rubio, Ana Arbona, Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez y Jos¨¦ Miguel Gim¨¦nez Bachs volaron de Valencia a Par¨ªs. El ¨²ltimo, ur¨®logo del Complejo Hospitalario Universitario y profesor asociado de la UCLM, se acerc¨® en coche desde Albacete. En la capital de Francia se encontraron con Jos¨¦ Luis Casbas, anestesi¨®logo en el Hospital de San Rafael y otros centros catalanes, que cogi¨® el avi¨®n en Barcelona. Siete horas despu¨¦s aterrizaron en Monrovia.
Cada ma?ana, desayunan en el comedor de los hermanos de San Juan de Dios y pasadas las siete cruzan las puertas del edificio principal. En la fachada, una placa en espa?ol de la visita de Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega cuando era vicepresidenta del Gobierno, y el logo pintado de Comunidad de Madrid evocan la conexi¨®n del hospital con Espa?a.
Es el inicio de jornadas de 12 horas con breves descansos para tomar caf¨¦, coger el m¨®vil, hablar con la familia y comer por turnos. En sala contigua al quir¨®fano, las marcas de la mascarilla y los rostros cansados quedan al descubierto. ¡°Aqu¨ª sabes cuando empiezas, pero no cuando acabas¡±, asiente Casbas mientras sirve espaguetis con tomate y pescado en un plato.
Por las noches, el jam¨®n, el queso y la cerveza son la antesala de una cena en la que an¨¦cdotas del d¨ªa y recuerdos de viajes pasados gu¨ªan la conversaci¨®n.
Pero no todos los recuerdos son alegres. Las radiograf¨ªas desvelaron que Jestly, un chico de 22 a?os en silla de ruedas desde 2019, hubiera necesitado, por lo menos, tres operaciones para obtener una m¨ªnima mejor¨ªa. Su caso no pudo atenderse. Tampoco el de un var¨®n que esper¨® la transferencia bancaria de su familia para recorrer 14 horas en moto y presentarse en el hospital la ¨²ltima tarde. U otro que, tras escuchar a varios amigos satisfechos, pidi¨® al director que le buscara un hueco a finales de semana. ¡°Ya es tarde¡±, le respondi¨® Dawoh, y el hombre rompi¨® a llorar.
¡°En esta misi¨®n se ha quedado mucha gente fuera que nos ha dado pena¡±, reconoce M? Jos¨¦ Rodr¨ªguez. ¡°Casos as¨ª son duros, pero es parte del trabajo¡±.
¡°Si piensas la inversi¨®n de tiempo y dinero que hacemos aqu¨ª o cuando ellos vienen a Valencia, los resultados quiz¨¢s no se correspondan¡±, comenta Rubio. ¡°Pero yo me llevo un saco de ilusi¨®n. Hemos trabajado en otros sitios y nos hemos ido con un mal sabor de boca porque ha sido imposible hacer un proyecto. A veces, el salto es demasiado al vac¨ªo¡±.
¡°Siempre te llevas recuerdos y vivencias totalmente diferentes¡±, reflexiona Arbona. ¡°Siempre surge alg¨²n caso de alg¨²n paciente en condiciones muy bajas que consigues sacar adelante y con eso ya es suficiente¡±.
As¨ª ocurri¨® con la ¨²ltima intervenci¨®n que dej¨® a liberianos y espa?oles con la boca abierta. Hombre, 53 a?os y sin recursos econ¨®micos. El fondo de Surg For All coste¨® la tarifa del ingreso. Operado tiempo atr¨¢s, presentaba fuertes dolores y constantes infecciones. ¡°Lo peor est¨¢ dentro¡±, exclama Rubio. Mientras, el resto mira la pantalla y lanza teor¨ªas sobre c¨®mo hab¨ªa podido terminar la sonda calcificada y un tap¨®n entero en el interior de la vejiga. ¡°Uf¡±, deja escapar el doctor Senga.
Qui¨¦n sabe cu¨¢ntos d¨®lares e infecciones se habr¨ªa ahorrado. Qui¨¦n sabe cu¨¢ntos a?os de vida habr¨¢ ganado.