Nuevas leyes dan a los campesinos de Sierra Leona el poder de proteger sus tierras
En localidades como Tonka, los campesinos se asesoran con auxiliares jur¨ªdicos y organizaciones de derechos humanos para aprovechar una nueva legislaci¨®n que les beneficia ante grandes corporaciones
Aminata Bangura hace equilibrios con un pl¨¢tano sobre la cabeza mientras desciende con cuidado por una empinada pendiente resbaladiza. Descalza, busca suelo firme entre el fango. Alrededor hay ni?os jugando en el ancho r¨ªo Rokel, que atraviesa Sierra Leona desde el este hasta el oc¨¦ano Atl¨¢ntico. La mujer, con una falda amarilla y camiseta rosa descolorida, vadea el r¨ªo con el agua hasta la cintura para llegar a los f¨¦rtiles campos de su comunidad que se encuentran al otro lado. Una larga caminata. ¡°A veces es arriesgado por la corriente, sobre todo cuando nuestros hijos nos ayudan¡±, comenta. Andar por aqu¨ª se ha convertido en una rutina diaria desde que en sus campos, justo al lado de su pueblo, se construy¨® una gran f¨¢brica de bioetanol, un gas obtenido con trigo, ma¨ªz o ca?a de az¨²car que se puede utilizar como combustible.
Una gran valla separa la planta del pueblo. ¡°Estamos muy contentos cuando baja la marea porque podemos vadear el agua. Con la marea alta es mucho m¨¢s peligroso. Adem¨¢s, la empresa tal¨® los ¨¢rboles grandes y, con los m¨¢s peque?os que quedan, solo podemos hacer canoas estrechas e inestables¡±, cuenta Bangura. Ella pretende sembrar plataneros en un rinc¨®n de los campos de cacahuete y ma¨ªz de su comunidad, con la idea de generar m¨¢s ingresos para ella y sus tres hijos.
La f¨¢brica forma parte de un ambicioso proyecto bioenerg¨¦tico para producir etanol a partir de ca?a de az¨²car para el mercado europeo y generar electricidad para la red el¨¦ctrica local. En 2010, la empresa de petr¨®leo y gas Addax & Oryx Group, registrada en Malta, realiz¨® la mayor inversi¨®n agr¨ªcola de la historia de Sierra Leona en el arrendamiento de 50.000 hect¨¢reas de terreno durante 50 a?os. El Gobierno sierraleon¨¦s, que se recuperaba de una guerra civil devastadora que dur¨® una d¨¦cada y termin¨® en 2002, buscaba grandes inversores para dinamizar su econom¨ªa.
Talaron nuestros bosques, llenos de ¨¢rboles frutales y palmeras. De repente, pasamos de comer tres veces al d¨ªa a dos y, a veces, a unaAminata Bangura, vecina del pueblo de Tonka (norte de Sierra Leona)
Los campesinos se quejan de que el contrato de arrendamiento de Addax, el Gobierno y los dirigentes locales los ignor¨® a ellos, los verdaderos propietarios y usuarios de la tierra de Tonka, un pueblo de 300 habitantes en el norte del pa¨ªs, a unas tres horas de coche de la capital, Freetown. Tradicionalmente, la comunidad administraba el suelo con arreglo al derecho tradicional, sin registrar oficialmente a qui¨¦n pertenec¨ªa cada parcela.
En septiembre de 2022, tras a?os de activismo y movilizaci¨®n por parte de miembros de las comunidades locales y organizaciones como Red de Sierra Leona por el Derecho a la Alimentaci¨®n (SiLNoRF, por sus siglas en ingl¨¦s) y Namati, una entidad popular de empoderamiento jur¨ªdico, se aprobaron dos nuevas leyes del suelo que dan a las mujeres derechos sobre la propiedad de la tierra, otorgan a los campesinos la capacidad de negociar el valor de los terrenos (antes esta responsabilidad reca¨ªa en los l¨ªderes comunitarios) y de vetar proyectos. Las compa?¨ªas que quieran operar en Sierra Leona deben obtener el consentimiento de las comunidades antes de hacer trabajos de miner¨ªa, construir f¨¢bricas o granjas.
Ali Haji Bunduka, un joven en¨¦rgico, con rastas cortas bajo la gorra, est¨¢ con un grupo de agricultores con las camisas empapadas de sudor. Acaban de preparar la tierra para sembrarla bajo un sol abrasador y Bunduka, que trabaja para SiLNoRF, va a ense?arles a utilizar un dispositivo GPS para cartografiar sus tierras. A lo largo del ¨²ltimo a?o, este hombre ha ido de pueblo en pueblo en su coche para explicarlo. ¡°La nueva legislaci¨®n transfiere el poder de los l¨ªderes comunitarios y los jefes de distrito a las personas que realmente poseen y utilizan la tierra¡±, explica a los vecinos. ¡°?Ve lo f¨¦rtil que es esta tierra? Aqu¨ª puede crecer casi cualquier cosa¡±, apunta.
Estamos haciendo lo que deber¨ªa hacer el Gobierno: informar a la genteZeinab Kamara, activista
Al llegar al pueblo cercano de Malenka, Bunduka oye aplausos. Los aldeanos est¨¢n sentados en c¨ªrculo en peque?os bancos de madera bajo la sombra de grandes ¨¢rboles de mango, mientras los ni?os juegan alrededor. Escuchan atentamente a Zeinab Kamara, una de las mujeres que formaban parte de la comisi¨®n tradicional que regulaba el uso del suelo y que acudi¨® al Parlamento el pasado agosto para pedir que las propuestas de regulaci¨®n del uso del suelo se convirtiesen en ley. ¡°Junto con SiLNoRF, estamos haciendo lo que deber¨ªa hacer el Gobierno: informar a la gente¡±, se?ala. Mirando a su alrededor, explica a los vecinos que las vecinas tienen ahora derecho a poseer terrenos. Adem¨¢s, todas las comisiones de tierras deben estar compuestas al menos en un 30% por mujeres. ¡°Hacer un mapa de vuestra tierra es crucial para registrarla oficialmente y demostrar que sois los propietarios¡±, les explica.
Promesas de trabajos y sostenibilidad
El enfoque de Addax, con su promesa de aportar sostenibilidad, seguridad alimentaria, escuelas, hospitales y puestos de trabajo para la poblaci¨®n local, atrajo a siete bancos de desarrollo europeos y africanos. Varias ONG alertaron inicialmente a los bancos de desarrollo de los riesgos para los derechos humanos y el desarrollo sostenible que supon¨ªan estos monocultivos a gran escala en manos de una gran empresa.
Los agricultores de Tonka dicen que esos temores se han hecho realidad. ¡°Talaron nuestros bosques, llenos de ¨¢rboles frutales y palmeras. Pasamos de comer tres veces al d¨ªa a dos y, a veces, a una¡±, se lamenta Bangura, sec¨¢ndose con la camiseta el sudor que le chorrea por la cara tras plantar un platanero. ¡°Desde que nuestras tierras fueron arrendadas para el proyecto de la ca?a de az¨²car, bebemos agua contaminada, nos lavamos y lavamos la ropa en ella¡±. El grupo murmura en se?al de acuerdo. ¡°Desde que la f¨¢brica empez¨® a funcionar, muchos tenemos problemas en la piel¡±, a?ade Bangura, levantando la tela amarilla que lleva alrededor de la cintura para mostrar manchas en las piernas.
Adem¨¢s, los campesinos aseguran que, cuando la f¨¢brica arrend¨® estas tierras, parte del trato consist¨ªa en que les proporcionar¨ªa electricidad. Pero el pueblo sigue a oscuras. Por la noche, los vecinos se sientan en unos bancos de madera comiendo cacahuetes tostados. La ¨²nica luz procede de las linternas de sus tel¨¦fonos. Al Haji Bunduka asegura que en las comunidades est¨¢n surgiendo disputas por la tierra y que algunos vecinos que trabajan en la f¨¢brica se quejan de retrasos en los salarios y de que no reciben equipos de protecci¨®n contra la mordedura de serpientes.
Pero exigir responsabilidades por estas promesas incumplidas es complicado: La participaci¨®n mayoritaria del proyecto de bioenerg¨ªa Addax se vendi¨® en 2016 a la empresa Sunbird Bioenergy Africa, registrada en Mauricio y las acciones de Sunbird cambiaron de manos dos veces, de un inversor mayoritario a otro. Por otra parte, desde 2011, el proyecto de cultivo se ha reducido dr¨¢sticamente a 23.500 hect¨¢reas, de las cuales solo 10.000 se utilizan para ca?a de az¨²car. Adem¨¢s de bioetanol, la f¨¢brica produce alcohol para el mercado europeo de desinfectantes de manos.
Peque?os ¨¦xitos
En Masethele, el pueblo vecino a Tonka, las mujeres secan el arroz en grandes esteras y producen aceite de palma roja. Tras la campa?a de SiLNoRF y Namati, los habitantes de esta localidad consiguieron que Addax arrendara solo una parte de sus tierras.
Durante una animada reuni¨®n en un espacio comunitario al aire libre, Abu Bakar Kanu, que dirige una organizaci¨®n que agrupa a 37 asociaciones locales de terratenientes y agricultores, aboga por aunar esfuerzos para que se renegocie el contrato de arrendamiento. ¡°Grandes ¨¢reas de las tierras que Sunbird arrienda, pero no utiliza, pueden ser cultivadas por las comunidades de alrededor. Con las nuevas leyes, tenemos una oportunidad real¡±, asegura a la comunidad. ¡°Como todos sab¨¦is, ya hemos tenido algunos peque?os ¨¦xitos en los que la empresa nos ha permitido volver a trabajar la tierra en determinadas zonas¡±.
Los aldeanos quieren unir fuerzas con los agricultores de otros pueblos vecinos para reclamar a Sunbird Bioenergy los campos que tradicionalmente utilizaban para el cultivo del arroz y renegociar el precio del alquiler. Habr¨¢ una nueva ronda de negociaciones con la empresa en 2024.
Organizaciones de derechos humanos y parlamentarios de pa¨ªses de ?frica Occidental y de Zambia, en ?frica Oriental, se han mostrado interesados en las nuevas leyes del suelo de Sierra Leona y en los esfuerzos por resistir y negociar mejores condiciones con las empresas internacionales. Los auxiliares jur¨ªdicos de Namati y SiLNoRF creen que las instituciones financieras p¨²blicas deben ser corresponsables de lo que ocurra con sus inversiones, ya que forman parte de las pol¨ªticas de asociaci¨®n p¨²blico-privada que promueven el Banco Mundial y el FMI.
Sunbird Bioenergy, que declin¨® hacer comentarios, asegura en su p¨¢gina web que con el proyecto de bioetanol y alcohol en Sierra Leona contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
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