Los fulanis del Sahel, atrapados por la violencia y el estigma
La fuerte presencia de peuls en los grupos yihadistas de Mal¨ª y Burkina Faso ha provocado la marginaci¨®n de una etnia entera, que sufre masacres, desplazamientos y saqueo de sus recursos
A las nueve de la ma?ana del pasado 8 de marzo, un centenar de soldados y voluntarios civiles encapuchados entraron en el pueblo de Toessin-Foulb¨¨, en Burkina Faso, y ejecutaron a 21 personas, entre ellas tres mujeres, por supuesta complicidad con los grupos yihadistas que operan en la regi¨®n. Casi todos eran de la etnia peul o fulani. No fue la primera vez. Masacres como esta se suceden en Mal¨ª y Burkina Faso desde 2015, no solo a manos de militares. La presencia mayoritaria de peuls en las c¨¦lulas terroristas que desangran a ambos pa¨ªses ha puesto a esta comunidad en el punto de mira de ej¨¦rcitos y de grupos de autodefensa y ha disparado su estigmatizaci¨®n en la sociedad. Pero los colectivos de derechos humanos recuerdan: ¡°Hacer la amalgama es un crimen de guerra, no todos los peuls son terroristas¡±.
Hace algo m¨¢s de cuatro a?os, el horror se desat¨® en Yirgou, 170 kil¨®metros al norte de Uagadug¨², capital de Burkina Faso. Durante tres d¨ªas y tres noches, milicianos Koglweogo, de mayor¨ªa mossi, atacaron a los pastores peuls en represalia por una reciente incursi¨®n yihadista, y acabaron con la vida de unas 210 personas. Solo tres meses despu¨¦s, 175 fulanis, la mitad de ellos ni?os, fueron asesinados y sus casas quemadas a manos de cazadores tradicionales de la etnia dogon en Ogossagou, en el centro de Mal¨ª. ¡°Los peuls son v¨ªctimas por partida triple: por un lado, la regi¨®n en la que viven est¨¢ destruida, todos los servicios sociales han desaparecido y est¨¢n bloqueados. Por otro, aquellos que rechazan unirse a los yihadistas son hostigados o asesinados por estos. Y, finalmente, los ej¨¦rcitos y la poblaci¨®n local les acusan de complicidad con los terroristas y les matan tambi¨¦n¡±, asegura Daouda Diallo, presidente del Colectivo contra la Impunidad y la Estigmatizaci¨®n de Comunidades (CISC).
Hay una gran avaricia. Mucha gente se aprovecha de la crisis para saquear a esta comunidad. Se quedan con sus tierras y con su ganadoDaouda Diallo, activista por los Derechos Humanos
Hay unos 40 millones de fulanis repartidos por toda ?frica occidental, donde est¨¢n presentes al menos desde el siglo IX. Tradicionalmente n¨®madas o semin¨®madas y dedicados al pastoreo por todo el Sahel, fueron de los primeros pueblos de la regi¨®n en abrazar el islam. De hecho, sus tres grandes imperios hist¨®ricos (Futa Yallon en Guinea, Sokoto en el norte de Nigeria y Macina en Mal¨ª) eran teocr¨¢ticos y entre los siglos XV y XVIII protagonizaron varias yihad para conquistar tierras, procurarse esclavos y convertir a los pueblos animistas del Sahel.
Un sentimiento de exclusi¨®n e injusticia
Sin embargo, esta comunidad poderosa, pujante y creyente, que fund¨® numerosos reinos y ciudades, perdi¨® su protagonismo hist¨®rico con la penetraci¨®n de los europeos en el siglo XX. El proyecto colonial se apoy¨® en etnias campesinas y sedentarias y privilegi¨® a estas por encima de los fulanis, que en buena medida quedaron excluidos o se resistieron a integrarse en las sociedades emergentes. Los delicados equilibrios entre los pastores peuls y los agricultores de otras etnias por el uso del agua y la tierra, no exentos de conflictos, pero estables, saltaron por los aires. Los fulanis se sintieron cada vez m¨¢s agraviados y fueron perdiendo terreno y prestigio social, aferr¨¢ndose a una forma de vida y unas tradiciones que cada vez encajaban menos con las nuevas sociedades que estaba surgiendo. Los gobiernos nacidos tras las independencias ahondaron a¨²n m¨¢s la brecha.
En los ¨²ltimos 60 a?os, millones de fulanis se han sedentarizado y muchos de ellos se han integrado en las ciudades. Pero otros tantos permanecen en las zonas rurales practicando la trashumancia con sus reba?os de vacas. ¡°La expansi¨®n de la agricultura con el apoyo de los nacientes Estados, que se increment¨® con las pol¨ªticas de ajuste estructural y las sequ¨ªas debidas al cambio clim¨¢tico, agudiz¨® los conflictos con los pastores, que ve¨ªan cortadas sus tradicionales rutas de paso o prohibido el acceso a los pastos. Y cuando acuden a la Justicia para arreglar sus problemas, muchos no se sienten protegidos¡±, asegura Hassane Kon¨¦, investigador senior del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) para el Sahel. Este sentimiento de indefensi¨®n, injusticia y agravio, de un Estado que ampara la p¨¦rdida de su principal medio de vida, es explotado por los grupos yihadistas para reclutar entre los fulanis.
El investigador Boubacar Ba coincide en el rol potenciador del cambio clim¨¢tico en la violencia en el Sahel, pero a su juicio el origen del problema es m¨¢s bien ¡°la presencia de grupos armados, insurgencias yihadistas e intervenciones militares con agendas pol¨ªticas e ideol¨®gicas divergentes¡±, tal y como explica en el informe Actores y conductores del conflicto en el Sahel, desentra?ando las nuevas ¡®guerras clim¨¢ticas¡¯, elaborado en el a?o 2022 junto a Marie Cold-Ravnkilde para el Instituto Dan¨¦s de Estudios Internacionales (DIIS). En sus investigaciones sobre la regi¨®n central de Mal¨ª, Ba pone el acento en las complejas relaciones hist¨®ricas y de dominaci¨®n entre los pueblos que la habitan, particularmente entre dogon y fulanis, as¨ª como en la incapacidad del Estado para implementar pol¨ªticas adecuadas de gobernanza y gesti¨®n de recursos cada vez m¨¢s escasos (tierra y agua sobre todo) y mecanismos justos de resoluci¨®n de conflictos.
Pugna por los recursos
Diecisiete personas duermen cada noche en la humilde casa de Fatoumata Zerbo, cerca de uno de los mercados de Bobo Dioulasso, segunda ciudad de Burkina Faso. Tres hombres, cinco mujeres y nueve ni?os. Los adultos pernoctan en el patio porque no hay espacio para todos. Cada tres meses reciben un saco de arroz de 50 kilos. Son fulanis que huyeron de Nouna, Gorom Gorom o Dedougou. Cada pueblo, una masacre diferente. ¡°Hemos pasado mucho miedo¡±, asegura Amadou Ousmane, ¡°vinieron en sus motos y empezaron a disparar. No sabemos qu¨¦ quieren, ni siquiera les podemos preguntar¡±. El marido de Fatoumata Galam¨¦, de 45 a?os, fue asesinado. ¡°Vinieron preguntando por ¨¦l y le dispararon. A m¨ª y a mis cinco hijos nos dejaron ir¡±. Tuvo suerte de escapar con vida.
Los peuls son v¨ªctimas por partida triple: por un lado, la regi¨®n en la que viven est¨¢ destruida, todos los servicios sociales han desaparecido y est¨¢n bloqueadosDaouda Diallo, presidente del Colectivo contra la Impunidad y la Estigmatizaci¨®n de Comunidades
Al menos 10.000 miembros de la comunidad peul han sido asesinados o han desaparecido desde 2015, seg¨²n los c¨¢lculos de Daouda Diallo, quien coincide en que detr¨¢s de estas masacres hay tambi¨¦n una pugna por los recursos. ¡°Hay una gran avaricia. Mucha gente se aprovecha de la crisis para saquear a esta comunidad. Se quedan con sus tierras y con su ganado¡±, asegura el activista, quien recibi¨® en 2022 el premio Martin Ennals por su defensa de los derechos humanos. El otro problema es la impunidad. ¡°El Estado burkin¨¦s ha abierto numerosas investigaciones judiciales que, desgraciadamente, no han conducido a ninguna parte. Nadie ha sido detenido por estos cr¨ªmenes masivos¡±, a?ade Diallo.
Un reciente estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) conclu¨ªa que la principal raz¨®n que empujaba a la gente a unirse a los grupos yihadistas africanos era la pobreza y la oportunidad de tener unos ingresos y no la religi¨®n. En N¨ªger han entendido bien c¨®mo funciona y han puesto en marcha un programa de reintegraci¨®n para yihadistas arrepentidos que no hayan cometido delitos de sangre. Adem¨¢s, mediante las llamadas caravanas de la paz, el Gobierno se acerca a las comunidades donde hay m¨¢s reclutamiento y abre un di¨¢logo con ellas. De los tres Estados afectados por la violencia terrorista en el Sahel occidental, N¨ªger es el que m¨¢s ¨¦xito ha tenido hasta ahora.
En Burkina Faso, el deterioro de la situaci¨®n es m¨¢s que evidente. Casi la mitad del territorio est¨¢ fuera del control del Estado, zonas donde las escuelas y los centros de salud se ven obligados a cerrar. Para hacer frente al avance de los grupos armados, el Gobierno, presidido por el capit¨¢n Ibrahim Traor¨¦ tras el golpe de Estado del pasado septiembre, ha comenzado la formaci¨®n de 50.000 nuevos Voluntarios de Defensa de la Patria (VDP), civiles que colaboran con el Ej¨¦rcito. ¡°Nos tememos que los abusos y masacres vayan a peor¡±, explica Diallo. En Mal¨ª, sin embargo, son los mercenarios de la compa?¨ªa rusa de seguridad Wagner quienes, junto a los soldados malienses, est¨¢n detr¨¢s de las ¨²ltimas masacres como la de Moura, seg¨²n Naciones Unidas, una operaci¨®n militar en la que fueron asesinados unos 300 fulanis en marzo de 2022.
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