¡°Ha muerto el hijo de Arona¡±. El pueblo donde todos conoc¨ªan a los migrantes del cayuco senegal¨¦s
En Fas Boye, la localidad desde donde sali¨® una embarcaci¨®n que pas¨® un mes a la deriva, dejando m¨¢s de 90 muertos, los familiares lloran a los que se fueron y la ira contra las autoridades se propaga
Al cabo de 10 d¨ªas llegaron las preocupaciones. Para entonces, el pescador Arona Boye ya sab¨ªa que su hijo estaba de camino a las islas Canarias. Pape Mambaye, de 25 a?os, no ve¨ªa sentido a la existencia de un pescador: por culpa de la sobrepesca, cada vez hay menos peces en las aguas de Senegal. Quer¨ªa ir a Europa. Pero el viaje desde la costa senegalesa hasta la isla espa?ola de Tenerife dura aproximadamente una semana, un poco m¨¢s si el mar est¨¢ agitado. Por eso, cuando el temor empez¨® a extenderse por el pueblo de Fas Boye (120 kil¨®metros al norte de Dakar) el padre de Mambaye y decenas de pescadores decidieron buscar ellos mismos el barco que supon¨ªan a la deriva. ¡°Pero el alcance de una pirogue (un cayuco) es peque?o¡±, suspira el pescador, desde una silla de pl¨¢stico en el patio de su casa, repleto de redes de pesca. ¡°No ten¨ªamos ni idea de d¨®nde buscar¡±.
En las semanas siguientes, ¨¦l y sus compa?eros se desesperaron cada vez m¨¢s. Boye y los dem¨¢s pescadores buscaron en vano la embarcaci¨®n, que parti¨® del pueblo el 10 de julio. Aunque las 130 personas a bordo proced¨ªan en su mayor¨ªa de esta localidad pesquera de 20.000 habitantes, muchos vecinos dicen no tener ni idea de que sus seres queridos quisieran hacer la traves¨ªa hasta el archipi¨¦lago espa?ol. Ante la ausencia de se?ales de vida, los familiares dieron la voz de alarma. A causa de su insistencia, aseguran, los guardacostas marroqu¨ªes y espa?oles se pusieron a buscar sin ¨¦xito. Hasta el pasado mi¨¦rcoles, m¨¢s de un mes despu¨¦s de la partida del cayuco, no habr¨ªa m¨¢s noticias.
La embarcaci¨®n fue avistada por un buque espa?ol a unos 275 kil¨®metros de la isla caboverdiana de Sal. En total, 38 personas, entre ellas varios menores, han sido rescatadas. Al menos otras 92 personas que iban a bordo murieron probablemente de hambre y sed, una noticia que golpe¨® como una bomba a la comunidad pesquera ¡ªla cifra inicial era de 63 fallecidos, pero el viernes la ONG espa?ola Caminando Fronteras confirm¨® que los ocupantes de la embarcaci¨®n no eran 101, como se pensaba inicialmente, sino 130¡ª. Familiares y curiosos acudieron r¨¢pidamente al teniente de alcalde Moda Samb, que est¨¢ en contacto con las autoridades caboverdianas. Tambi¨¦n se mantuvo informado por tel¨¦fono al jefe del pueblo, Madiop Boye, que vive enfrente del pescador Boye.
¡°Desde el mi¨¦rcoles, todo el que busca noticias acude al jefe del pueblo¡±, dice el pescador con los ojos enrojecidos, ¡°lo que significa que muchos tambi¨¦n acuden a nosotros para darnos el p¨¦same¡±. Decenas de personas a bordo siguen desaparecidas en el mar, lo que en realidad significa que han muerto: el barco nunca zozobr¨®. Aunque Boye a¨²n no sabe si su hijo pertenece a los tripulantes ¡°desaparecidos¡± o a los supervivientes rescatados por las autoridades caboverdianas, se muestra esperanzado: no quiere saber nada de condolencias. ¡°Uno de los supervivientes dijo que vio a mi hijo en el hospital¡±, dice inseguro. Su mujer, tumbada detr¨¢s de ¨¦l a los pies de su cama, rompe a llorar.
En la habitaci¨®n alicatada del jefe del pueblo, Madiop Boye, al otro lado del camino de tierra, resuena de fondo el lamento de la esposa del pescador. Aunque el jefe de la localidad parece haberse acostumbrado ya, parece tenso. ¡°Nuestro pueblo nunca hab¨ªa visto nada igual¡±, murmura en voz baja. ¡°Estamos devastados y derrotados¡±, dice, retorciendo las cuentas de oraci¨®n en su mano. Sus hijos e hijas siguen en el pueblo, explica, pero hay seis miembros de su familia lejana de los que a¨²n no se sabe nada. Aqu¨ª todo el mundo conoce a alguien que iba en el barco.
Un poco m¨¢s all¨¢, en una plaza entre cuatro edificios bajos que sirven de mezquita al aire libre, se confirma esta afirmaci¨®n. Primos, hermanas, hijos de vecinos, cu?ados: todos los presentes conocen al menos a una de las personas que iban a bordo. En un rinc¨®n de la sala de oraci¨®n, en el lado de las mujeres, Maryam Sowe llora, tap¨¢ndose la cara con un pa?uelo amarillo. Su hijo Pape, de 35 a?os, est¨¢ entre los muertos confirmados; su cuerpo sin vida fue encontrado en la embarcaci¨®n. ¡°No tengo ni idea de por qu¨¦ se fue¡±, dice cuando ha recuperado la compostura. ¡°Tenemos una buena vida, siempre dijo que se quedar¨ªa con nosotros¡±. Lucha contra las l¨¢grimas. ¡°Al¨¢ lo envi¨® para ayudar a sus padres, todo lo que tenemos que hacer es ser pacientes¡±.
Uno de los hombres de la mezquita al aire libre tiene m¨¢s suerte. Ibrahim Sarr saca su tel¨¦fono del bolsillo. En la pantalla, las fotos y v¨ªdeos de WhatsApp muestran a j¨®venes demacrados: algunos est¨¢n sentados en una pared de azulejos azules, otras parecen agotados, con una v¨ªa intravenosa, sentados en una cama de hospital. ¡°Ese es mi hijo¡±, dice Sarr con voz grave. ¡°Se sacrific¨® por nosotros y quer¨ªa ganar dinero en Europa. Gracias a Al¨¢ sobrevivi¨®¡±. Luego a?ade, con una mirada aguda: ¡°Al¨¢ ha decidido a qui¨¦n se lleva. Mi hijo no fue uno de los fallecidos. Pero eso no significa que esta tragedia no debiera haberse evitado¡±.
Rabia en las calles
Pero tambi¨¦n hay mucha rabia en las calles de Fas Boye. Creen que si las autoridades senegalesas hubieran buscado m¨¢s y mejor el barco desaparecido, la idea es que se habr¨ªa encontrado hace semanas y las personas a bordo seguir¨ªan vivas. El descontento por la actitud de las autoridades ha desembocado en disturbios, saqueos y destrucci¨®n. Un grupo de j¨®venes vecinos de Fas Boye se ech¨® a la calle el mi¨¦rcoles por la noche, atacando edificios gubernamentales como la escuela local. El campo del teniente de alcalde Moda Samb tambi¨¦n ardi¨® en llamas. Samb asegura que ha pedido varias veces a las autoridades que intervengan, pero que sus peticiones no han sido atendidas.
El 23 de julio, la ONG Caminando Fronteras alert¨®: ¡°Ha desaparecido un cayuco senegal¨¦s con m¨¢s de 120 personas a bordo. Salieron hace 14 d¨ªas y las familias desesperadas piden un refuerzo de medios de b¨²squeda¡±. No fue hasta el pasado jueves cuando la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones (OIM) inform¨® de que al menos 63 personas hab¨ªan muerto en aguas del Atl¨¢ntico, en el oeste de ?frica, despu¨¦s de pasar m¨¢s de un mes a la deriva.
La que une el continente africano hasta las islas Canarias es una de las rutas migratorias m¨¢s mort¨ªferas del mundo. Al menos 559 personas, entre ellas 22 ni?os, murieron en el mar el a?o pasado, seg¨²n la OIM. Proceden en parte de Senegal, de donde parten regularmente embarcaciones con migrantes.
¡°Entiendo muy bien por qu¨¦ los j¨®venes est¨¢n enfadados¡±, dice con voz temblorosa Madiop Boye, el jefe del pueblo. ¡°Pero, por supuesto, desaprobamos rotundamente la violencia¡±. Entonces su hijo irrumpe en la sala de recepci¨®n, susurr¨¢ndole algo al o¨ªdo. El anciano suelta un grito y se levanta inmediatamente. ¡°Ha muerto el hijo de Arona¡±, dice, dirigi¨¦ndose a grandes zancadas hacia la casa, al otro lado del camino de tierra. Decenas de personas se han reunido ya en el patio. A derecha e izquierda hay mujeres tiradas en el suelo, llorando. Arona Boye, el pescador est¨¢ sentado derrotado en su silla de pl¨¢stico, con la cara enterrada entre las manos. A su lado, su mujer yace en el suelo, gritando y pataleando. ¡°Este es el destino de Fas Boye¡±, dice el anciano del pueblo, observando el dolor. ¡°No nos queda m¨¢s que rezar¡±.
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