El infierno de una guerra inacabada
Con una historia tan rica como sus recursos naturales y decenas de grupos armados alimentando el conflicto, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo es uno de los pa¨ªses del mundo m¨¢s devastados y con m¨¢s desplazados a causa de la violencia y el expolio
Katungu Sasita perdi¨® la pierna izquierda a los 19 a?os por resistirse a ser violada. Estaba labrando en Nyamilima, una peque?a aldea del noreste de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, cuando sufri¨® el asalto de un grupo de rebeldes ruandeses. Se defendi¨® y recibi¨® un disparo a bocajarro. Tuvo que esperar m¨¢s de 15 horas en el suelo hasta ser socorrida.
¡°Permanec¨ª all¨ª recostada durante horas hasta que alguien vino a por m¨ª alrededor de las nueve de la ma?ana siguiente¡±, relata desde un centro privado de rehabilitaci¨®n de Goma, mientras le preparan el molde de escayola para su cuarta pierna ortop¨¦dica.Tal vez, si alg¨²n vecino la hubiera atendido y llevado antes a la ciudad, la herida de bala nunca se le habr¨ªa infectado hasta el punto de requerir la amputaci¨®n. Pero esas son demasiadas suposiciones en un escenario de guerra.
¡°Fue la voluntad de Dios¡±, repite Sasita sentada sobre uno de los escu¨¢lidos colchones del dormitorio donde las mujeres y sus hijos m¨¢s peque?os pueden esperar en este centro, ubicado frente a una prisi¨®n. ¡°Fue dif¨ªcil, pero las cosas se dieron as¨ª. La pierna no va a volver¡±, a?ade de forma tranquila, con un colorido vestido de kitenge (tela africana) y con su hijo de dos a?os en brazos.
El 80% de los que acuden a este centro ¡ªgestionado por los Hermanos de la Caridad belgas con el apoyo del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR)¡ª son hijos de la violencia. V¨ªctimas colaterales de un conflicto que, desde hace 25 a?os, mantiene en jaque el este del Congo, atestado de organismos humanitarios, cascos azules de la ONU y soldados congole?os, pocos y mal remunerados, frente a m¨¢s de un centenar de grupos paramilitares e incontables milicias de autodefensa comunitarias.
Genocidio exportado
¡°Se podr¨ªa decir que el conflicto de Ruanda se export¨® al Congo¡±, asegura la congole?a Soraya Souleymane, experta en miner¨ªa y desarrollo. Se refiere al genocidio de 1994, aquellos 100 d¨ªas en los que 800.000 tutsis y hutus moderados fueron asesinados por hutus extremistas. Al concluir este suceso, el Ej¨¦rcito de Ruanda (tutsi) ¡°los sigui¨® hasta aqu¨ª dando inicio a los enfrentamientos con los hutus de las Fuerzas Democr¨¢ticas para la Liberaci¨®n de Ruanda (FDLR)¡±.
Se estima ¡ªhay divergencia entre las cifras del Gobierno y las agencias extranjeras¡ª que m¨¢s de cinco millones de personas han muerto en el este del Congo desde 1996, cuando una invasi¨®n ruandesa para derrocar al dictador Mobutu Sese Seko y defender de las matanzas a la minor¨ªa tutsi, provoc¨® una conflagraci¨®n. Inicialmente fue regional (1996-97) y despu¨¦s, bajo mandato el presidente Laurent D¨¦sir¨¦ Kabila, se transform¨® en el mayor frente de batalla tras la Segunda Guerra Mundial, en el que entraron otros nueve pa¨ªses africanos seducidos por las concesiones mineras.
¡°Cuando concluy¨® (2003) y se les pidi¨® que se retiraran del Congo, algunos de sus generales se quedaron y comenzaron a operar por cuenta propia, seg¨²n justifican sus Gobiernos. Sin embargo, yo creo que se puede decir que cuentan con su benepl¨¢cito¡±, analiza.
El final de este conflicto, apodado guerra mundial africana, signific¨® la te¨®rica expulsi¨®n de las potencias africanas extranjeras ¡ªentre ellas, Angola, Zambia, Sud¨¢n o Libia¡ª pero no la disoluci¨®n de los grupos rebeldes rivales formados a lo largo de aquellos a?os. Milicias que han ido transform¨¢ndose, disolvi¨¦ndose y multiplic¨¢ndose. Por cada grupo armado, surge otro para combatirlo, y otro m¨¢s para oponerse al primero. Son una amalgama de guerrillas que, sin causar demasiado ruido medi¨¢tico y ligadas todav¨ªa a la extracci¨®n y comercio de recursos naturales o al simple saqueo, contin¨²an matando. ¡°En el ¨²ltimo censo se contaron 132 grupos armados a los que habr¨ªa que a?adir bandas de criminales comunes¡±, detalla Carlos Batallas, jefe de la oficina del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja en Goma.
¡°La atomizaci¨®n del conflicto es tan grande que no existen dos partes claras que puedan negociar. Se trata de una mir¨ªada de grupos mucho m¨¢s problem¨¢tica que una guerra civil cl¨¢sica¡±. Un escenario b¨¦lico, que, adem¨¢s, dificulta la erradicaci¨®n de la epidemia de ¨¦bola m¨¢s mort¨ªfera hasta ahora en la historia del pa¨ªs, que desde agosto de 2018 ha dejado m¨¢s de 2.000 muertos y cerca de 3.500 contagios. ¡°Si a una de las enfermedades m¨¢s letales que existen se le a?ade un territorio de zonas rojas, donde ni los m¨¦dicos y el Ej¨¦rcito pueden entrar, el resultado es un escenario de cronificaci¨®n¡±.
Cuando tan solo quedaban 48 horas para que el Gobierno congole?o declarase el fin de esta d¨¦cima epidemia, despu¨¦s de que la ¨²ltima paciente de ¨¦bola fuese dada de alta en el Centro de Tratamiento de ?bola de Beni (Kivu del Norte) el pasado 6 de marzo, un nuevo caso ahog¨® todas sus esperanzas:? el 17 de marzo mor¨ªa por esta enfermedad v¨ªrica un electricista de 26 a?os, y con ¨¦l se daba inicio a una nueva cadena de transmisi¨®n que hasta la fecha ya suma seis nuevos contagios y otros dos fallecidos. El ¨¦bola parece haber resurgido justo cuando el pa¨ªs necesita concentrar todos sus esfuerzos en combatir otros males, como el sarampi¨®n ¡ªcon m¨¢s de 6.000 muertos en un a?o¡ª o la incipiente epidemia de covid-19, que aglutina hasta el 23 de abril 377 contagios y 25 muertos.
El ni?o milagro
Desde abril de 2018 han muerto 2.171 personas por la violencia solo en las provincias nororientales de Kivu del Norte y Kivu del Sur, seg¨²n los ¨²ltimos datos de monitoreo de la plataforma Kivu Security. V¨ªctimas, buscadas y colaterales, de un conflicto multilateral en el que se entremezclan ejecuciones extrajudiciales a manos del Ej¨¦rcito, ofensivas de milicias armadas, saqueos de maleantes y actos de venganza de grupos comunitarios de autodefensa Mai Mai, hastiados de tanta destrucci¨®n y pillaje.
Es imposible contabilizar el n¨²mero de heridos, o conocer las historias que ni siquiera llegan a constituir una cifra, como la de Davide Kasereka, un ni?o, como cualquier otro, que se mueve inquieto de un lado a otro de la entrada del hospital CBCA Ndosho, uno de los centros de referencia en Goma para heridos de bala.
A su alrededor, otros pacientes con cabestrillos, muletas y sillas de ruedas bromean sobre lo que le sucedi¨® a este peque?o de cinco a?os. ¡°Un machetazo en la cabeza¡±, exclaman, ¡°le dieron un machetazo en la cabeza y por eso la tiene as¨ª: partida en dos¡±. En realidad, lo que pas¨® fue mucho m¨¢s banal. Su madre, Neema Kahambu, decidi¨® dejarle en casa de su hermana en Goma para que pasara las vacaciones escolares junto a su primo. Cre¨ªa que all¨ª estar¨ªa m¨¢s seguro que en su ciudad natal, Bunia. Sin embargo, durante la madrugada del 18 de abril del pasado a?o, un polic¨ªa borracho empez¨® a disparar, y una de las balas atraves¨® el cr¨¢neo de Davide.
El personal m¨¦dico ha apodado al peque?o como el ¡°ni?o Milagro¡±, porque sobrevivi¨® y se ha recuperado en un tiempo r¨¦cord. Hoy, pese a su semblante serio y aires desapegados, sus ojos se mantienen brillantes y se distraen ante cualquier est¨ªmulo. ¡°Me comer¨¦ un plato de espaguetis¡±, advierte. Ser¨¢ lo primero que har¨¢ en cuanto regrese a casa.
M¨¢s de cinco millones de personas han muerto en el este del Congo desde 1996
Lo que le ocurri¨® a Davide no es raro. En el noreste del Congo quien m¨¢s mata son las fuerzas de seguridad. Durante el pasado a?o las Fuerzas Armadas de la RDC (FARDC) y la Polic¨ªa han protagonizado 80 incidentes violentos en los que murieron 127 personas, seg¨²n los datos de Kivu Security.
¡°Son las fuerzas de seguridad las que lo estropean todo¡±, critica Adidas Bisimana, un carnicero de 54 a?os, ingresado en el hospital de Ndosho. ¡°Los enemigos llegan, roban tus cosas y te dejan en paz, pero los soldados te disparan¡±, matiza quien lucir¨¢ para el resto de su vida una abultada cicatriz en el dorso izquierdo de su mano; el lugar exacto donde le agujere¨® la bala de un uniformado. Un grupo de militares, durante una supuesta operaci¨®n de contrainsurgencia perpetrada el pasado 18 de marzo, abri¨® fuego a la entrada de su casa, en Rugari. ¡°Cuando se encuentran con alguien, lo matan¡±, resume sobre las operaciones de las FARDC, acusadas de tener una nula disciplina de mando y escasa formaci¨®n, adem¨¢s de recibir un salario de miseria.
Para Stewart M. Kalyamughuma, militante del movimiento civil congole?o Lucha por el Cambio (LUCHA), uno de los factores que contribuyen a que se produzcan este tipo de ataques es la falta de consecuencias para sus autores. ¡°No hay paz en el pa¨ªs porque no existe voluntad pol¨ªtica, pero tambi¨¦n por la impunidad que protege al Ej¨¦rcito. Cuando un militar mata a un civil no se le castiga, sino que se act¨²a como si nada hubiera pasado¡±, explica. Lo que ocurre en el interior de este hospital, a cientos de kil¨®metros de los difusos frentes de batalla, escenifica el car¨¢cter de esta guerra: en la sala de operaciones, un cirujano y tres ayudantes cambian el pa?al a una beb¨¦ de seis meses a la que acaban de curar una herida de bala; una madre lava a sus hijos para marcharse a su casa despu¨¦s de pasar varios meses recuper¨¢ndose y un ni?o peque?o toma el sol en su silla de ruedas con la cabeza inmovilizada.
Lucha por los recursos
La ciudad de Goma es un hijo v¨¢stago de esta guerra. El volc¨¢n de Nyiragongo y el lago Kivu, que la custodian al norte y al sur, se mantienen inc¨®lumes, pero casi todo los dem¨¢s ha sido deformado por la violencia.
Es una ciudad sitiada por el ¡°mzungu¡±, el hombre blanco, omnipresente en sus calles a bordo de grandes todoterrenos pertenecientes a m¨¢s 250 organismos humanitarios internacionales con presencia permanente. A pie, aferrados a sus armas, los soldados de la Monusco ¡ªla misi¨®n pacificadora de Naciones Unidas, la mayor y m¨¢s costosa del planeta¡ª se mezclan con las furgonetas y los centenares de motos que usan los congole?os para moverse. Al investigador panafricano Fidel Bafilemba le cuesta reconocer el lugar donde se cri¨®. ¡°Crec¨ª en una urbe de unas 300.000 personas que en la actualidad es una meg¨¢polis de 1,2 millones. La mayor¨ªa ha llegado de fuera huyendo de la violencia, pero tambi¨¦n han venido por el auge de los minerales de sangre¡±, explica este incansable predicador en contra del f¨¦rreo dominio econ¨®mico, educativo, religioso y militar que, a su juicio, a¨²n ejerce Occidente sobre todo el continente africano.
Las entra?as del Congo albergan toneladas de oro, diamantes, esta?o y tantalio; adem¨¢s de la mitad de las reservas mundiales de cobalto y el 70 % de las de colt¨¢n, imprescindibles para la fabricaci¨®n de cualquier dispositivo electr¨®nico. Esta riqueza mineral es a menudo identificada como una de las principales causas de tanta violencia. ¡°La miner¨ªa industrial no est¨¢ del todo vinculada al contexto de conflicto. Es cierto que se dan abusos de derechos humanos, como compensaciones injustas o falta de alternativas para antiguos agricultores, pero es la miner¨ªa artesanal (sin maquinaria, sin generadores, etc¨¦tera), refugio de mano de obra infantil, la que vende sus minerales a se?ores de la guerra, grupos rebeldes y hombres de negocios corrientes¡±, distingue Souleymane.
Son excavaciones provisionales para obtener minerales ¡°limpios¡± o ¡°libres de conflicto¡±, llamados as¨ª porque su origen es imposible de rastrear. ¡°Todo est¨¢ mezclado, al final del d¨ªa no puedes saber si lo que est¨¢ dentro de la bolsa coincide con lo que dice su etiqueta¡±, subraya esta experta, que aclara que el sistema de identificaci¨®n se ha implementado en algunas de las minas de colt¨¢n y casiterita de Kivu del Norte, pero no en las de oro, cobalto o plata.
¡°El sistema de localizaci¨®n y rastreo est¨¢ lejos de ser perfecto y sus deficiencias favorecen el contrabando de minerales il¨ªcitos a Ruanda, que se ha convertido en el primer productor de colt¨¢n del mundo cuando ni siquiera dispone de reservas suficientes¡±, a?ade Souleymane, conocedora tambi¨¦n de la interferencia militar ugandesa en este lucrativo negocio.
En 2019, seg¨²n los datos del Ministerio de Minas, el Congo export¨® 1,4 millones de toneladas de cobre, casi 78.000 de cobalto y m¨¢s de 33.000 kilos de oro. Adem¨¢s, entre 2014 y 2017, export¨® 7.557 toneladas de colt¨¢n, m¨¢s de la mitad producido en Kivu del Norte.
Sin embargo, el 85% de esta producci¨®n minera est¨¢ en manos extranjeras, concretamente en la compa?¨ªas Randgold (anglo-sudafricana), AngloGold Ashanti (Sud¨¢frica), Glencore (Suiza), Ivanhoe (Canad¨¢) y Zijin Mining, MMG y China Molybdenum (chinas). En 2016, obtuvieron 2.600 millones de d¨®lares por esta producci¨®n, de los cuales apenas un 4% acab¨® en las arcas del Estado congole?o.
Ajenos al lucrativo negocio de minerales, la mayor¨ªa de las v¨ªctimas an¨®nimas de este conflicto cree que lo mejor de Goma es, sencillamente, que se muere menos. La probabilidad de morir en un ataque de las autodeclaradas yihadistas Fuerzas Democr¨¢ticas Aliadas (ADF) en la ciudad de Beni, o de los rebeldes ruandeses de las Fuerzas Democr¨¢ticas para la Liberaci¨®n de Ruanda (FDLR) en la de Rutshuru, es estad¨ªsticamente superior. ¡°Las personas de a pie no ganan nada de este juego. Lo ¨²nico que reciben a cambio es corrupci¨®n, robos en sus casas, ni?os en la calle y milicias¡±, reprocha Fabilemba. ¡°Si fuera al rev¨¦s tendr¨ªamos educaci¨®n gratuita, un buen sistema judicial y una sanidad eficiente, pero ese no es el caso¡±.
Pese a sus recursos minerales y a tener 80 millones de hect¨¢reas cultivables, m¨¢s de 56 millones de congole?os ¡ªel 73% de la poblaci¨®n, seg¨²n datos del Banco Mundial¡ª vive en la extrema pobreza.
Un futuro incierto
Alejado de los grandes titulares o de la atenci¨®n medi¨¢tica que despiertan otros conflictos, el Congo volvi¨® a ser en 2018 uno de los pa¨ªses con m¨¢s nuevos desplazados internos a causa de la violencia, con 1,8 millones de personas, solo superado por Etiop¨ªa, y por delante de pa¨ªses como Siria, seg¨²n cifras del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC). En total, hay 5,5 millones de desplazados, seg¨²n la OCHA. ¡°La tragedia de este conflicto es que cuando los desplazados regresan, sus casas han sido quemadas y sus cultivos calcinados, por lo que tienen que rehacer una especie de vida que no saben muy bien si va a durar un mes, dos o tres a?os¡±, relata Batallas, que relaciona este grado extremo de ¡°desesperaci¨®n¡± con que ¡°al final muchos intenten encontrar un trabajo o una vida mejor al otro lado del mundo¡±. De hecho, a mediados de 2019 hubo 1,7 millones de emigrantes congole?os en el mundo, un m¨¢ximo hist¨®rico, seg¨²n la ONU. La analista Souleymane culpa a un Gobierno congole?o d¨¦bil y ausente, escondido a 1.600 kil¨®metros de distancia en la capital, Kinshasa. ¡°Con que fuera un poco m¨¢s fuerte y estuviera algo m¨¢s presente en esas ¨¢reas, y con que los militares fueran llevados ante la Justicia debido a su indisciplina, ser¨ªa f¨¢cil reducir el contrabando de minerales. No podr¨ªa detener el conflicto porque tambi¨¦n est¨¢ relacionado con la tierra, los recursos o la cuesti¨®n ¨¦tnica, pero s¨ª disminuirlo¡±.
La comunidad internacional, en un intento de ayuda y a la vez de exculpaci¨®n, despleg¨® en 1999 una misi¨®n de cascos azules que se ha convertido en la mayor del mundo, con m¨¢s de 14.000 efectivos militares y un coste operacional anual de 322 millones de d¨®lares. Un convoy de cuatro veh¨ªculos todoterreno blancos con la inscripci¨®n ¡°UN¡± (las siglas en ingl¨¦s de Naciones Unidas) sobre el cap¨® y sus puertas laterales sale de Goma en direcci¨®n a Mutaho, una aldea de casas de rama esparcidas a lo largo de una colina, que un grupo de bandidos atac¨® hace m¨¢s de medio a?o. La imagen de un contingente de fornidos ¡ªy fornidas¡ª militares indios, equipados con armas de asalto, chaleco antibalas y cascos azules no impacta a la poblaci¨®n, que contin¨²a con sus tareas cotidianas: separar ma¨ªz, cargar madera ladera arriba o ir al colegio. S¨®lo alg¨²n grupo de ni?os se gira a su paso para pedirles caramelos.
La credibilidad de la Monusco, cuyo limitado campo de actuaci¨®n le ha llevado a atrincherarse en momentos ¨¢lgidos de violencia, en lugar de proteger a la poblaci¨®n civil, tambi¨¦n se ha visto minada por denuncias de abusos sexuales o por casos de corrupci¨®n como la venta de armas por parte de un contingente paquistan¨ª en 2005 a diversas milicias. ¡°Podemos disparar si nuestras tropas est¨¢n en peligro, si los civiles est¨¢n en peligro. Podemos tomar medidas activas y disparar, pero todo depende de las normas de combate¡±, justifica el coronel indio Dushyant Tanwar, que lidera la misi¨®n a Mutaho.
¡°La Monusco ha estado en este pa¨ªs 20 a?os. ?Para qu¨¦, exactamente? ?No es eso una forma de racismo considerar a los dem¨¢s incapaces de resolver sus propios problemas?¡±, cuestiona Fabilemba. ¡°Hasta que los l¨ªderes de Europa y Estados Unidos no nos dejen respirar un poco, dirigir nuestras econom¨ªas y establecer nuestro propio sistema educativo y religioso, Congo seguir¨¢ siendo un infierno para los j¨®venes congole?os, que seguir¨¢n buscando asilo y refugio en vuestros para¨ªsos¡±.
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