Por qu¨¦ no est¨¢ siendo f¨¢cil la vacunaci¨®n contra la covid-19 en territorio ind¨ªgena de la Amazon¨ªa
Asistimos a una campa?a de inmunizaci¨®n contra el coronavirus en la selva peruana, para comprobar que entre los distintos pueblos originarios a¨²n subsisten resistencias, miedos y creencias, antivacunas tanto presentes como antiguas, que no son f¨¢ciles de comprender, descifrar o superar
En la llamada Maloca II, vecina al pueblo de Padre Cocha, a unos 25 minutos en bote desde Iquitos, un grupo de hombres y mujeres de la etnia bora danzan con el cuerpo y el alma, y cantan en su lengua con una fuerza que escarapela cualquier piel citadina. Para llegar hasta ac¨¢ hay que atravesar un largo puente de madera, clavado en medio del bosque y sobre un suave riachuelo.
Adentro de la maloca ¨Dvivienda de madera t¨ªpica de la Amazon¨ªa¨D sigue la danza ante unos cuantos turistas, mientras unas m¨¢scaras colgadas parecen hablar de un pasado ancestral que, en ese momento, fluye al presente con los gritos armoniosos de los boras semi-desnudos. Cuando termine este ritual, vendr¨¢ otro m¨¢s contempor¨¢neo: la vacunaci¨®n contra la covid-19.
Otras miradas
La danza ha terminado dejando cierto soplo de siglos en el ambiente, mientras la doctora Lilia D¨ªaz de la Direcci¨®n Regional de Salud (Diresa) de Loreto ¨Ddepartamento del nororiente peruano¨D, se dirige a los ind¨ªgenas ya sentados y les dice: ¡°Les puede doler un poco la cabeza, el brazo, pero pueden hacer su vida normal, lo ¨²nico que no pueden es tomar masato¡±.
Una risa comunitaria resuena en la maloca porque el masato es una bebida selv¨¢tica, muy espirituosa, que se prepara sancochando yucas, masc¨¢ndolas, escupi¨¦ndolas y luego dej¨¢ndolas reposar en un recipiente para que se fermenten con ayuda de la saliva. D¨ªaz lo sabe y por eso lo pone en la conversaci¨®n, a fin de que las vacunas no entren s¨®lo en los hombros sino en la cultura.
La inmunizaci¨®n no est¨¢ siendo un proceso f¨¢cil en todo el territorio amaz¨®nico. En este pa¨ªs, seg¨²n la actualizaci¨®n hecha el 18 octubre por el Ministerio de Salud (Minsa), el total de dosis aplicadas a los ind¨ªgenas era de 137.246, sobre una poblaci¨®n que, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica e Inform¨¢tica (INEI), es de 332.975 habitantes. O m¨¢s.
La cifra incluye la primera y segunda dosis. La informaci¨®n de Loreto ¨Del departamento con m¨¢s poblaci¨®n de pueblos originarios¨D sugiere que el d¨¦ficit sigue siendo muy alto. Los ind¨ªgenas que all¨ª deb¨ªan vacunarse (de 18 o m¨¢s a?os) son, seg¨²n la Diresa, 118, 055. Al 10 de octubre, hab¨ªan recibido la segunda dosis s¨®lo 14,460. Esto significa que, en esa fecha, apenas un poco m¨¢s del 12% de ellos estaban realmente inmunizados, cuando a nivel nacional ese porcentaje llegaba a 47%. La brecha en todos los lugares donde viven ind¨ªgenas es similar.
Y m¨¢s a¨²n: en mayo pasado, la Organizaci¨®n Regional de los Pueblos Ind¨ªgenas del Oriente (Orpio), realiz¨® una encuesta sobre un universo de 462 ciudadanos ind¨ªgenas en Loreto y Ucayali, otro departamento, y encontr¨® que el 66% no quer¨ªa vacunarse. La falta de informaci¨®n, el miedo y hasta el temor a morirse (22.6%) gravitaban en ese sentir.
Aunque en las ¨²ltimas semanas se ha avanzado, debido a la labor conjunta del Minsa y el Ministerio de Cultura, mediante el despliegue de 30 gestores interculturales en la selva, cierta desconfianza permanece. En la comunidad bora de San Cirilo, su l¨ªder Irene Pinedo declara que, en acuerdo con las 12 familias que all¨ª viven, decidieron no vacunarse.
En este complicado laberinto, la sabidur¨ªa tradicional es gravitante. Ruben Mes¨ªa, por ejemplo, el apu ¨Dt¨¦rmino quechua que en la Amazon¨ªa significa jefe¨D de Maloca II, contrajo la covid a mediados del 2020. Estando enfermo, relata, tom¨® la bebida hecha con la planta denominada ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y eso, explica, lo llam¨® a decidir.
El bosque sagrado
Seg¨²n cuenta, en el trance habr¨ªa visto c¨®mo su comunidad pod¨ªa sufrir mucho por la enfermedad y eso fortaleci¨® su disposici¨®n a proponer que todos se vacunaran y comunicarlo a las autoridades. Momento crucial porque, al menos en Per¨², la vacunaci¨®n entre los ind¨ªgenas no puede aplicarse sin que los apus, en representaci¨®n de sus comuneros, lo autoricen.
Son los primeros que tiene que vacunarse, adem¨¢s. Por lo general, los distingue una corona de plumas como la que luce Mes¨ªa, quien precisamente ha sido el primero en dejar que lo pinchen. Todo indica que ac¨¢ no hay tantas dudas sobre la necesidad de la inmunizaci¨®n, y que las mascarillas no son objetos tan extra?os, como que no tienen reparo en salir en fotos con ellas.
Pero por esta maloca tambi¨¦n flotan versiones relacionadas con la protecci¨®n que dan plantas o productos como el sacha ajo (Mansoa alliacea), el ki¨®n (jengibre), la miel de abeja artesanal y, sobre todo, el cordoncillo o matico (Piper aduncum), un ¨¢rbol cuyas hojas son valoradas por sus efectos antiinflamatorios y expectorantes. En todas se conf¨ªa plena y culturalmente.
Para los ind¨ªgenas amaz¨®nicos, ¡°curarse¡± con todo esto no es como tomar una c¨¢psula de paracetamol. No. Como se?ala la antrop¨®loga Mireia Campanera Reig, en su art¨ªculo Humanidad territorializada. Madres, due?os y personas que cuidan, publicado en el 2018, cada planta tiene como una ¡°madre¡±, que es ¡°la que brinda poder para salvar cuerpos y almas¡±.
Lo anterior se refiere a la etnia kukama, pero es observable en los 51 pueblos amaz¨®nicos peruanos. Una de las cartas dirigidas a la Diresa de Loreto, escrita a mano desde la comunidad de la etnia achuar llamada Checherta, sostiene que los comuneros ¡°decidieron no aplicarse la vacuna de la covid-19 de manera rotunda¡±. La raz¨®n: prefieren su medicina tradicional.
Una conversaci¨®n con el apu kukama Alfonso L¨®pez de la comunidad de 2 de mayo, luego de visitar un desolador camposanto improvisado cerca de Iquitos donde cientos de muertos de la primera ola fueron enterrados, revela que no son s¨®lo las plantas las que gravitan en la cosmovisi¨®n amaz¨®nica. ¡°Nosotros le tenemos m¨¢s miedo al bufeo colorado ¨Ddelf¨ªn rosado¨D que al virus¡±, dice.
Las amenazas de la memoria
A sus 64 a?os, L¨®pez exhibe cierta corpulencia y lleva en las dos mu?ecas grandes pulseras con semillas de wayruro, una planta amaz¨®nica leguminosa. No se ha inmunizado, pero su comunidad s¨ª aceptar¨¢ las vacunas. Y su explicaci¨®n de por qu¨¦ el delf¨ªn rosado les asusta m¨¢s a los kukamas cobra sentido cuando se escarba en la historia.
Cuenta que, cuando uno se encuentra con este animal, es mejor no molestarlo, ¡°porque puede hacerte da?o y hasta matarte; de eso no te curas ni en el hospital¡±. El antrop¨®logo peruano Marco Ram¨ªrez Colombier ha rastreado estas percepciones en su art¨ªculo titulado Karwar y bufeos colorados: el rastro de la memoria en los relatos m¨ªticos de los kukamas del Bajo Mara?¨®n.
Para los kukamas, los bufeos colorados son yacurunas, seres que viven en el agua. Tienen la costumbre de convertirse en ¡°gringos¡± y seducir a la gente. De acuerdo a Ram¨ªrez, representan ¡°la figura del colonizador for¨¢neo integrado permanentemente a la memoria e historia nativas¡±. No es extra?o, entonces, que sean vistos como una amenaza mayor que el pernicioso virus.
La impronta de caucheros, o de madereros y mineros ilegales, es de larga data en la Amazon¨ªa. En los ¨²ltimos a?os, por si no bastara, el territorio de este pueblo ha sido afectado por derrames de hidrocarburos. Esos golpes parecen haber inducido a los kukamas, y a otras etnias. a montar una estrategia frente a la pandemia, muy centrada en tratarse con sus propias plantas o aislarse.
Como lo hicieron muchas veces, para escapar de enfermedades como la devastadora viruela. Para no pocos ind¨ªgenas, el mal viene de afuera, est¨¢ en la ciudad, no en sus propias comunidades, donde han resistido el embate de otras epidemias. La propia esposa de L¨®pez fue alcanzada por la covid y e hizo un cuadro grave, pero al llevarla a Iquitos no encontr¨® atenci¨®n.
Al ver la desastrosa situaci¨®n sanitaria, con gente que se mor¨ªa asfixiada en los pasillos hospitalarios, opt¨® por alquilar un cuarto, donde la trat¨® con plantas, hasta que finalmente se recuper¨® y volvi¨® a la vida. Tal vez la medicina occidental tarde en comprobar si, realmente, la medicina tradicional amaz¨®nica es eficaz contra la covid. Pero la fe ind¨ªgena en ella es s¨®lida.
Riesgos de ayer y hoy
Para Gonzalo Mars¨¢, coordinador t¨¦cnico del Comando covid ind¨ªgena de Loreto, hay otros motivos por los cuales la vacunaci¨®n se resiste. Uno de ellos es la expansi¨®n de grupos religiosos que, en algunas ocasiones, llegan con el relato del chip v¨ªa la vacuna o, incluso, difundiendo la idea de que al ponerse esta ¡°se puede desarrollar c¨¢ncer o esterilidad¡±.
En la vasta extensi¨®n amaz¨®nica estos bulos han crecido, aunque es preciso se?alar que no todas las iglesias o cultos promueven estas ideas. Zoila Merino, dirigente de Orpio, pertenece a la Iglesia Evang¨¦lica Bautista Enmanuel y afirma que en ella no las han alentado. Por otros lados, sin embargo, ese rumor parece haber crecido como un contagio que fertiliz¨® las dudas.
Pero tambi¨¦n ocurre que, en las zonas m¨¢s aisladas, algunos medios masivos no llegan y tampoco la informaci¨®n, digamos, oficial y entonces las fake news se abren paso en medio de la selva. Lo que parece de m¨¢s peso, no obstante, es el desencanto ante el Estado y la medicina occidental. O, como recuerda Mars¨¢, ¡°la falta de reconocimiento de la medicina tradicional¡±.
Es como si fueran frecuencias distintas, pese a los esfuerzos de los ministerios de Sanidad y Cultura. La falta de m¨¢s personal que act¨²e en clave ¡°intercultural ¨Dhablando lenguas nativas si es necesario¨D, junto a la secular discriminaci¨®n que sufren estos pueblos abona la desconfianza, que puede devenir en situaciones graves, aun cuando la mortalidad por covid entre ellos sea baja.
Ocurre que, en las zonas m¨¢s aisladas, algunos medios masivos no llegan y tampoco la informaci¨®n oficial y entonces las noticias falsas se abren paso en medio de la selva
Otro ¨¢ngulo del problema es lo que puede pasar con los Pueblos en Aislamiento y Contacto Inicial (Piaci), que hist¨®ricamente han sido muy vulnerables a las epidemias, debido a que viven en una c¨¢psula biol¨®gica. Beatriz Huertas, antrop¨®loga que conoce bien su situaci¨®n, afirma que, de momento, no hay registro de contagios o muertos por covid en estos pueblos.
Con todo, el riesgo que corren es bastante alto porque, en el 2020, cuando el Estado se ausent¨® de esos territorios, y de la selva en general, para concentrarse en luchar contra el virus, crecieron la deforestaci¨®n y las actividades ilegales diversas. Especialmente en las zonas vecinas a los territorios de los Piaci, desde donde el virus podr¨ªa saltar y provocar una cat¨¢strofe.
La alarma por estas incursiones llev¨® a que, en junio del 2020, Orpio solicitara ¡°la implementaci¨®n urgente de un escudo sanitario¡± para las comunidades ind¨ªgenas aleda?as a las zonas de Piaci. El Estado lo intenta, porque el problema adicional es que a estos pueblos no se les puede contactar deliberadamente y, por tanto, vacunar. S¨®lo queda reforzar su aislamiento.
La danza contin¨²a
Mary, una ind¨ªgena bora que estuvo danzando y cantando en la Maloca II, pregunta apenas le sacan la jeringa, y a¨²n sudorosa, si puede seguirlo haciendo. El personal de Diresa le recomienda que descanse un rato, pero que luego de unas horas podr¨¢ danzar normalmente. M¨¢s boras hacen cola para recibir la vacuna, mientras las m¨¢scaras parecen seguir su propio ritmo.
De pronto, un grupo de kukamas llega a Maloca II y pide vacunarse. En su propia lengua, eso se dice erana karuta maikanas, etse uri patiri i pat sutsui, etse tsa emete na vacuna (¡°buenas tardes, somos de la comunidad de Padre Cocha, y estamos de acuerdo con la vacuna¡±). Al escuchar esas palabras uno siente que quieren salvarse del virus y de la aniquilaci¨®n de su memoria.
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