Un oasis verde entre chabolas en Nairobi
Los asentamientos chabolistas de la capital de Kenia albergan al 60% de la poblaci¨®n, pero sus habitantes no esperan recibir ayuda del Gobierno. Algunos antiguos delincuentes han decidido tomar las riendas y asegurarse de que sus barrios son seguros, verdes, y est¨¢n limpios
Una docena de marab¨²es africanos describe c¨ªrculos en el cielo. De vez en cuando, sus alas de casi dos metros de envergadura proyectan sombras sobre las min¨²sculas casas de Dandora, en Nairobi, capital en la que el 60% de la poblaci¨®n reside en asentamientos chabolistas. Hasta hace poco, los habitantes del suburbio no ve¨ªan otras aves que no fueran estos primos m¨¢s bien desgarbados de las cig¨¹e?as. Los marab¨²es son carro?eros a los que atrae la basura t¨ªpica del barrio, donde se deposita la mayor parte de los desechos de la ciudad en un gigantesco vertedero. Sin embargo, si se escucha con atenci¨®n, tambi¨¦n se puede o¨ªr el canto de otros p¨¢jaros que acuden a los frutales del Jard¨ªn de los Creyentes, un oasis verde en este atestado barrio.
Evans Otieno, un hombre delgado con una bata larga de trabajo color verde que luce el logotipo de los productos de belleza Fa, levanta la vista hacia la copa de un gran aguacate en el que revolotean los p¨¢jaros. ¡°Ahora vienen aqu¨ª monarcas colilargos africanos, colibr¨ªes esmeralda y bulbules grises crestados¡±, explica, con orgullo, mientras cuenta las especies con los dedos. ¡°Hacen nidos en nuestros ¨¢rboles porque les encanta nuestro jard¨ªn. Creo que todo el mundo necesita sitios as¨ª¡±.
El hecho de que los p¨¢jaros tambi¨¦n hayan descubierto este parque es un bonito efecto colateral, pero los cerca de 280 metros cuadrados del jard¨ªn rectangular de Otieno est¨¢n pensados principalmente para los habitantes de Dandora. All¨ª pueden disfrutar de la vegetaci¨®n y de una relativa paz en el c¨¦sped flanqueado por ¨¢rboles y arbustos. Tambi¨¦n hay una bien provista biblioteca, un gran acuario, y varios bancos y sillas. Todo est¨¢ hecho de desechos reciclados: aqu¨ª y all¨¢ todav¨ªa se puede reconocer la forma de un neum¨¢tico de coche o de un bid¨®n de aceite.
El Gobierno municipal dice que solo mantiene unos pocos parques en la ciudad porque no tiene dinero ni capacidad. El resultado es que para visitar sitios como el Arboretum o el bosque de Karura hay que pagar
El vergel podr¨ªa haber sido otro de los parques de mayor tama?o que se pueden encontrar en las zonas m¨¢s ricas de Nairobi. Como en muchos lugares del mundo, en ellos abunda la vegetaci¨®n. Sin embargo, la mayor¨ªa son de gesti¨®n privada; el Gobierno municipal dice que solo mantiene unos pocos parques en la ciudad porque no tiene dinero ni capacidad. El resultado es que para visitar sitios como el Arboretum o el bosque de Karura hay que pagar. Los kenianos tienen que abonar unos 75 c¨¦ntimos por entrar a este ¨²ltimo, lo cual es inasequible para un habitante de Dandora, que gana aproximadamente entre uno y tres euros al d¨ªa.
El cambio ten¨ªa que llegar de la propia comunidad
Con los a?os, muchos sectores subdesarrollados de la zona han sido v¨ªctimas del acaparamiento de tierras, cuando un residente o un promotor se ha apropiado ilegalmente del terreno. Otras parcelas, como en la que Otieno cre¨® su Jard¨ªn de los Creyentes, estaban cubiertas de pl¨¢sticos y desperdicios en descomposici¨®n. Aunque el gran vertedero de Dandora est¨¢ a tan solo unos centenares de metros, los habitantes del suburbio segu¨ªan tirando los residuos en una peque?a parcela al lado de la casa de Otieno. ¡°Me parec¨ªa una verg¨¹enza¡± dice. ¡°Los ni?os jugaban en la basura y se pon¨ªan enfermos, y muchos vecinos sufr¨ªan de los pulmones debido a la quema de los restos. Al final decid¨ª que ya bastaba, y que si quer¨ªa que mi entorno cambiara, ten¨ªa que empezar por m¨ª mismo¡±.
Los ni?os jugaban en la basura y se pon¨ªan enfermos, y muchos vecinos sufr¨ªan de los pulmones debido a la quema de los restos. Al final decid¨ª que ya bastaba, y que si quer¨ªa que mi entorno cambiara, ten¨ªa que empezar por m¨ª mismo.Otieno, vecino del asentamiento chabolista de Dandora
Otieno fue uno de los primeros en regenerar el barrio con su Jard¨ªn de los Creyentes, pero su iniciativa ya no es un caso aislado. Por toda la ciudad han brotado programas similares, cuenta Jos¨¦ Chong, planificador urbano de la organizaci¨®n de Naciones Unidas H¨¢bitat. ¡°Por ejemplo, hay grupos que celebran concursos a los que los j¨®venes pueden presentar ideas para mejorar su barrio¡±. La mejor idea gana una cantidad de dinero donada por el propio barrio, as¨ª como por organizaciones y empresas externas. ¡°Este modelo genera un sano esp¨ªritu competitivo¡±, desarrolla Chong, ¡°que hace que j¨®venes de distintas zonas del distrito compitan por crear el patio o el parque m¨¢s bonito¡±. Esto es importante, opina el especialista de la ONU, ya que la gente se beneficia tanto f¨ªsica como psicol¨®gicamente de tener una zona verde cerca.
Otieno, al que se conoce en el suburbio como El Transformador desde que puso en marcha su proyecto, empez¨® a metamorfosear el vertedero en 2014. Decidi¨® excavar zanjas para drenar el exceso de aguas residuales. ¡°El trabajo era voluntario¡±, cuenta, ¡°pero recib¨ª alg¨²n dinero de las mujeres del mercado, que se beneficiaban de mi labor¡±. Poco a poco, otros j¨®venes se unieron a ¨¦l. ¡°La gente de esta parte del distrito paga 100 chelines kenianos (unos 80 c¨¦ntimos de euro) al mes¡±, explica Otieno. ¡°Podemos usar ese dinero para mantener el parque, recoger la basura y organizar la seguridad¡±.
La falta de seguridad sol¨ªa ser una gran preocupaci¨®n. Hace diez a?os, Dandora era una de las zonas con la tasa m¨¢s alta de criminalidad de la capital. Los taxistas se negaban a llevar all¨ª a sus clientes y apenas hab¨ªa presencia policial. ¡°Era un sitio peligroso¡±, recuerda Otieno. ¡°Los blancos no pod¨ªan pasar por aqu¨ª sin que les robaran. Ahora, en cambio, somos tan libres como una cucaracha¡±. La gente piensa que, como los j¨®venes reciben un salario del barrio, hay mucha menos delincuencia.
Una paliza que cambi¨® un destino
Otieno sabe de lo que habla. ?l mismo fue uno de esos ladrones. Cuando se qued¨® hu¨¦rfano a los 10 a?os y tuvo que pagarse el colegio, la delincuencia fue su ¨²nica opci¨®n. Se ganaba la vida robando y atracando, hasta que la suerte se volvi¨® en su contra en 2013. Un grupo de habitantes furiosos de la barriada atraparon al joven y a uno de sus amigos y los azotaron hasta hacerlos sangrar. ¡°Cre¨ªan que mi compa?ero estaba muerto, pero cuando se movi¨®, dejaron de golpearme para darle una paliza a¨²n mayor. Escap¨¦ y corr¨ª lo m¨¢s r¨¢pido que pude, r¨¢pido como una bala¡±.
Ese d¨ªa, su amigo muri¨® linchado cuando los ciudadanos iracundos se tomaron la justicia por su mano. ¡°En el barrio la gente no tiene mucho¡±, explica Otieno, ¡°as¨ª que si le quitas algo, siente el dolor m¨¢s que otras personas. Si te cogen, son capaces de matarte de pura rabia¡±. Tras el incidente, se escondi¨® en otro distrito de Nairobi durante meses y tuvo mucho tiempo para pensar en la vida. ¡°Es indudable que Dios me ha dado una segunda oportunidad¡±, concluye este antiguo delincuente. ¡°Eso me dio fuerza para aportar algo a la comunidad¡±.
Adem¨¢s del parque de Otieno, la comunidad ha hecho recientemente otra adquisici¨®n: una parcela de tierra que antes serv¨ªa de vertedero se ha convertido en un parque infantil. En las paredes hay pintados populares personajes de dibujos animados, y de la gran jacaranda que se eleva por encima de los juegos cuelgan cordeles con botellas de pl¨¢stico de colores. ¡°Aqu¨ª a muchos peque?os los cr¨ªa una madre soltera¡± dice Anne Musyoka, que se ocupa del parque en representaci¨®n de Otieno. ¡°Y la madre suele estar fuera todo el d¨ªa trabajando. No todos los ni?os van al colegio, as¨ª que vagabundean por el barrio sin que nadie los vigile. Nosotros intentamos cuidarlos¡±.
Otieno ha llegado tambi¨¦n al parque infantil. Se dirige al ¨¢rbol y se?ala la corteza, donde est¨¢ grabado su nombre. ¡°Lo hicieron los ni?os¡±, cuenta. ¡°Hace que me sienta bien, quiere decir que me ven como un ejemplo. Mis modelos eran los ladrones. Llevaban plata en el cuello y en las mu?ecas. Ahora yo tambi¨¦n la llevo, pero soy un empresario y trabajo para conseguir dinero. Ense?o a los j¨®venes lo que he conseguido, y ellos ven que fui a Europa a hablar de este proyecto. Espero convertirme en el ejemplo que nunca tuve¡±. Otieno tiene la esperanza de que esos ni?os contin¨²en su labor. ¡°Cuando yo me haya ido¡±, dice, ¡°cuidar¨¢n de la comunidad. Estoy seguro de que ver¨¢n el barrio como algo que les pertenece¡±.
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