El destino de los congole?os despu¨¦s de los combates
Kalehe, una regi¨®n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, vive un momento de relativa calma despu¨¦s de a?os de guerra. Pero los efectos colaterales del conflicto, como la malaria y la mortalidad materna, siguen golpeando a la poblaci¨®n
En el territorio de Kalehe, una regi¨®n de colinas f¨¦rtiles, salpicadas de aldeas, en el este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC), los disparos dejaron de escucharse en 2021. El silencio lleg¨® despu¨¦s de m¨¢s de dos d¨¦cadas de guerras, pero la desnutrici¨®n y la malaria han sustituido a las balas como los principales problemas.
Mientras que los combates de los grupos armados suelen durar unos pocos minutos, sus efectos colaterales sacuden a los ciudadanos muchos meses despu¨¦s de los ¨²ltimos tiros. Esas batallas han dejado un territorio devastado, con pocos hospitales y sin carreteras, pues la ¨²nica manera de llegar a estos pueblos es a trav¨¦s de caminos de tierra escarpados que no son m¨¢s que brechas delgadas entre la vegetaci¨®n.
Este es el escenario que ha encontrado Akima Kasereka, una campesina de 25 a?os que regres¨® a su pueblo natal el pasado mes de enero, despu¨¦s de refugiarse en un asentamiento para desplazados internos durante cerca de tres a?os. ¡°Tuve que abandonar mi casa porque la gente estaba muriendo¡±, dice esta joven a la agencia Efe. ¡°Tampoco pod¨ªamos trabajar en nuestros huertos porque era demasiado peligroso, as¨ª que no pod¨ªamos alimentar a los ni?os. En Bulambika, donde encontramos un refugio, hab¨ªa much¨ªsimas personas de otros lugares¡±.
El hogar de Kasereka era el campo de batalla de grupos rebeldes de origen ruand¨¦s, como el Consejo Nacional para la Renovaci¨®n y la Democracia (CNRD), identificados como invasores por las comunidades locales, que luchaban contra milicias de autoprotecci¨®n, como los Raia Mutomboki o los Mai-mai Kirikicho.
Pero desde 2019, una serie de operaciones militares intensas contra los grupos rebeldes que actuaban en esta zona, adem¨¢s de un programa de desmovilizaci¨®n en el que tambi¨¦n intervino la misi¨®n de paz de la ONU en el pa¨ªs, hicieron que muchos rebeldes abandonasen las armas, o que escapasen a parajes a¨²n m¨¢s remotos. ¡°Ya no tenemos que correr ni escuchamos disparos. Podemos dormir tranquilos, sin preocuparnos. Y tampoco tenemos que escondernos en los bosques con nuestros ni?os. Ahora lo que m¨¢s nos molesta son las enfermedades¡±, dice Kasereka.
La joven habla desde el centro de salud de Msunguti, un edificio peque?o que opera con la colaboraci¨®n de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF). El segundo hijo de Kasereka, de seis meses, est¨¢ enfermo: los m¨¦dicos le diagnosticaron una malnutrici¨®n aguda, as¨ª que su madre le trae a menudo a este centro de salud para que contin¨²e recibiendo el tratamiento que necesita.
Ya no tenemos que correr ni escuchamos disparos. Podemos dormir tranquilos, sin preocuparnos. Ahora lo que m¨¢s nos molesta son las enfermedadesAkima Kasereka, vecina de Kalehe (RDC)
A pesar de la fertilidad de esta tierra, la ausencia de fertilizantes o m¨¢quinas agr¨ªcolas, as¨ª como las escasas oportunidades de empleo estables, hacen que millones de congole?os, como Kasereka, no puedan comer m¨¢s que una vez al d¨ªa, seg¨²n los trabajadores sanitarios de MSF en la zona. Por eso, las enfermedades relacionadas con la malnutrici¨®n son habituales en esta regi¨®n, adem¨¢s de la malaria y las complicaciones durante el parto o el embarazo, seg¨²n explican los trabajadores sanitarios de MSF. Las Naciones Unidas han lanzado la voz de alarma: el 16 % de las personas de la provincia de Kivu del Sur, donde se encuentra el territorio de Kalehe, no pueden comer lo que necesitan para mantenerse sanos.
Una oportunidad para cambiar
A punto de terminar ocho meses de embarazo, Fran?oise Tsherie, una campesina de 24 a?os, espera que su hijo nazca en un entorno distinto al que ella conoci¨®. ¡°Han muerto demasiadas personas en esta guerra, incluidos muchos conocidos de aqu¨ª y all¨¢. Todos fuimos testigos de eso¡±, lamenta Thserie en la sala de maternidad del hospital de la localidad de Tshigoma, tambi¨¦n en el territorio de Kalehe.
Ni siquiera los acuerdos de 2003, firmados por los principales grupos rebeldes que desde 1998 guerrearon en territorio congole?o para derribar o defender al r¨¦gimen del entonces presidente, Laurent-D¨¦sir¨¦ Kabila, terminaron con la violencia. Con un Estado incapaz de garantizar seguridad ni los servicios sociales m¨¢s b¨¢sicos a millones de congole?os, muchos identificaron en la lucha armada una oportunidad para protegerse o conseguir un plato de comida caliente. El n¨²mero de grupos armados continu¨® creciendo hasta alcanzar los 122 de la actualidad, seg¨²n indic¨® un estudio del Bar¨®metro de Seguridad del Kivu (KST).
Pero, para Tsherie, este per¨ªodo de calma en el territorio de Kalehe ¨Cque contrasta con una buena parte del este de RDC, a¨²n golpeado por la violencia de los grupos armados¨C es un buen momento para obtener m¨¢s cambios positivos. ¡°Ahora el problema es que muchas mujeres vivimos en lugares alejados, as¨ª que a menudo damos a luz mientras caminamos a los hospitales. Espero que se levanten m¨¢s centros de salud para impedir esos accidentes¡±, dice Thserie. ¡°A lo largo de mi vida he visto morir a muchas parturientas porque se desangran, por la distancia entre los centros de salud y sus casas, o por la ausencia de ambulancias para transportarlas¡¡±. Seg¨²n MSF, las embarazadas de esta regi¨®n deben caminar una media de cinco a nueve kil¨®metros desde sus hogares para dar a luz en los centros sanitarios.
Sentada en una cama del hospital, rodeada de decenas de mujeres que sestean en silencio, Tsherie habla con sus manos entrecruzadas cerca de su vientre abultado, movi¨¦ndolas solamente para acompa?ar algunas palabras con gestos suaves. ¡°Mi ¨²nica petici¨®n es que el Gobierno deber¨ªa priorice las necesidades de las mujeres¡±, zanja con firmeza. ¡°En el pasado, hemos sufrido mucho. Muchas mueren porque dan a luz ellas mismas en sus casas¡±.
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